Soy machista. Y estoy enamorada. Espero, a estas alturas, ya haber llamado su atención. Lo peor „por difícil„ de escribir un artículo es arrancarlo. El folio en blanco impone. Puede que otro de los hándicaps mayores sea elegir el tema a tratar. Así que voy a escribir lo que he bautizado como un artículo Rayuela. Salvando las incontables distancias con el maestro Cortázar, serán cuatro párrafos independientes que pueden leer por orden o de forma aleatoria.

Machismo y cultura. Descubrí que era machista el Día internacional de la lucha contra la violencia de género. En la presentación de la campaña de sensibilización contra esta lacra, los alumnos de un instituto salieron a explicar que no hay que consentir que a las mujeres se las piropee por la calle. Y ¿qué quieren que les diga? A mí me gusta que me llamen guapa. Aunque eso no sea lo más importante „al final todo se cae„ o se ajuste o no a la realidad. Siempre que no sea grosero, soez y de mal gusto, adoro un piropo. Y no por ello creo que una mujer sea en nada inferior a un hombre ni que lo primordial sea su envoltorio. En el mismo acto, se representó una obrilla teatral que pretendía ridiculizar a los Romeo y Julieta shakesperianos. Sepan que morir por amor es machista; que ellos representan a la perfección los estereotipos del heteropatriarcado. Y que Romeo nunca sacó a Julieta a pasear por Verona „me pregunto si nadie cayó en que ese reproche puesto en boca de ella puede trasladar el mensaje de que para salir a pasear una mujer necesita al hombre que la saque. Si el tío Will era machista, igual es que no hemos entendido el maravilloso retrato de las pasiones humanas que hay delante: amor adolescente y rebeldía ante dos familias enfrentadas en un momento de la vida en que todo se lleva al límite. Ningún maltratador pega a su mujer por haber leído a Shakespeare. Más bien por todo lo contrario.

Huelga de padres. Seguimos conociendo casos de agresiones a niños en los colegios mientras los padres hacen huelga de deberes. Resulta que al crío le apuntamos a música, tenis, inglés y natación para que tenga las tardes ocupadas, pero no podemos dedicar un rato a reforzar lo aprendido en clase. No vaya a ser que le enseñemos lo que es tener una obligación. O que el criterio del profesor ha de respetarse. Tenemos hijos para que los críe y eduque otro. Creamos pequeños dictadorzuelos que creen que pueden hacer lo que quieran. Luego nos extrañamos de ver a muchachas de 13 años ingresadas en los hospitales con comas etílicos después de una juerga el fin de semana. Y la sesuda pregunta que se nos ocurre hacer es que cómo llegó el alcohol a la menor. Cuando la cuestión fundamental es cómo llegó la niña al vodka.

Bises. Segundas partes nunca fueron buenas. Posiblemente con alguna excepción, entre las que incluiría El padrino, con un inmenso Al Pacino. Aún así, El padrino siempre será Vito Corleone, Marlon Brando. Y eso es algo que, en política, muchos aún no son capaces de entender. Aplicable a Pedro Sánchez „que se lanza a la reconquista de un PSOE al que ha dejado en los huesos„ Nicolas Sarkozy „que cayó en primera ronda al intentar liderar de nuevo la derecha francesa„ e incluso a Hillary Clinton „que ha intentado apoyarse en su apellido hasta que ha perdido ante un Donald Trump por el que nadie daba un duro antes de ser candidato. No aprender de los errores, aunque sean ajenos, nos condena a repetirlos.

Varas de medir. El azar es caprichoso. Ha querido que Rita Barberá y Fidel Castro mueran la misma semana, para que no dé tiempo a que se nos olviden las reacciones de unos y otros ante las dos pérdidas. Uno se muere y se acaba. Lo bueno y lo malo llega a su fin, nos guste más o menos. Lo dijo Ortega Lara sobre Bolinaga, uno de los que le mantuvo en el zulo: «Descanse en paz, punto y final». Es dudoso que la corrupción política sea desligable de la moral. Y algunos son muy libres de pensar „con mayor o menor respeto a la presunción de inocencia„ que hay personas que no merecen homenajes póstumos. Lo que es menos coherente es que cuatro días después sean los mismos que elogian la figura de alguien quien, como mínimo, tiene el dudoso honor de ser el responsable de que en Miami haya una colonia de compatriotas que han tenido que huir de Cuba. Creo que se puede ser de izquierdas y anticastrista, aunque a algunos les colapse el cerebro al intentar entenderlo. Al final, una supone que debe de ser una cuestión de elasticidad de criterios a la hora de juzgar quien merece honores. Aunque tal vez convendría antes recordar una cosa: Barberá „que sepamos„ no tenía las manos manchadas de sangre.