Roberto ya está otra vez en la carretera. Lleva su bici («es la más básica de Decathlon; me costó 150 euros») cargada hasta los topes. Llama la atención el cartel del manillar. Anuncia su próximo reto solidario. El 1 de abril partirá de València. Pedaleará hasta San Petersburgo y luego hasta Moscú. A la primera ciudad espera llegar el 15 de junio. Completará nada menos que 6.000 kilómetros solidarios.

Roberto Fernández tiene 31 años y estudió Ciencias Ambientales. Es vecino de la Pobla de Vallbona. Ahora se está preparando para su nueva gran aventura. Y esta semana ha pasado por la Marina Alta. El martes hizo noche en el cabo de Sant Antoni, en Xàbia. Y el miércoles por la mañana paró en un bar de Teulada a reponer fuerzas. Lo suyo no es solo pedalear. «También doy abrazos gratis», explica. Los abrazos y los kilómetros son solidarios. Pide donativos que van a la plataforma de crowfunding solidario «mi grano de arena». Ese dinero es para la ONG Volunteermap, cuya web es http://volunteermap.org/. «Llega a asociaciones locales de este país y se destina a proyectos educativos, a sanidad y a financiar clases de inglés».

El joven trotamundos ya sabe de sobra lo que es pedalear un día tras otro y buscarse la vida en otros países. Su primera aventura fue ir de Berlín a València en bicicleta. Repartió miles de abrazos. Y recaudó 2.500 euros para su proyecto solidario.

«No tengo ni una anécdota mala que contar. Al contrario, todo lo que me pasó en el viaje es bueno. La gente me hospedaba en sus casas y, a cambio, yo les cocinaba algo de España y les hablaba de nuestra cultura. Esta forma de vida me hace feliz».

La comezón de embarcarse en estos viajes solidarios en bicicleta puede con Roberto. A duras penas ha aguantado en Fallas en València. «Estaba deseando volver a la carretera. Y, antes de salir hacia Rusia, decidí bajar hacia Alicante. Y aquí me tenéis, ahora en Teulada», indica.

Las etapas diarias que realiza son de unos 80 kilómetros. Cuando llegue a Rusia, seguirá hacia Grecia y Turquía. «Y luego decidiré si continuo hacia Asia y me vuelvo a España».

Roberto asegura que esa vida de nómada solidario le ha liberado del estrés. Un día optó por rebelarse. «Pensaba que era una desgracia tener un trabajo poco cualificado. Estudié una carrera y luego ganaba 800 euros al mes. Pero, al final, fue una suerte tener ese trabajo precario. Me decidí a cambiar de vida y ahora ayudo a los demás y hago lo que me gusta».