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Entrevista | Antonio Lizana

"El público flamenco es más purista que el de jazz"

Tan saxofonista de jazz como cantaor flamenco. Lo suyo supera la fusión para alcanzar el grado de bilingüismo.

Antonio Lizana, el pasado martes, en el Jimmy Glass de Valencia. antonio porcar

­­Antonio Lizana es un joven músico gaditano que se empeña en hacer la vida difícil a los periodistas que gustamos de poner etiquetas. Podríamos decir que es un saxofonista de jazz con la misma veracidad con la que podemos calificarlo como cantaor flamenco. Su fusión va un paso más allá para alcanzar el pleno bilingüismo. El martes pasó por el Ciclo 1906 del Jimmy Glass para presentar esta inédita y atractiva propuesta que se reflejará pronto en un segundo disco basado en composiciones propias. Lizana ha tocado en Nueva York con la banda de Arturo O´Farrill, hijo del mítico Chico O´Farrill, la Afro-latin-jazz. Ha trabajado igualmente con artistas y grupos como Guillermo McGuill, Samuel Torres, Ana Salazar, Patáx, Big Band de Andalucía (dirigida por Zé Eduardo), Big Band de Las Palmas (dirigida por Francisco Blanco Latino), Los Aslándticos, EA!, Maita Vende Cá o Mario Díaz y ha colaborado con artistas como Miguel Ríos, Chambao, Raimundo Amador, David de María, Juan Valderrama, José Mercé, Nuria Fergó, Juan Parrilla o Rancapino.

¿Cómo llega uno a convertirse en cantaor flamenco y saxofonista de jazz?

Empecé a tocar el saxo desde la niñez en el conservatorio. En Cádiz, con 14 años, empecé a tocar con grupos de flamenco de la zona, haciendo los coros con el saxo. Fue en esa época cuanto empecé a contactar con el mundo de la fusión flamenca pero sin abandonar mis estudios de saxo clásico. Fue a los 20 cuando me decidí a estudiar el grado superior de jazz en Musikene, la Escuela Superior de Música del País Vasco. En este período me metí a fondo a estudiar jazz y abandoné un poco el flamenco hasta el proyecto de fin de grado, que decidí hacer con temas propios, compuestos por mí que me salían de forma natural con mucha influencia del flamenco. En un principio pensé en la posibilidad de meter a cantantes en mi grupo pero me animé a cantar yo mismo ya que componía a medida para mí. Así el proyecto fue creciendo y empecé a estudiar cante en profundidad e incluso he llegado a hacer cosas como cantaor solo. Vamos, que me han dicho «hoy no hace falta que traigas el saxo».

Desde luego, eso sí que es una fusión completa, ya que hablamos de un saxofonista completo y un cantaor completo en la misma persona.

Uno nunca llega a aprender completamente ninguna de las dos facetas. Son dos mundos enormes que requieren casi una vida entera. Pero, en fin, el caso es que es así. Un día estoy transcribiendo a John Coltrane y otro día estoy sacando cosas de Camarón.

Debe tratarse de un caso único.

Yo no he conocido a nadie más que haga estas cosas.

Lo que sí hay, sin embargo, es una larga tradición de fusión del jazz y el flamenco, ¿cómo es que ligan tan bien los dos géneros?

Si hablamos de Coltrane, por ejemplo, su forma de acometer los temas modales tiene un reflejo parecido en como funciona la improvisación en el cante jondo. Es como un acorde que va sonando y melodías que se van improvisando encima que tiene, en ambos casos, algo de espiritual. En los palos más alargados, como puede ser una seguidilla o un martinete funciona de manera parecida, hay una armonía modal en la que el cantaor va rebuscando. Esto pasa sobre todo en la época más significativa de Coltrane, como la de A love supreme. Además, el flamenco, que rítmicamente es muy potente, agradece mucho la armonía del jazz. Hay varios enfoques válidos, como el que realizaron Marc Miralta y Perico Sambeat en los 90, consistente en tocar standards de jazz con ritmos flamencos. Pero también puedes hacer lo contrario, una melodía de guitarra flamenca rearmonizada.

Habiendo tanta literatura, ¿ha escogido alguna referencia para sus composiciones?

Un poco de todo, pero sí es verdad que en mi adolescencia yo era muy aficionado al sexteto de Paco de Lucía, que era un grupo esencialmente flamenco pero con improvisaciones jazzísticas como las de Jorge Pardo, que se ha convertido en una de mis referencias absolutas, tanto ahí como en su trío con Carles Benavent u otras colaboraciones como la de Chano Domínguez. Pero a partir de esta primera influencia yo busco más tanto en el flamenco jondo como en el jazz más tradicional haciendo mi misma mezcla de elementos

¿Qué publico recibe mejor esta fusión, el del jazz o el del flamenco?

Buena pregunta. Por suerte, esto va calando tanto en un mundo como en otro. Pero sí creo que el mundo del jazz está más abierto a que se prueben cosas nuevas que el del flamenco. La mayoría de las fechas que cierro son de festivales de jazz y ninguno de flamenco. Es algo que pasa a nivel institucional pero que no pasa a nivel de compañeros, donde existe una admiración mutua. El debate sobre el purismo existe en todas las músicas pero en el flamenco parece que últimamente se valora un tradicionalismo muy acusado. Es difícil encontrar cantaores que se arriesguen.

¿Cómo valora el tener que haber atravesado el país para encontrar una escuela de música que ofreciera lo que estaba usted buscando?

Fue un cambio radical, de todo tipo. Incluso de manera de vivir, porque en Cádiz además hay una idiosincrasia muy marcada. Pero los cambios son buenos. Estoy seguro de que si me hubiera quedado en Cádiz no hubiera hecho jamás este grupo. De hecho la mayoría de ellos son compañeros de Musikene.

Además de cantar compone la música y la letra de sus canciones.

Siempre me ha gustado decir algo con las canciones. Ahora estoy incorporando un punto de improvisación, con soleás que son palos mucho más abiertos y alargados.

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