AMPARO PÉREZ

Una vida entre costuras

Amparo es nieta de la indumentarista Amparo Fabra y donde su madre, también Amparo (ella es la tercera de la saga) continúa la tradición a pesar de ser arquitecta técnica. De hecho, estuvo en la final para la corte de 1994, cuando tras una semifinal quedaron 26 durante todo un verano y cuando aquella elección, la última en la sala Xúquer, era para seleccionar «una de cada dos». Amparo III, desde pequeña, ya rompía la mano haciendo trajes a las barbies. Quiere ser maestra, pero su maña con la máquina de coser hace aventurar una continuidad de la saga. Gracias a ella, su sector evitó el «rosco», algo que no sufre Pla del Remei-Gran Vía desde 1998. Su puesto en la corte ha sido motivo de alegría general... tanta que a su tía, que estaba embarazada, se le adelantó el parto tras una noche de emociones.

MARTA GÓMEZ

La recompensa a tía Carol

Será una cuestión de justicia histórica. A Marta la hizo fallera su tía Carol. Ella fue finalista de la corte de honor de 2009, pero le faltó ese último pasito. Con el paso de los años, Marta creció, fue fallera mayor infantil, llegó a la Fonteta e hizo feliz a su tía Carol y a su tío Roberto. Hacía 29 años que Ramiro de Maeztu-Humanista Furió no tenía una fallera en la corte. Ella cruza la avenida del Puerto siempre para acudir al casal. Allí ha ensayado para participar en el concurso de play back de la Junta Central Fallera.

La familia es una auténtica convergencia de todas partes. Hay ancestros procedentes de Zamora, Almería, Málaga y, por supuesto, Valencia. Fanática de la cocina, que comparte con su padre, le encanta diseñar vestidos, las manualidades y coser. Manitas de plata.

CLAUDIA SAPENA

Ella ya tuvo «llamada»

Si Joan Ribó llama a Claudia por teléfono, podrá presumir de «déjà vu». Porque su comisión, Venezuela-Agustín Sales, tiene la costumbre de hacer los nombramientos a base de llamada telefónica, que la elegida, ella misma, desconocía que iba a suceder.

Nació a la una y media del mediodía y esa tarde, cuando se abrió el casal, ya estaba apuntada. Por sus venas corre sangre valenciana, pero también de Villarrobledo y de Granada. Es la primera niña de su comisión en el cargo de privilegio. En el paseo de la fama de la «falla 199» sólo había hasta ahora una mayor, Victoria Martínez, que lo fue en 1998. Pero también había sido la primera de su falla en pasar el sector, algo asombroso en una comisión que se acerca al cincuentenario. Como Marta Gómez, también es «cocinitas» y se ha atrevido ya con la paella, intercambiando con su padre el papel de chef o pinche. Y si no, la encontrarán pintando y dibujando. Ahora ya puede, porque durante las pruebas se rompió la muñeca y pasó el gran día de la Fonteta escayolada.

CELIA GUERRAS

Fallera desde... la incubadora

Celia ahora es muy famosa, pero su madre lo fue antes. Ana González es una de las primeras grandes figuras del «play back» fallero allá por los noventa. Lo normal en una fallerita es que es «fallera desde que nació». Ella le añade un plus: es «fallera desde la incubadora». Nació sietemesina junto con su hermano mellizo. Y en casa, por cierto, lo tienen claro: el mayor es él naciendo cinco minutos antes, que para eso ha tenido más «mundo» que ella, aunque sea durante 300 segundos.

Guerra es un apellido bastante corriente. Guerras, el suyo, mucho menos. Es originario de Salamanca. La madre, por contra, procede del Barrio del Carmen. Fue fallera mayor infantil con su tía de mayor, que repitió por ella.

Una cosa es que le guste la danza y otra es que reciba clases en el Conservatorio Profesional de Danza y que ya esté en el primer curso, en la modalidad de clásico, aunque tenía opción de haber cogido cualquier especialidad. Ahora sí que empieza para ella el «baile».

PILAR CUBELLS

Le costó a la falla y le costó a ella, pero lo lograron

«Ausaes» que le costó a Manuel Candela-Avenida del Puerto tener una fallera, mayor o infantil, en la corte de honor. Tanto como 50 años. Pero lo logró Pilar, con su particular premio a la constancia, puesto que la de este año era la tercera vez que se presentaba. Seguramente, ésta habría sido la última por una cuestión de edad, pero era su ilusión. Tanta, que no le había afectado especialmente no salir las dos veces anteriores y lo afrontó no ya sin miedo, sino convencida de que ésta era «la buena».

Con diez años es la menor de cuatro chicas, cuya llegada fue bien dosificada: Laura tiene 22, Andrea tiene 20, Geles tiene 15 y ella diez. Es la protegida, lógicamente, de sus hermanas. Fue fallera mayor infantil en 2011, con seis años, volvió a presentarse un año que no había niña en el trono y en 2015 repitió en atención a la amistad que tiene con el presidente infantil. Eso significa dar trabajo a su padre, que siempre ha sido mantenedor.

ALBA VILLER

Un amor surgido en el casal

¿Cuantas parejas no se han creado por una relación surgida en un casal? Pues eso es lo que pasó con los padres de Alba. Se vieron y llegaron a la conclusión de que estaban hechos el uno para el otro. Para L'Algüer-Ingeniero Rafael Janini es la primera niña en la corte y hace apenas tres años se estrenaron con la primera mayor, Isabel Vicente.

Pedigrí fallero completo, con una abuela fallera mayor, padre presidente infantil, hermano presidente infantil dos años, madre fallera mayor infantil... raro es el día que no baja a ese mismo casal en el que se conocieron papá y mamá. En sus ancestros hay ramas procedentes de Marbella, Jaén, Quintanar de la Orden y, claro, Valencia.

El fenómeno «albavillerista» es espectacular: es la segunda más votada en la encuesta de levante-EMV.com y fue la líder hasta que llegó la particular riada de Sofía Soler. En su casa juran que no tienen una explicación. Que no se ha organizado una campaña de votación masiva. «¿De verdad que no habeis sufrido un hackeo?» pregunta su madre. Pero no. Sensata y madura y amante de la unión, su historia continúa.

SOFÍA SOLER

La niña de casi 40.000 votos

Si Alba Viller es la segunda más votada, lo de Sofía es de traca, con sus ya casi cuarenta mil «clics». En casa creen tener la explicación: la enorme movilización de los vecinos y amigos de Villarta (si, un pueblo de Cuenca), la extensión de grupos de wasap y, en definitiva, una corriente de simpatía hacia la fallera de General Asensio-Marqués de Solferí, comisión que no tenía cortesana desde 1992.

Sofía estaba predestinada a ser fallera mayor infantil. Tanto como que lo pidió cuando tenía tres años. Cuando llegó el momento tenía antigüedad más que sobrada para ganarse el puesto. Y además con pedigrí: su abuela fue fallera mayor de la plaza del Árbol y su abuelo fue Paco Casas, el primer presidente de la comisión de Quart de Poblet. Quart, Valencia capital, Paiporta, Campanar y Villarta (si: Cuenca) forman su mezcla de sangres, la que le dio ánimos para hacer su primera ofrenda con 17 días. Nació con el mes fallero. Sus otras piruetas de la vida las da en el Club de Gimnasia Rítmica de Quart, donde ya está en el nivel absoluto, con las notas del oboe en la Banda La Amistad.

CELIA MARTÍ

Una fallera con «luz» propia

Su familia forma parte de la historia de la fiesta: es nieta de Liberto Andreu, el responsable de la firma de iluminación artística Just, la más clásica y conocida de la ciudad de Valencia. Ahora la regenta su madre, Carola Andreu y ella pasa horas en el almacén, quien sabe si tomando nota para un futuro. Su madre fue fallera mayor de Visitación-Orihuela el año que en la ciudad enamoraba su íntima amiga Covadonga Balaguer, posiblemente la fallera mayor más carismática de la historia. Y Celia puede presumir con satisfacción de haber sido fallera mayor infantil dos veces: en su colegio de Trinitarias y posteriormente en la comisión que la vio nacer y crecer, igual que a su hermana mayor Carmela.

Un aspecto que destaca en Celia es su piel extraordinariamente morena. Pero es «bronce ligado». La melanina de su cuerpo tiene la proverbial virtud de mantener el recuerdo del verano hasta Navidad.

Es «Celia-celíaca» y tuvo que pasar cuatro años hasta encontrar un puesto de buñuelos y churros (su pasión culinaria) sin gluten. Cuentan que, tras tanto tiempo de abstinencia, lo cogió con tantas ganas que se puso mala. Ahora, ya dosificada, no le faltan todos los días de fallas, aunque haya que ir hasta la calle Jesús.

Pasional con la pirotecnia, ya tiraba bombetas con diez meses, en sus primeras fallas. Y pasional con la tradición, lució como fallera mayor infantil las enaguas de su tatarabuela.

DARÍA PARRAS

Daría IV de Blanquerías

Daría es, como mínimo, Daría IV, porque ella, madre, abuela y bisabuela tienen ese nombre tan poco habitual. La suya es una familia que mezcla el Cabanyal, Benifaió, Murcia, el barrio del Carmen y la cuota conquense de turno es de Aliaguilla.

Es difícil ser de una comisión del Carmen y residir en el barrio. Pero ellos están muy cerca: pernoctarán justo enfrente, al otro lado del río. Daría es fallera de Blanquerías desde que nació y ya el año pasado pudo ocupar el trono infantil, pero ella quiso esperar y el destino ha sido muy generoso con ella.

Si la pierden de vista, es probable que esté en su «rincón personal» de casa, haciendo scrapbooking, por el que siente una especial pasión.

PAULA LÓPEZ

La biznieta del alguacil

Resultaba asombroso que una comisión con casi mil falleros todavía no tuviera una cortesana, mayor o infantil. Y eso es lo que le sucedía a Valencia-Teodoro Llorente, la segunda con más censo de las de JCF. Saben que hubo una hace 45 años, pero cuando aún no se había alcanzado la «democratización» absoluta. Alegría enorme, para esta comisión de Xirivella, que se preguntaban si esta sequía de ser una comisión de población. Paula ya pudo ser fallera mayor infantil hace dos años, pero en casa ocurrió algo que contribuyó a aplazarlo: diez años después de nacer ella llegó lo que estaba deseando: una hermanita. Para reconciliar a la juventud, tiene una virtud loable: devora los libros.

Un pedazo de la historia de Valencia está en sus ancestros: es biznieta de Micalet Ortiz, histórico alguacil del Tribunal de les Aigües. Toda una institución en Xirivella junto a su esposa «Micaleta». Guiño del destino: cuando eligió su traje para la exaltación en la sedería Catalá eligió un modelo que, sin saberlo, se llamaba «Micaela».

RAQUEL GRAMAGE

La reina de la declamación

Para ser la más pequeña del grupo (9 años y tres meses) lleva una carrera que toma pan y moja. En los tres últimos ejercicios fue el suyo un nombre habitual en el cuadro de honor del concurso de declamación: segundo premio en 2013 y 2014 y el extraordinario (el mejor) en 2014. Lo suyo son las tablas, porque también estuvo nominada el pasado ejercicio a actriz novel en el concurso de teatro. De hecho, en el programa del certamen de este año todavía tiene papel asignado, el de «Bibi» de la obra «Bruixes» que su falla, Villanueva de Castellón-Horticultor Galán, pondrá en escena el 22 de noviembre. Pero, claro, las cosas han cambiado para ella y ha tenido que ceder el papel a otra fallerita. Verá tanto el concurso de teatro como el de declamación desde la butaca.

Es hija única y la tercera del grupo de amigas íntimas, Paula, Mireia y ella, que han sido falleras mayores infantiles en los tres últimos años, pasándose una a otra la banda. Hacía nada menos que 18 años que en su comisión no tenían fallera en la corte y, precisamente, sí que tienen relación de amistad con la antecesora, Amparo Giner Hortelano. La vida de su familia está muy vinculada a esta comisión, de la que su madre y hermanas han sido falleras mayores. Hija auténtica de Marxalenes aunque, por supuesto, también tiene un abuelo... de Cuenca, claro.

PAULA IBÁÑEZ

Sólo podía ser de San Valero

Si lo de los padres de Alba Viller se conocieron en la falla, los de Paula Ibáñez estaban predestinados. Nacieron en el mismo hospital y en habitaciones contiguas (la 212 y 214, aunque en años diferentes). se conocían desde niños en la falla y él siempre estuvo «colado» por ella. Consiguió convencerla en las fallas de 1992 y, con el paso del tiempo, llegarían Paula, Álvaro y Covadonga. La pequeña se llama así en recuerdo a la fallera mayor de 1989, que hasta para bautizar vástagos gusta. Paula tiene la personalidad muy marcada por ser la mayor de tres y luego ser la más pequeña en clase por haber nacido en diciembre. Álvaro, por cierto, la acompañó en el reinado como presidente infantil y Paula cumplió la promesa dada: en su año de fallera mayor sacaría el mejor expediente académico de su vida. Es normal la falla en la que milita si el padre vivía en Reino de Valencia y la madre en San Valero. Junten las dos calles y les sale la número 170. En la falla le encanta sobre todo vestirse. Y es que «la banda da poderes». Los abuelos proceden de diferentes latitudes, como Teruel, Villanueva de la Fuente (Ciudad Real), Verín (Ourense) y... si: Olmedilla de Alarcón en Cuenca. Su abuelo paterno es todo un personaje en el barrio: Pepe Ibáñez, el dueño del Bar Che de la avenida y el precursor del fútbol femenino valenciano. Ella escribirá las crónicas, porque quiere ser periodista.

IRENE GIL

«Honolable fallela»

La presencia de Irene Gil y su familia en Isaac Peral-Méndez Núñez es producto del consenso: la madre era de J. J. Dómine y el padre de Marqués de Lozoya. Al final se impuso el lado grauero, ayudados por la relación con amigos de la misma, y el pasado mes dieron la segunda alegría cortesana y primera infantil en la historia de esta comisión, siendo la anterior de 1994, Juani Ortega. Es la mayor de dos, que completa su hermano Adrián y con su nombre, Irene, se corta un auténtico ramo de «rosas», el nombre de las mujeres que la preceden en el árbol genealógico. Su miedo a los petardos de bebé lo ha transformado en auténtica pasión pirotécnica, algo que viene que ni pintado a su nueva afición: aprender chino en el Instituto Confucio, donde ya ha superado el primer grado.