Es el monstruo del lago Ness, la criatura dantesca del doctor Frankenstein, la Cosa. La euroestrategia del Gobierno de Mariano Rajoy ha triunfado, España se ha convertido en el Hellraiser con el rostro económico cubierto de agujas y aterroriza en Bruselas a sus socios, que comparten la moneda más repudiada en la historia moderna del Viejo Continente. España es el cuchillo de doble filo que se ha dejado caer. «Once días desde que Madrid anunciara que necesita un rescate bancario y ni un solo detalle sobre la operación. Aterrador», tuitea Peter Tchir, de TF Market Advisors.

«Lo de Grecia puede gestionarse en el corto plazo si hay voluntad política para proveer financiación. No podemos decir lo mismo de España, donde el crédito a diez años ha superado la barrera del 7% de tipo de interés, el de a dos años la del 5,5%, y el gobierno se mantiene en una vía insostenible», explica Keith Wade, jefe economista del fondo de inversión Schroders.

«La deuda soberana de España podría superar el 90 % si se añade el rescate de los bancos. Lo terrible es que la economía española es equivalente a las de Irlanda, Portugal y Grecia multiplicadas por dos. Si España fracasa, fracasa el euro», dice Dan Morris, analista del banco internacional JP Morgan.

«La Unión Europea no ha llegado a un acuerdo sobre compras de bonos del Estado, España no ha pedido formalmente ningún rescate, y nadie sabe a ciencia cierta de dónde saldrán los millones de euros que necesita. Como si no hubiera prisa, moriremos todos de muerte súbita», escribía un agente de bolsa en una línea privada de conversación minutos después de que el gobernador adjunto del Banco de España, Fernando Restoy, y el secretario de Estado de Economía, Fernando Jiménez Latorre, informaran el jueves de los resultados de una evaluación independiente de la banca española. A cargo de las consultoras Oliver Wyman y Roland Berger, que han cobrado dos millones de euros, hoy sabemos que las entidades del sistema bancario español podrían llegar a perder hasta 62.000 millones de euros en el peor escenario de la recesión. Pero en los mercados del capital se desconoce el monto final del préstamo, cómo participará el Fondo Monetario Internacional, o el Banco Central Europeo o la Autoridad Bancaria Europea. ¿Cuántos meses de espera hay por delante? ¿En qué términos se hará el rescate? ¿Por qué el ministro de Economía Luis de Guindos no aclara cuál es el plan de salvamento de las finanzas públicas?

Los inversores han dejado de sentirse decepcionados en el mejor de los casos, o simplemente enojados. Ahora tienen miedo.

Nick Gartside, de JP Morgan, se hace eco: «desde la perspectiva de los mercados de renta fija, España es un mercado mucho más grande que Grecia y es de lejos la fuente más importante de preocupación. España está sufriendo tres debilidades principales: sus finanzas públicas (el déficit presupuestario español sigue al alza en revisión), la fragilidad de su sistema bancario, y el estrés de la deuda soberana. Con cada uno de estos puntos débiles se refuerza negativamente en los demás. España parece frágil».

Armas de Rajoy

El pulso con Merkel. De alguna manera, la chancellor alemana Angela Merkel ha encontrado en España la horma de su zapato. El resultado del choque, a tenor de las reacciones de las bolsas, ha sido feo, hundiendo el futuro del proyecto del euro en aguas más profundas que nunca antes. Los contrarios a la unión monetaria europea estaban destinados a chocar contra la pared por enfrentarse a la opinión general, o por lo menos así se les pintaba en el pasado de la ya rota tradición política moderna europea. Eran los que protestaban, los defensores de la vuelta a las identidades monetarias tribales que se negaban a abrazar el nuevo sistema. Sin embargo, la desastrosa gestión de la crisis crediticia en la zona euro puede obligar a los rebeldes y las autoridades a intercambiar posiciones: los responsables políticos del euro podría convertirse en activistas peligrosos que nos llevan a la depresión económica, mientras que la de los euroescépticos sería la apuesta razonable. El indescriptible esquema para inflar con 62.000 millones de euros el comodín que el Gobierno español utilizará en el reflote del sector bancario del país es la última herida infligida a la moneda común.

Tenía que ser un país obstinado, demasiado grande para ser intervenido como España el que impulsara el debate que realmente importa, no obstante: la austeridad, sin contrapesos, no funciona. España no va ni puede ir por el camino griego, irlandés y portugués sin pelear. La versión oficial del gobierno del presidente de Rajoy es que la economía española mantiene las fortalezas suficientes como para atravesar su particular túnel de la recesión y encontrar la salida sin ser empujado desde Bruselas o desde Berlín. La inyección de capital que el ministro de Guindo podría reclamar la semana que viene levantará una cerca de protección alrededor de las empresas y el mercado laboral que evitará el contagio de los bancos podridos, que son el 30 % de toda la industria. Nada más. Y el crédito fluirá una vez más, y la actividad productiva crecerá una vez más, y las recientes reformas habrán cortado los excesos del presupuesto público.

La lógica de la Moncloa

A pesar de las bofetadas secas de las bolsas, los participantes en los centros financieros internacionales aceptan en buena parte la lógica de la Moncloa. En una nota a inversores, Barclays Capital indicaba esta semana que «los bancos españoles han recibido un rechazo desproporcionadamente fuerte en los mercados. Por supuesto, no tomamos a la ligera los problemas bancarios en España, pero los economistas europeos y analistas han revisado los datos varias veces y se estima que la magnitud del agujero de capital es eminentemente manejable y, a diferencia de Irlanda, es muy poco probable que sea lo suficientemente grande como para desestabilizar las finanzas públicas».

Días antes de que el ministro de Guindos subiera al palio para hablar de un plan de rescate que no era no nacional sino exclusivamente bancario, la agencia calificadora Standard & Poor 's respaldó sus cálculos. En el peor escenario, los analistas de S&P señalaron que no revisarían el grado de inversión de España a causa de la ayuda externa a sus bancos. También dijeron que había una probabilidad del 60 por ciento de que haya una disminución moderada del producto interior bruto español, entre 0,5 y 1,5 puntos porcentuales, en lugar de caídas dramáticas de las que los agoreros más escandalosos se jactan. Con todo, la mayoría de los comentarios en la City de Londres, el barrio financiero y capital inversionista de Europa, reconocen que los esfuerzos del gobierno español y de Bruselas son de corto recorrido.

Interrogantes en la operación

En las palabras de la gerente del departamento de renta fija en Kames Capital, Sandra Holdsworth, «como siempre ocurre con las decisiones políticas en la Unión Europea, se abren más preguntas que se responden, mientras que nadie contesta sobre los interrogantes que importan de verdad. Las implicaciones inmediatas para los bancos en España es que ésta es una buena noticia porque finalmente, se abordan los problemas de descapitalización mientras las pérdidas en los préstamos aumenten. Pero la situación de la deuda soberana y cómo afectará a los titulares de bonos del gobierno español no está nada clara».

Es una de las muchas sombras que penden sobre todo el asunto. En España se deteriora la economía y el acceso al crédito internacional, y el peligro de implosión de la zona euro entera se cierne sobre Madrid y Berlín, y nadie da su brazo a torcer. Pero la actitud de España ha dejado las cartas boca arriba sobre la mesa. Chris Towner, director de la firma HiFX de comercio de moneda extranjera, lo resume así: «este cara a cara ha durado lo suficiente como para que la Unión Europea deje de esquivar las soluciones de gran alcance y se trace un plan conjunto. Unión significa estar unidos y la Unión Europea debe poner la carne en el asador, es decir, dinero, y crecer hacia unos Estados Unidos de Europa. Los mercados ven cualquier otro movimiento con escepticismo. El euro se comporta como un adolescente aburrido, rebotando en este trampolín de los rescates individuales, pero ya es hora de que madure».

España podría pasar a la historia como un gesto de madurez, después de todo. Una deuda es responsabilidad del deudor tanto como lo es del prestamista. Si Alemania respondiera de manera inequívoca por una vez a la incógnita de qué será la Unión Europea, el desafío del ministro de Guindos le convertiría en el héroe improbable que el euro necesita desesperadamente.