Cualquier aficionado al fútbol pudo palpar ayer la emoción en Orriols, en ese estadio de aire británico, cuando los jugadores «granota» formaron una piña para abrazarse y felicitarse por sentirse vivos. La energía viajaba del campo a la popular grada del Ciutat de València, donde se entonó el «sí se puede» esta vez con convicción: el compromiso de sus futbolistas fue máximo. El público granota había visto a Juanfran, 40 años y una fisura en el cerebro, ganando los uno contra uno con Feghouli, dando ejemplo de que se puede combinar el fútbol asociativo de Rudi (Verza manejó el encuentro) con el viejo espíritu de supervivencia del capitán azulgrana. El Levante se ha puesto a una victoria de la permanencia y en una dinámica optimista en casa. Debe mejor mucho lejos de Orriols y saber, además, que no se encontrará con rivales tan entregados como el de ayer.

El Valencia se comportó como un autómata, moviéndose de aquí para allá sin ningún sentimiento que lo motivara a hacerlo, completamente desconectado del banquillo. Ese vestuario tan desalmado está a punto de estallar. Hasta un consumado comunicador como Gary Neville se quedó sin lo único que le había aupado a ser entrenador del Valencia: las palabras. La temporada está a punto de irse por el desagüe y el dueño bloquea la ilusión de los próximos años al pretender mantener a Neville y al tener a García Pitarch bajo libertad vigilada.

Si al propietario de Singapur parece importarle un bledo el naufragio del histórico club valenciano (puede tomarse otro té con Mourinho y Mendes para comentarlo), qué se les puede reprochar a los otros estamentos de la entidad. Los mensajes tras el encuentro del capitán, Paco Alcácer, invitan a la reflexión: «A lo mejor no somos tan buenos como parece». Se les había dicho a los jugadores, tanto el anterior entrenador (Nuno) como este, que eran buenísimos, grandes figuras del mañana. Alcácer, sin embargo, puso ayer el dedo en la llaga: quizá no sean para tanto y necesiten muchísima más humildad.

Rossi, justicia poética

El gol de Rossi tuvo algo de justicia poética. Delantero frágil físicamente y sutil en el juego, machacado por las lesiones primero y después por una madurez acelerada (solo tiene 29 años), el delantero italo-americano merece otra oportunidad. Se la dio la zaga de Neville cuando Juanfran lanzó un saque de banda muy largo. Lo cazó Rossi con una volea suave a un poste de Diego Alves. El lateral izquierdo lo celebró como si hubiese dado una asistencia. Lo fue gracias al desinterés de la defensa blanquinegra. El Levante hizo notar su ataque con los controles y caños de Morales, la visión de Rossi y los latigazos de Deyverson, un caballo salvaje con mucho potencial. Aunque donde ganó el Levante el partido fue en su centro del campo, aquilatado por Simao y Lerma, templado por Verza y Verdú y estirado por las carreras de Morales, que fluye más que juega. Cumplió en la meta Mariño, al rechazar un disparo cercano de Feghouli, y cerraron la zaga Medjani y Feddal, la pareja de centrales más solvente.

El centro del campo del Valencia había dimitido. Su principal referente, André Gomes, irrelevante ayer, presenta unos números paupérrimos en la temporada: dos goles y dos asistencias. Parejo vive en una confusión hamletiana sobre quién es y quién debería ser. Y a Javi Fuego le falla el físico. De repente, nadie sabe por qué Santi Mina ha vuelto a ser desterrado (sí, jugó mal contra el Athletic en Liga, pero venía de una exhibición en la Liga Europa contra el Rapid). Y Piatti no puede con el recuerdo de Cheryshev.

Enésima excusa de Gary

Más allá de la actitud de los jugadores, enésima excusa de Gary Neville, el problema del Valencia es de puro fútbol: ayer se vio cómo Diego Alves arrancaba la mayoría de las jugadas de su equipo con un lanzamiento a ninguna parte, un balón regalado al contrario. Ese fue el ideario ayer de un equipo que no creía en el anterior entrenador (Nuno) y tampoco cree en este (Neville), con unos números implacables: siete derrotas, cinco empates y tres victorias (14 puntos de 45).

La idea de Rubi

El Levante ha dado también muchos tumbos desde que Rubi asumiera el mando, pero al menos ha mantenido un plan original y ha elegido a jugadores para llevarlo a cabo (Verza, Verdú y Rossi). El conjunto granota quiere sobrevivir con el balón. Eso no le garantiza nada, pero si muere será con esa idea. Claro que debe reforzarla con una victoria fuera de casa, el próximo sábado en Riazor ante un Deportivo en horas bajas. El corazón granota vuelve a latir.