Nunca habrían podido imaginar en 1998 dos destacados estudiantes de la Universidad norteamericana de Stanford que el germen de buscador que habían creado se iba a convertir catorce años después en una multinacional que factura 40.000 millones de dólares (30.000 millones de euros) con unos tentáculos que se iban a extender a todas las patas del sector tecnológico y que terminaría por sembrar un reguero de dudas que afectaría tanto al uso de la privacidad de sus propios usuarios como a la transparencia de sus cuentas.

Como en todas las empresas tecnológicas hay un garaje. El que ocuparon Sergey Brin y Larry Page, después de que Andy Bechtolsheim, fundador de Sun Microsystems y vicepresidente de Cisco Systems creyera en su proyecto y les firmara un cheque de cien mil dólares para desarrollar su motor de búsquedas, basado en un algoritmo matemático que permitía rastrear las páginas que había en la red, valorar la importancia de los enlaces y guardar la información en su base de datos. Un método, en su momento, que constituía un auténtico adelanto, teniendo en cuenta que uno de los grandes portales de la época, Yahoo, lo hacía basándose en editores que seleccionaban los sitios y la información de forma manual.

Google, el nombre que dieron al motor de búsqueda en 1997. se inspiraba en el término «googol», que describe un número compuesto por un 1 seguido de 100 ceros (diez elevado a cien). Y aquel proyecto en el que les acompañó Craig Silverstein —que terminó por convertirse en el primer empleado de la compañía— y su antigua casera, la señora Wojcicky —ahora vicepresidena de Gestión de Productos y millonaria— acabó en la bolsa en 2004. Google, cuyas acciones salieron en el índice Nasdaq a 85 dólares, al día siguiente ya valía 25.000 millones de dólares (19.000 millones de euros). Detrás, por supuesto, estaba la mano comercial de Bechtolsheim, encargado en un principio de poner un rumbo productivo y rentable a unproyecto basado en búsquedas gratuitas, para eso había realizado la inversión inicial. Porque una vez en bolsa, el camino lo debería marcar la rentabilidad de cara a los inversores. La visión altruista había desaparecido, y ya competía con compañías como Microsoft.

Y por el camino se fue sedimentando el crecimiento, que pasó del desarrollo de grandes ideas al talonario, con el que compraron YouTube —vídeos en red— por 1.650 millones de euros , Doubleclik —desarrollo de publicidad en internet— por 3.100 millones de dólares o Motorola —desarrollo de hardware— por 12.500 millones. Por supuesto, todas estas inversiones y la necesaria política de expansión necesitaban una rentabilidad económica que no rompiera el vínculo gratuito con los usuarios finales. ¿Y dónde encontraron la solución?. En la privacidad y su uso para comercializar una publicidad en la red que fuera lo más perfecta posible, dirigiendo los anuncios hacia el potencial consumidor, sin dispersar esfuerzos. ¿Y cómo se consigue? Conociéndole; sabiendo cuáles son sus gustos, a dónde quiere viajar, con qué tipo de personas se relaciona, que quiere durante sus momentos de ocio, qué estaría dispuesto a comprar...

Y para Google todas estas preguntas tienen una respuesta directa que se la facilita el propio usuario con plena confianza, desconciendo, en la mayoría de las ocasiones, que hay alguien —aunque sea una máquina capaz de analizar conceptos mediante algoritmos matemáticos—al otro lado sintetizando y almacenando toda la información. Por ejemplo, si se usa su herramienta de búsqueda Google, cada usuario facilita, a través de su IP, los sitios que visita, lo que le interesa, si busca un billete de avión o un reloj, si le interesa ir al cine o al teatro...

Pero si además cuenta con un correo electrónico de Gmail asociado, sus mensajes pasarán por otro algoritmo matemático capaz de distinguir conceptos y obtener información de los contactos, las necesidades, lo que le interesa al usuario,.. Y no acaba ahí, porque si el usuario también accede a YouTube, dejará huella de sus gustos musicales, cinematográficos...

Además, en el momento en el que se conecte con un teléfono inteligente («smartphone») que disponga del sistema Android, desarrollado por Google, también dejará información sobre las aplicaciones que le interesan, incluso dónde se encuentra si utiliza el sistema de localización por GPS, dónde quiere ir,.. Si a ello le sumamos el Google Calendar, dejará huella de las citas, las personas con las que se relaciona,.. Y así uno detrás de otro de los numerosos servicios gratuitos que ofrece al usuario.

Alejandro Suárez, autor del libro «Desnudando a Google», lo define como una especie de ojo que todo lo ve. «Orwell —señalo en una entrevista reciente publicada por Levante-EMV—, que escribió «1984» hace sesenta años, nunca pudo imaginar que llegaríamos a tanto. Si hoy —indicó— su ´gran hermano´ buscara trabajo en Google, solo sería un becario de primer año».

No es para menos teniendo en cuenta que en la actualidad, la compañía con sede en Mountain View, cuenta con información de casi mil millones de usuarios de todo el planeta que utiliza para realizar un eficaz filtro que permite personalizar la publicidad que la propia multinacional comercializa en la red a través de todas sus herramientas —buscador, correo electrónico, YouTube,...—. Para ello adquirió la empresa Doubleclik.

La posición dominante en la mayoría de los mercados y de las áreas en las que se mueve permiten a la compañía facturar cifras astronómicas en publicidad, números que se guardan como un auténtico secreto.

En el caso de España, teniendo en cuenta el último informe realizado por Infoadex, las estimaciones hablan de 368 de los 460 millones facturados en internet durante 2011, una cifra imposible de confirmar puesto que la compañía se niega a hacer comentarios sobre aspectos económicos y además, la mayor parte de su facturación publicitaria la realiza a través de la sede de Dublín, donde centraliza la mayoría de las operaciones europeas aprovechando los beneficios fiscales irlandeses —sólo se paga un 12,5 %— respecto a otros países europeos.

De hecho, las cuentas de Google Spain, una sociedad limitada unipersonal con 86 empleados, constituida con un capital social de 3.006 euros, presentaron en 2010 unas pérdidas de 639.499 euros pese a declarar unas ventas de 26 millones. Unas cifras que contrastan con el año anterior, 2009, cuando con una facturación inferior, de 18 millones, declararon un beneficio neto de 23.457 euros. Y aún más con las presentadas en 2008, donde el resultado neto fue de 321.772 euros con una facturación de 17 millones. La Agencia Tributaria ya ha inicido una inspección.

Pero el dinero de la facturación procedente de España y del resto de Europa no se queda en Irlanda. Según desveló Bloomberg, la compañía utiliza una estrategia conocida en círculos financieros como «double irish», que consiste en traspasar el dinero desde Irlanda a otra sociedad en los Países Bajos, donde aprovechando una especie de moratoria fiscal de 48 horas, se vuelve a transferir a otra sociedad en las Islas Bermudas. Esta estrategia, que utilizan otras multinacionales norteamericanas, habría permitido ahorrar a Google alrededor de 3.100 millones de dólares en impuestos en los últimos tres años y rebajar incluso el tipo sobre la mayoría de sus beneficios al 2,4 % . El organismo supervisor de los mercados norteamericanos SEC abrió una investigación sobre esta práctica que posteriormente cerró sin más consecuencias. La legislación norteamericana permite trabajar a la compañía de Mountain View en Europa, Oriente Medio y África a través de una licencia tecnológica y de derechos, al entender que deberán pagar las elevadas tasas norteamericas cuando el dinero vuelva a entrar en los Estados Unidos.