Los cincuenta años de Zárate al frente de la falla Mossen Milá

Se trata del presidente más longevo de la historia de las Fallas

Antonio de Zárate cumplirá 50 años al frente de su falla.

Antonio de Zárate cumplirá 50 años al frente de su falla. / Loyola Pérez de Villegas

Moisés Domínguez

Moisés Domínguez

Las Fallas tienen su particular rey Carlos Gustavo, ese que se ciñe la corona de los suecos desde hace medio siglo. Pero en este caso, con un examen anual. A veces, por aclamación, a veces, por elección. «No te creas, que sí que he tenido votaciones». Antonio de Zárate acaba de ser elegido nuevamente presidente de la falla Plaza de Mossen Milá. Agranda su título de «presidente decano en la actualidad y más longevo de la historia de las Fallas» y lo lleva hasta la cifra redonda de 50 años consecutivos al frente de la misma. 

Ahora se lo piensa. «Quizá sea mi último año. En casa hay que ayudar porque además, quien se encargaba sobre todo era mi hija y faltó recientemente». Toda una vida que no se concibe por ello sin esa relación con el mundo de la fiesta que, de alguna forma, también le ha llenado de acontecimientos y momentos. «He visto crecer a mi familia desde la falla». Y ahora afronta el que será ejercicio del cincuentenario. No se lo esperaría, sin duda, aquel joven oficial de notaría al que se le encomendó llevar las riendas de una comisión nueva, cuyo inicio su peripecia. 

Inicios de otra época

Hay que trasladarse a la plena Transición y a un barrio, el de la Seu y los alrededores del Palacio Arzobispal, que en nada se parecen al actual. Era un barrio residencial y lleno de comercios tradicionales. Habían pasado quince años desde que se plantó la última falla en los alrededores, en la calle de las Avellanas. Unas fallas para las que la nobleza de la zona «pagaba lo que hiciera falta, con tal de que no faltara de nada. Aún recuerdo cómo el primer año, un marqués que vivía en el barrio bajó y al ver que no había güisqui de una determinada marca, mandó a que lo bajaran de su casa». 

Antonio de Zárate en el casal de la falla Mossen Milá.

Antonio de Zárate en el casal de la falla Mossen Milá. / Loyola Pérez de Villegas

La madre de Zárate tenía un comercio de lo más peculiar: «la Cooperativa Montepío del Clero, que era mitad bar, mitad tienda de artículos religiosos». Un lugar de reunión para la gente joven «que empezamos a mover la idea de crear una falla. Fuimos a ver al peluquero que había frente al palacio arzobispal, que era quien había llevado la falla de la calle Avellanas. La peluquería y sus sillones acabaron por convertirse en nuestro punto de reunión». 

Muchas trabas

No faltaron las trabas, porque el primer año no se les autorizó «porque se nos dijo «que el Arzobispo no quiere Fallas cerca». Fueron a verle y éste dijo que eso no era cierto». Habla de José María García Lahiguera, que fue puente entre Marcelino Olaechea y Roca Cabanellas. «Desde el ayuntamiento nos dijeron que no nos preocupáramos y que lo pidiéramos al siguiente año que nos lo darían». Normal: estaban bendecidos. Fue él quien acabaría llevando las riendas de la comisión «porque ya durante la instrucción de la misma se dijo que yo era el que más sabía de papeleo. Y el hombre de confianza del alcalde, Antonio Soto Bisquert, me conocía de la notaría». Ahora disfrutan de una demarcación enorme, para evitar además que se planten otras fallas en zona de seguridad, como es la parcela entre la Seo y el río. 

Zárate es un personaje conocido, sin estridencias, en la fiesta. Por la longevidad, por haber presidido un Congreso Fallero y hasta por ser uno de los últimos, si no el último, en llevar el traje negro de fallero, todo un superviviente de la moda. Ahora es un personaje respetado entre las comisiones de Seu-Xerea-Mercat. Y en la falla, donde no siempre las cosas son fáciles. El pasado ejercicio, en octubre, Antonio perdía a una de sus hijas, Susana. «Este fin de semana le hicieron un homenaje en la Cruz de Mayo. Ella fue la que lo promovía».