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Escif o el asalto artístico de los muros de la calle

De la calle de Valencia a la de múltiples ciudades del mundo, el artista Escif ha editado un libro bajo crowdfunding que se ha convertido en superventas

Escif o el asalto artístico de los muros de la calle

Madre no hay más que una y a ti te vi por la calle, versión libre de un dicho que me sirve para presentar la obra de Escif, un muralista que asalta las calles de muchas ciudades, evitaré el término país en días de fiebre foralista. Así, siguiendo su libro Elsewhere. An Escif Solobook (Valencia, www.streetagainst.com, 2015), encontramos obras en Dakar, Besançon, Niort, Tudela, Albacete, Valencia, Zagreb, Anywhere, Nowhere, Elsewhere, Ponta Delgada, Grottaglie, île de Ré, Katowice, Mallorca, Melilla, Moscú, Módena, Nápoles, Praga, Vila-Real, Roma, Stavanger, Sapri, Cerro de Pasco, Cholula, Ciudad de México, Montreal, Atlanta, Los Ángeles, Death Valley, Miami, San Francisco, Baltimore, Charleroi, Fanzara, Chera, Barcelona, Ordes, Madrid, San Petesburgo, Horsen, Aalborg, y seguro que olvido algún lugar referido en este libro impreso gracias a la contribución de 370 personas, a través de una campaña de financiación colectiva, y devenido el libro más vendido en nuestra ciudad durante este año.

No es de extrañar si tenemos presente que Escif ya aparece en la película candidata a Óscar, realizada en el año 10 por Banksy, ese mago del arte callejero que lo convierte todo en oro, como ha vuelto a ocurrir con el parque temático Dismaland construido durante este año de manera provisional en territorio británico, en el que ha vuelto a colaborar Escif, y ahora andan empleados en levantar una Dismal aid en el campo de refugiados Jungle (Calais, Francia) con la recaudación de las entradas obtenida con Dismaland. Obvia decir que en tan buena compañía, al margen de la calidad de la obra, Escif se encuentra situado entre los artistas callejeros más reconocidos.

Quien se acerque al libro, lo comprenderá a las pocas páginas. Además de verse avalado por gente de la altura de Santiago Sierra, defensor de nuestro pabellón en la Bienal de Venecia, que luego se negó a aceptar el Premio Nacional de Artes Plásticas; Hakim Bey (autónomo a tiempo parcial, entenderá esto quien haya leído su T.A.Z. The Temporary Autonomous Zone. Ontological Anarchy. Poetic Terrorism. Brooklyn, Autonomedia, 1996, que es el ejemplar que tengo en mi biblioteca); y Santiago Alba Rico, un reputado pensador que contribuye con un análisis muy preciso sobre cómo es nuestra sociedad actual, para presentar una obra como la de Escif que se esparce por donde puede con la intención primera de hacerte ver que no todo está en su lugar y que los sitios por los que andas son menos neutrales de lo que parecen y arrastran un origen bastardo que lo confunde todo para que sigas desorientado. Frente a ello, y con simples détournements (un concepto acuñado por los situacionistas, tal vez los primeros en realizar psicogeografías a través del urbanismo de nuestras ciudades, para verlas de otro modo a como habían sido trazadas), con esos pequeños giros en la significación de las cosas, nos desvela lo que está latente y que, en verdad, está también en la superficie, pero muy oculto. Esos juegos, que este muralista de línea clara borda, enriquecen nuestra observación, hoy que ya solo registramos con nuestros telefonitos y no vemos.

En el contexto en que nos encontramos, si pinta una moto clásica y sobre ella rotula: VENDO MOTO, no tardas mucho en comprender que te están vendiendo la moto; o cuando al Hombre de Vitruvio de Leonardo lo inscribe en un euro (uno de sus motivos más recurrentes) y lo titula MEDIDAS ECONÓMICAS, tampoco cuesta atar cabos. Tengo debilidad por su BLACK PANTHER, al que pone el rostro del gato Félix, porque era uno de mis dibus favorito, pero me deja sin palabras cuando, tras pedir una pared para intervenir en Horsen (Dinamarca) el propietario le manifiesta su molestia con la pizzería turca paredaña, a lo que Escif responde pintando un clon de la fachada de la pizzería sobre la pared libre del edificio: ¡Chapeau!

Todo el libro mantiene un ritmo que trasciende el catálogo o el libro ilustrado en boga, para aclarar una obra de por sí meridiana que esconde una amable carga de profundidad.

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