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Julio Mas Alcaraz

‘Ritual del laberinto’ posee una deslumbrante fuerza expresiva, más que por sus reiteraciones, por su insistencia y su eficiente tenacidad.

Julio Mas Alcaraz

Casi cincuenta años después de que Jenaro Talens publicara su excelente Ritual para un sacrificio, aparece éste otro Ritual, del cineasta y traductor madrileño Julio Mas, que es un texto articulado en fotogramas como una narración cinematográfica en verso, en la que hay un diálogo de personas y tiempos, un confesado feminismo («Hay una mujer crucificada en el reverso de cada cruz»), una condena de la destrucción del medio ambiente y de la especulación capitalista, que lo aproxima a la posición política de los verdes en Alemania, y una profunda e inteligente revisión de la guerra civil («Somos el humo de una guerra mal apagada»). Pero, aun siendo importantes como lo son sus temas, lo novedoso de su texto son el estilo y las formas empleadas: la diversidad de los enfoques, las voces de las personas narrativas, la combinación de poemas en verso con otros -algunos de ellos, magistrales- en prosa, la economía de lenguaje y las características que Jordi Doce en su inteligente epílogo enuncia: «mezcla personalísima de precisión y voluntad metafórica, brevedad aforística y sentenciosa y desbordamiento expresionista», unido todo ello, más que a «una rima semántica», a otra, de naturaleza metonímica. Lo que hace de este libro algo verdaderamente insólito en nuestro panorama poético nacional. Ritual del laberinto merece la máxima atención y comentario por su idea y sentido de la composición, su concepto del poema, su calidad lingüística y la depurada técnica empleada.

Traductor de Ashbery, se le nota su conocimiento de la escritura del poeta norteamericano, y no sólo de él: de la poesía en lengua inglesa en general, como queda patente en el cuarto verso del primer poema del libro, en el que se advierte la huella de un motivo de Larkin, recogido también por Ricardo Defarges. Las focalizaciones de las que muchos de sus poemas parten no son anécdotas sino indicios -en el sentido barthesiano- que sirven para colorear la situación que crean. Su adecuado uso del aforismo y la fragmentación aumentan la intensidad de lo dicho a la vez que actúan como elemento nemotécnico, que facilita su recuerdo: «El tiempo había sido más lento que la vida». Descripción y crónica de una época triste, aquí poéticamente rememorada, que se inserta, por derecho propio, en la memoria histórica, que ahora se intenta rescatar. Por lo que no es un libro de evocaciones líricas sino comprometido, en el que hay referencias que recuerdan otras descritas por Félix Grande o cantadas por Raimon, sin que por ello deje de asomarse también a los abismos metafísicos: «El ser es un ensayo de lo que, imperfecto,/ se pronuncia como si fuera una profecía» o «El ser/ es el tiempo en su final». Con un sabio dominio del ritmo -sobre todo, en los poemas en prosa, que acaso son los que mejor domina- Ritual del laberinto posee una deslumbrante fuerza expresiva, más que por sus reiteraciones, por su insistencia y su eficiente tenacidad. Algunas veces («Están las barcas sumergidas,/pero amarradas igual que caballos sumisos») nos recuerda a Altolaguirre («Las barcas de dos en dos,/como sandalias del viento, puestas a secar al sol»); otras, al Alberti del exilio (como en «Como si nada hubiera sucedido»). Julio Mas Alcaraz sabe que «Todo recuerdo puede/volverse una revelación». Y, en este libro, hay muchas: como también hay crítica económica, política y social.

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