­Un casal fallero es sinónimo de bullicio, acaloramiento, conversaciones a viva voz, música y todo tipo de movimiento. Pero el mapa de la ciudad festiva es capaz de encontrar situaciones opuestas. De repente, en el casal se hace el silencio, se habla quedamente, se entrecierran los ojos, se levantan los brazos... y se convierte en espacio de relajación y meditación. Es lo que hacen en el casal de Pintor Pascual Capuz-Fontanares, donde han iniciado una actividad muy poco habitual: clases de yoga.

En aras a dar contenido al local social, los casales se convierten, desde tiempos inmemoriales, en academias de baile o gimnasios. Desde los bailes regionales a los andaluces cuando llega la temporada. Se han hecho tatamis de judo y escenarios para musicales. La última gran adquisición fue la zumba, que ha aterrizado en no pocos espacios. En la comisión de la «Panderola» rebajan el tono y el silencio se apodera de las paredes del local. «Todo viene a raíz de una reactivación que ha hecho la delegación de deportes» explica el presidente, Víctor Ochando. «Hemos intentado apuntarnos a todo lo que hemos podido de campeonatos de la Junta Central Fallera y también nos involucramos en la animación del Medio Maratón, que fue una experiencia inolvidable por el trato que nos devolvían los corredores, pero el yoga surgió porque se pensó en la idea de hacer una actividad aún más diferente» y con un añadido: el componente familiar. «Pensamos sobre todo en algo que fueran capaces de hacer juntos padres e hijos. También tenemos sesiones para adultos, pero primero estrenamos el concepto familiar».

Se va a repetir cada cierto tiempo «porque gustó mucho a los que fueron. Tenemos una monitora encantadora que, sobre todo, involucró a los niños en la actividad. De repente te encuentras en una situación diferente: en silencio absoluto y haciendo cosas que no haces normalmente con los hijos. Relax, contacto, interacción... y los niños creyeron en ello, que es lo importante».

Y referenciales en falla

Pintor Pascual Capuz-Fontanares atraviesa uno de los mejores momentos de su historia. Sobre todo, porque ha conseguido “dar con la tecla” en el monumento fallero. Tras llevar una vida tranquila en ese sentido, sin destacar especialmente, pero ya llevan una marca que han alcanzado poquísimas comisiones en la historia de la fiesta: cuatro primeros premios de ingenio y gracia consecutivos. Ya son un lugar para ir a ver. «Lo importante es que hemos creído en las ideas de Julio Fabra». Lógicamente, costó un tiempo ir venciendo la resistencia de quienes no creían en este tipo de obras. «Tenemos un presupuesto limitado, pero lo empleamos con convencimiento en estos proyectos. Ahora vemos que la gente se hace fotos con nuestras fallas y eso gratifica». Tanto como el nuevo mundo que han descubierto: encontrar el karma en el casal.