Cuando te gusta realmente tu trabajo, la vuelta de vacaciones no es el drama del que se habla en ocasiones. En mi caso, el regreso al trabajo y el reencuentro con los compañeros siempre me ha parecido un momento especial. Salvo excepciones. Y una de ellas es el típico compañero que se empeña en contarnos a todos los demás el relato pormenorizado de todas y cada una de las anécdotas de su viaje. Este año nos ha tocado conocer las aventuras y desventuras de su visita a la Riviera Maya y debo decir que, escuchándole, me acordé de la profecía de los mayas sobre el fin del mundo con la que los medios de comunicación asustaron hace unos años a media humanidad y que, como ha ocurrido en ocasiones anteriores, finalmente quedó en agua de borrajas.

La profecía maya que nos volvió a contar nuestro compañero me recordó la cantidad de momentos en la vida en los que suena la alarma porque todo parece irse al traste y cómo todo sigue igual a pesar de cumplirse los plazos. ¿Cuántas veces se nos ha dicho que la situación de Grecia arrastraría al abismo a toda Europa? Pues bien, vamos ya por el tercer rescate de la economía helena y la vida sigue sin haber llegado al apocalipsis.

Después vino China y las caídas generalizadas de sus bolsas. De nuevo el fin del mundo para la economía y de nuevo se pasó a la normalidad sin que ya nadie vea un riesgo de colapso en la economía asiática. El desplome del precio del petróleo también hizo saltar todas las alarmas. Una vez más se acercaba el final para una forma de entender la economía y una vez más se ha producido una adaptación a la nueva realidad que ha dejado las alarmas en simple alarmismo.

El Brexit y sus consecuencias económicas han sido las últimas profecías desmentidas. La intención del Reino Unido de abandonar la Unión Europea presagiaba un escenario macabro en el que la economía colapsaría y poco menos que retrocederíamos a la prehistoria. Nada más lejos de la realidad. Sería absurdo pensar que cualquiera de estos eventos no tiene repercusiones económicas, pero la historia nos demuestra que, en la mayoría de las ocasiones, los resultados no son tan negativos como se anticipan. ¡A Dios gracias!

En España, sin ir más lejos, también se auguraron las peores consecuencias ante una falta de Gobierno y, sin embargo, ya llevamos más casi un año de interinidad y la economía continúa avanzando. ¡El mundo sigue girando! La economía y los mercados continúan funcionando, pero por el camino quedan como víctimas todos aquellos inversores que se hayan precipitado y se hayan dejado llevar por el pánico. Una vez más, el largo plazo nos aporta una perspectiva más serena que si nos atenemos a los eventos puntuales. Y es que el miedo nunca ha sido buen consejero.