Otras dos patas para el banco del fiscal

Ya son tres las estocadas en la línea de defensa del exministro a la que solo parece que falte la puntilla que se espera que aseste el testaferro uruguayo

Otras dos patas para el banco del fiscal

Otras dos patas para el banco del fiscal / MERCEDES GALLEGO. VALÈNCIA

Mercedes Gallego

Ocurre en todos los juicios con tirón mediático. Los primeros días, los periodistas, móvil en mano y cámara en ristre, nos lanzamos como gato a bofe sobre los acusados antes y después de cada sesión a la caza de una declaración o un gesto que resuma su sentir sobre cómo va discurriendo el proceso.

Otras dos patas para el banco del fiscal

Otras dos patas para el banco del fiscal / MERCEDES GALLEGO. VALÈNCIA

Zaplana no iba a ser una excepción. Así que, desde que comenzaron las declaraciones en el juicio por el caso Erial hace una semana, cada vez que el expresident ha entrado y salido de la Ciudad de la Justicia de València, machaconamente se le ha preguntado cómo lo ve y machaconamente también él ha respondido: «El juicio comienza ahora». Todo ello aderezado con su mejor sonrisa y sin mostrar el menor gesto de incomodidad o desagrado por el acoso informativo. Genio y figura.

Otras dos patas para el banco del fiscal

Otras dos patas para el banco del fiscal / MERCEDES GALLEGO. VALÈNCIA

Sucedió cuando contó «su versión» (como dejó escapar su subconsciente al explicar al tribunal para qué contrató una agencia de comunicación en plena instrucción del caso Erial); lo hizo también después de testificar su contable, el economista experto en Matemáticas Financieras a quien su talante le jugó a la contra; y con especial énfasis pronunció la misma frase tras la estocada que el testaferro confeso Joaquín Barceló le acababa de asestar a su línea de defensa. «Nada que no se supiera. El juicio comienza ahora», volvió a repetir mostrando dientes, que diría la Pantoja y también acostumbra a lucir el expresident Camps en situaciones similares. Basta tirar de hemeroteca.

Pero ayer, ni a la llegada nadie le preguntó ni a la salida él quiso responder tras una sesión en que las estocadas se elevaron a tres. Porque si en su confesión Pachano fue meridiano al explicar cómo movía el dinero de dudosa procedencia de su entonces amigo Eduardo, no fue menos claro en su descripción el que fuera la mano derecha de Zaplana durante su etapa en la Generatitat, Juan Francisco García, quien admitió los amaños en las adjudicaciones de las ITV; ni tampoco los Cotino, beneficiarios de las contratas y pagadores de las mordidas también confesos.

Cierto es que la declaración del exjefe del Gabinete de Presidencia había creado tantas expectativas que de él se esperaba más contundencia y dejó la sensación de que había querido nadar guardando la ropa. Pero aún así, no es menos cierto que su relato no dejó lugar a dudas ante el tribunal tanto de la existencia de las componendas para maniobrar con las contratas como de que el entonces jefe del Consell estaba en la jugada.

Tres relatos que son oro puro para el fiscal Pablo Ponce a quien, al margen de las comparecencias de los investigadores de la UCO, solo le falta la declaración del testaferro uruguayo Fernando Belhot, prevista para el jueves próximo por videoconferencia, para asentar una sólida acusación sobre cuatro patas.

Antes del agua fría

Pero quien sabe si para compensar, y justo antes de los puñetazos en el estómago de García y los Cotino, que no por esperados duelen menos, Zaplana pudo constatar in situ lo que es una lealtad a prueba de banquillo: la de su fiel secretaria para todo desde hace más tres décadas Mitsouko Henríquez.

Ante las visibles dificultades que tenía para responder a algunas de preguntas que le planteó el fiscal, quien le pide ocho años de cárcel y 20 millones de multa por los delitos de grupo criminal y blanqueo, la servicial Mitsouko no solo intentó mantener la compostura apuntalando lo declarado por su exjefe, en especial en relación a Joaquín Barceló y propiedades como el piso del barrio Salamanca, sino que fue más allá. Lo hizo, por ejemplo, cuando intento explicar la procedencia de los 50.000 euros que los investigadores localizaron en su despacho afirmando que era «normal» que ella fuera a hacer reintegros de cuentas del expresidente en las que no estaba autorizada y que el banco le entregara el dinero sin problema. «¿Si? ¿Y me podría indicar el director del banco que hacía eso?», repreguntó el fiscal.

Tan entretenida estuvo la sesión que hasta Francisco Pérez, «El Gasofa», que declaró el primero por su estado de salud, no se marchó de la sala hasta cerca del mediodía. Él se desvinculó de todo, hasta del barco que compartía con Zaplana y otros, «porque lo dejaban hecho un asco». Pero al irse se perdió a otro expresident, José Luis Olivas, vendiéndose como mediador en parque eólicos. Oyéndole, el mejor.

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