La sociedad se muestra más tolerante con los salarios desorbitados de las estrellas del deporte que con las primas de los banqueros. El «daño reputacional» —en la pobre gramática del gobernador del Banco de España, para describir las inversiones de bancos españoles en Madoff— no ha lastrado a los deportistas que esquivaban sus obligaciones fiscales. Una sentencia del Supremo, que obliga a Arancha Sánchez Vicario a pagar tres millones y medio de euros en impuestos atrasados, servirá de revulsivo sobre los privilegios del club del millón de euros anuales, sólo superado por el club del millón de euros mensuales. El selecto reducto está presidido por el ejemplar Tiger Woods y de él forman parte los españoles Fernando Alonso, Rafael Nadal y Pau Gasol, con Casillas o Xavi llamando a las puertas. A la hora de pagar, los deportistas ricos también lloran.

Un trabajador español medio gana un millón de euros a lo largo de toda su vida laboral. Necesita cuarenta años para ingresar la misma cantidad que las estrellas citadas en menos de un mes. Así salta por los aires el argumento del acortamiento de la vida del músculo, que justificaría exenciones fiscales a los deportistas de élite. A lo largo de una carrera de cinco años en la cima, los miembros de los clubes citados perciben la misma cantidad que la suma de seiscientos asalariados en toda su vida. Aplicándoles el tipo máximo vigente en España — un 43 por ciento—, la equivalencia se reduce a cuatrocientos trabajadores medios. Con la ventaja impagable de que se apuntan esas cantidades en un plazo de corto y pueden invertirlas a su antojo. Por otra parte, el retiro incluye suculentas remuneraciones para buena parte de los elegidos. El segundo deportista mejor pagado del mundo es Michael Jordan. Sí, son los datos de 2009, una década después de retirarse con los Chicago Bulls. No migran de la cumbre a la miseria. La cúpula queda lejos del «yo a las cabañas bajé, yo a los palacios subí» de Don Juan Tenorio.

La conclusión paradójica es que la sociedad trata a sus atletas como si no ganaran lo suficiente, y hubiera que compensarles con un trato fiscal benévolo. Aquí habría que incluir el dictamen del historiador Eric Hobsbawm, cuando diagnostica que toda tradición es una invención, lo cual obliga a agradecer sin límites la labor cohesiva de los deportistas que fabrican la identidad nacional. Hasta el extremo de que se ocultan sus residencias en paraísos fiscales. La relación deArancha Sánchez Vicario con Andorra obliga a recordar que Fernando Alonso ha residido sucesivamente en el Reino Unido y Suiza. Carlos Moyá se decidió también por el país helvético. Incluso el suizo Roger Federer se cambió de cantón para mejorar su eficiencia fiscal, pero pasa buena parte del año en Dubai, el paraíso en crisis. Pese a estos vaivenes, todos ellos son utilizados como portaestandartes de sus geografías natales. Moyá, que tributa en Ginebra y vive ocialmente allí durante seis meses al año, recibió la medalla de oro de Palma. Todos ellos pueden alegar que, en un planeta global, el concepto de residencia está trasnochado. Kobe Bryant —el segundo deportista mejor pagado del planeta— habita doscientos países a la vez, que viven en directo sus gestas deportivas. Al tachar de ficción la residencia en paraísos fiscales, el Supremo ha reconciliado a la ciudadanía con el Estado, dadas las reticencias del Gobierno a actuar contra los privilegiados. Una ley española concebida para atraer a grandes cerebros internacionales facilita los fichajes de Ronaldo e Ibrahimovic, igualmente escandalosos. Por lo menos, esa norma permite averiguar la importancia rela tiva que España concede a los deportistas y a los cerebros. Los socialistas recuerdan que el PP introdujo la legislación que limita a un 25 por ciento el tipo para los grandes cerebros futbolísticos europeos. Omiten sin embargo que el PSOE lo rebajó en un punto adicional, hasta el 24 anulado tardíamente y que sólo sirve de cortina de humo para ocultar el coladero fiscal de las sicav intocables.

El club del millón de euros mensuales no escapa a servidumbres inconfesables. ¿La «retirada indefinida» de Tiger Woods obedece a una decisión personal o a la imposición de gigantes —empezando por Nike— preocupados por la repercusión en sus cuentas del adulterio en serie del golfista?, ¿los patrocinadores de Nadal autorizarían una recuperación dilatada y en condiciones, durante la cual no rentabilizan su generosa inversión? Las estrellas son propiedad de sus anunciantes, los auténticos beneficiarios de la ligereza tributaria. Limitar el aforamiento fiscal de la élite es una medida simbólica en la inmensidad de las cifras estatales, pero cabría mencionar aquí el ingrediente «ético» que el comisario Joaquín Almunia adujo para moderar los ingresos de los ejecutivos bancarios.

La sentencia contra Sánchez Vicario recuerda asimismo que ni la « refundación del capitalismo» prometida por Sarkozy ni el «nada volverá a ser como antes» de Obama poseen una verosimilitud mínima, en cuanto no han erradicado los paraísos fiscales, la caja B del planeta. Hay enclaves paradisiacos con una connotación nacional, como Andorra —donde residía la tenista— para Cataluña o Gibraltar para Andalucía, que amortiguan el reproche social. La nueva legislación no favorece la emigración de lujo, y la doctrina del Supremo obligará no sólo a demostrar que el beneficiario se pasa seis meses al año fuera de España, sino que los disfruta en Antigua.

El endurecimiento fiscal y la sensibilidad judicial ha modificado los comportamientos, y pueden haber disuadido a los asesores de Rafael Nadal de seguir los pasos de Moyá. Sin embargo, una parte importante del patrimonio del reciente campeón de la Copa Davis se halla en empresas domiciliadas en Guipúzcoa, porque los mejores paraísos fiscales son los interiores. Esta particularidad no impide que el gobierno autónomo de Balears pague tres millones anuales —dos al jugador, otro a la gestión— para que el tenista promocione la tierra donde nació.