Conocí a Vicente Latorre hace tan sólo unos meses. Fue con motivo de un partido solidario entre los veteranos de Levante UD y Valencia CF organizado por el Club Deportivo Malilla con el noble objetivo de apoyar la causa de la pequeña Nayra.

Lejos de los focos y de la frenética vorágine mediática que rodea al fútbol de élite, en esta barriada del sur de Valencia, los colores, el escudo y la más que centenaria historia de la entidad levantinista estuvieron representados con honra por el mítico 10 azulgrana.

Lo cierto es que por edad nunca vi jugar a «Lato». Los granotas que sobrevivieron a los años de plomo de los ochenta subrayan su capacidad de llegada al área, su potente zurda y sobretodo, su liderazgo moral dentro y fuera del campo.

En una época plagada de sinsabores „tras la salida de Cruyff , y el descenso a Tercera División„ desde la clandestinidad futbolística, Latorre emergió como jefe de la resistencia, tal y como lo definió José Luis García Nieves.

Fue para muchos el símbolo de un pequeño reducto que se negaba a aceptar que el Levante UD fuera una causa perdida, un rol que asumiría también años después junto a otros, al alzar la voz para salvar al club de una desaparición segura a causa de los desmanes de Pedro Villarroel.

En la vida, y más aún en el mundo del fútbol, la coherencia es un bien escaso. Pocos como Latorre la ejemplifican, desde la defensa de las ideas y convicciones, y la lucha contra el exilio interior al que se condenó al levantinismo durante décadas.

El pasado 5 de noviembre los Veteranos eligieron a Sergio Ballesteros como nuevo presidente. Durante estos años, en silencio y con discreción, Latorre ha ido reclutando a muchos de los que en su día vistieron la elástica azulgrana, dignificando el papel del colectivo, y de esta forma también recuperando parte de la memoria histórica perdida.

Además, en los últimos tiempos se ha convertido en una de las voces más contundentes a favor de la reforma y apertura de la Fundación Cent Anys, consciente de que el futuro pasa por un club más democrático y con una nueva estructura de gobierno más independiente y representativa.

Latorre cede el testigo, pero no cuelga las botas. Seguirá en la trinchera, vigilante como siempre para que la entidad no caiga en los excesos del pasado, y que él sufrió de primera mano.

En la era de internet y las redes sociales, el cortoplacismo se impone a golpe de tuit. Para que el Levante UD siga creciendo se hacen necesarias más voces que impriman sensatez, sosiego y visión de futuro, especialmente en los momentos críticos. Sin duda la de Vicente Latorre siempre estará entre ellas.