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Dariana Groza vino a Valencia hace cinco años con un libro de gramática española y con la única certeza de que se venía a España para estar con su familia y poder cuidar a su hijo, que por aquél entonces tenía 11 años. "Mi marido ya estaba en Valencia y vine para estar con él", explica Dariana recordando la decisión de dejar su trabajo y alejarse de su familia para comenzar una nueva vida: "Lo primero que hice es ir al ayuntamiento para matricular a mi hijo en el colegio -le asignaron el Jaume Primer de Catarroja, de línea en valenciano- y apuntarme a clases de español para extranjeros".

A los pocos días -cuenta- su hijo Dragos vino a casa con un formulario y "me llevé una gran sorpresa porque el documento estaba escrito ¡en otro idioma!", relata recordando su cara de extrañeza y contradicción al ver esa carta porque "¡no sabía que aquí se hablaban dos idiomas!". Este hecho no le incomodó, todo lo contario: "Asumí que se hablaba otro idioma y vi la necesidad de aprenderlo para integrarme".

Las casualidades de la vida hicieron que el director de la escuela estuviera implicado en la Escola Valenciana y le hablara del programa Parla'm en valencià. Así, tras seis meses de estancia en España, comenzó las clases desde cero. Bueno, "con las hojas de la escuela leídas y sabiendo palabras como escolacurs". Esta formación la complementó con cursos de valenciano porque "es complicado aprender a hablar un idioma sin una base" y porque "el programa se centra en conversaciones, no en gramática".

Poco a poco se fue sumergiendo en el idioma y, a los tres meses, aprobó el elemental de la Junta Qualificadora de coneixements del valencià, a los dos años, el Mitjà y "ahora me voy a presentar al Superior, aunque sé que no lo hablo tan bien como debería y que es un examen muy difícil".

Esa implicación es tal que sus dos hijos estudian en la línea en valenciano y, el pequeño Matei -de cinco años-, aprendió el valenciano y el rumano antes que el castellano: "Nosotros en casa hablamos en rumano porque es nuestra cultura y orígenes y, en la escuela, va en línea en valenciano". La necesidad de Matei de hablar castellano llegó cuando "un día vino a casa diciendo que, de toda su clase, sólo dos niños y él hablaban en el patio valenciano". Para Dariana ésto es una lástima porque "no debe ser muy habitual el hecho de que sea un extranjero el que hable la lengua de aquí".

Ese aprendizaje ha posibilitado que sus hijos sean trilingües y que tengan una mayor facilidad para los idiomas. "Los dos hablan perfectamente los tres idiomas y, el mayor, ha aprendido con facilidad el inglés", comenta Dariana, quién matiza que, quizá, "se deba a que todos tienen sus raíces en el latín".

Ella cree fervientemente que "los valencianos no dejarán morir su lengua" y rechaza los pronósticos de algunos expertos que afirman que dentro de cincuenta años se perderá la lengua y, muy convencida, sentencia que "eso no será así". Lo argumenta recordando la historia de su país: "En Transilvania siempre se ha hablado rumano y, cuando perteneció al imperio austrohúngaro (hasta 1918), prohibieron que se hablara y aprendiera en las escuelas, en las iglesias,... pero se seguía hablando en las casas", comenta sobre la imposibilidad de que un pueblo "dejara olvidar su lengua y su cultura". De hecho, según explica, en el siglo XIX hubo un movimiento en Rumania en el que personas impulsaron la lengua y consiguieron que, en la actualidad "sea la lengua oficial".

De alumna a "profesora"

Para ella, la base de que no se deje morir una lengua es que "el pueblo quiera emocionalmente su idioma" y recalca que, de esta forma, "jamás se olvidará ni dejará de aprender".

De hecho, ella aporta su granito de arena para animar a que los valencianos y los extranjeros residentes en el cap i casal hablen su lengua. "Soy voluntaria de la Escola Valenciana y la encargada de crear las parejas lingüísticas". En la actualidad, intenta enseñar a una chica venezolana que "no habla nada valenciano", característica que le hace recordar sus inicios.

Según datos de Escola Valenciana, en el programa Parla'm en valencià, el 69% de las personas que participan quieren presentarse al examen de la Junta Qualificadora y desean mejorar su nivel oral o son personas que "quieren quitarse el miedo a hablar en valenciano". El 31% restante corresponde a personas extranjeras, mayoritariamente latinoamericanos (17%), aunque también hay de países europeos (7%) y africanos y magrebís (6%). En total, hay 23 nacionalidades. "La motivación de estas personas es porque ven que, la lengua, les puede ayudar a integrarse mejor en la sociedad de acogida", explican desde la organización.

Según transmite Dariana, a las personas le parece extraño que una rumana hable valenciano tan bien y, en numerosas ocasiones, le preguntan "¿qué has hecho?" o exclaman "¡qué maravilla!". Dariana, riéndose, explica que "no he hecho nada, solo aprender la lengua que se habla aquí" y sentencia que "no lo veo como algo extraño". Y es que, lo habla tan bien y tiene un acento tan peculiar, que hay otras personas que le preguntan si es catalana. "Yo les digo que no, que hablo valenciano rumano".