En las rutas migratorias, la asistencia sanitaria es, cuanto menos, dificultosa. «Son personas en movimiento. Esto no permite realizar un seguimiento correcto del tratamiento y la asistencia se pierde», lamenta Omar Ahmed, coordinador de la misión en Siria de Médicos sin Fronteras (MSF) Bélgica. Asimismo, Mila Font, delegada de MSF en València, explica cómo las urgencias médicas se acrecentan en la ruta. La falta de servicios que cubran las necesidades básicas provocan que enfermedades comunes y sin gravedad afloren. Sin embargo, sin tratamiento, estas empeoran y acaban por desencadenar epidemias.

Así, lamenta el trato que sufre la población rohingyá que huye a Bangladesh. Un número de personas que ahora ya se iguala con la población total de València. En mayor medida padece la población «asentada» en campos de refugiados la discriminación sanitaria, tanto física como mental.

En ocasiones, cuando todos los indicios apuntan a que serán trasladados de vuelta a su país de origen sin haber recibido el asilo que solicitaron, la locura llega a los campamentos. Hombres que se quitan la vida y depresiones vuelven la violencia sobre la mujer.

«En numerosas ocasiones, fruto de la desesperación de quien ve su futuro arrebatado, la violencia intrafamiliar se ejerce y son muchas mujeres las que son violadas por sus propios maridos», lamenta Font. Asimismo, para intentar paliar alguna de las miles de necesidades que presentan las personas que ven escapar su futuro entre los dedos mientras las fuerzas internacionales les dan la espalda, MSF lanza Volandova.com, un portal en el que los viajes se convierten en kits de ayuda humanitaria.

Este fuerte contraste entre la adquisición de un viaje turístico y el envío de ayuda a una región donde la población vive en dramáticas condiciones humanitarias supone todo un llamamiento a la sensibilización de la opinión pública.