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Escritores valencianos locos por el thriller

Cosecha negra

Cosecha negra

El auge de la novela negra es imparable. Hasta los novelistas más circunspectos se aprestan a poner su grano de tinta en el género. Sin embargo, las hidras de la ambición y el negocio llegan hasta el punto de intentar resucitar autores; se trata de seguir haciendo caja al socaire de la irresistible popularidad del policiaco. Chandler y Larssen deben estar tirándose de los pelos.

La afición al género no es ninguna novedad: el hard boiled siempre existió desde Poe e incluso antes. Con los folletines serializados del siglo XIX, precursores del culebrón moderno y la técnica estilo coitus interruptus de la novela policial. El thriller moderno tiene sus leyes: nada de enigmas de largo recorrido que se resuelven al final, a lo Christie o Conan Doyle; ahora, cada capítulo debe ser de infarto. Y con mucha sociología. Una hecatombe en sí mismo. Para seguir enganchado.

Y nada engancha más en este mundo en que vivimos que las historias desagradables. Más eficaz que pan y circo: sucesos y deportes. Recientemente, un periodista llevó su manuscrito a una importante editora multinacional; el thriller de sus sueños en 150 páginas. Los ejecutivos de la editorial le llamaron poco tiempo después: lo suyo es bueno, amigo, le dijeron; pero debe cambiarlo por completo para que sea rentable. ¿Cómo?, preguntó el escritor atónito. Muy sencillo. Para empezar, y por si aun no se ha enterado, las únicas que leen en este país son las mujeres, así que haga que su personaje principal sea femenino; luego está el sexo, ha de meter mucho de eso, trata de blancas, pederastia, y palizas, si es posible. Y si añade descuartizamientos y terrorismo, no le digo nada.

Es la famosa fórmula de las tres eses: sangre, sudor y semen. Para Bernardo Carrión, codirector del festival de género VLC Negra, «si no tienes las tres eses no te comes un torrao en este negocio».

Así que si usted, querido lector, quiere ponerse a la faena, solo tiene que abrir las páginas de sucesos de un diario. Verbigracia, un titular cualquiera: «Acusada de tirar su bebé al váter». Y debajo, la noticia, o sea, un argumento: «un juez decretó prisión provisional sin fianza para una mujer acusada de arrojar al bebé que acababa de tener dentro del váter del local de alterne donde trabajaba como prostituta». Una vez más, la realidad se impone sobre la ficción. Sucedió una madrugada en Alginet. Es l´Horta, amigos, tierra abonada con la sangre, el semen y las lágrimas de muchas historias. Y tenemos una legión de buenos narradores para contarlas.

Hace poco le preguntaron al superventas John Verdon, cómo era lo suyo y contestó: «Hubo un tiempo en que no dejaba de leer thrillers. Entonces mi mujer me dijo: si dices que sabes cómo funcionan, ¿porqué no escribes tu uno?». Así fue. El autor de Controlaré tus sueños, aplicó el código, el canon, y lo ha conseguido. Claro que lo difícil es el talento, ahí no hay técnica que valga.

Russafa, 20 horas. Noviembre. Interior del Sportin Club, calle Sevilla. A poco metros de la librería Cosecha Roja. Frente a una tarima improvisada, y acompañado de dos escritores amigos, el valenciano Jorge Juan Martínez (Valencia, 1966), concluye la presentación de su premiada novela negra Ángulo muerto. Una historia basada en el asesinato de una prostituta de lujo eslava en el barrio de Cánovas, supuestamente por un señorito santurrón. Un caso real que nunca fue resuelto.

Jorge es guionista y este es su primer thriller. Su novela tiene mucha sangre pero él se enjuaga esa tarde una lágrima. Se acuerda de cuando empezó. «Cuando le dije a mi padre que quería escribir, contestó, ´Si no hay más remedio, hazlo, pero procura escribir historias de vaqueros o de crímenes, eso te dará dinero, hijo´».

Jordi siguió el consejo. No hay dinero, pero si entusiasmo. Forma parte de una nueva generación de escritores valencianos que han entrado a saco en la novela negra con resultados espectaculares. La lista es larga, Jordi Llobregat y su premiada El secreto de Vesalio; Emili Piera y su reciente thriller económico L´any del devorador, Xavier Aliaga y su Dos metres quadrats de sang jove; Valentín Vañó, Barnardo Carrión, Ramón Palomar (Nancy, 1965) y su Setenta kilos, sobre el muy actual asunto de la farlopa en la ciudad; Esperanza Camps, Ana Moner, Juli Alandes (Castelló de la Ribera, 1968) con Crónica negra, Esperanza Camps, entre otros.

En la página web Gub, José Antequera, completa el «semillero negro» de autores valencianos que incluye, además de los citados, a Vicente Marco, Carlos Aimeur, Rafael Calatayud, Juan Ramón Barat, Joaquín Camps, Bel Carrasco, Manuel Gimeno, Javier García y Luis Valera.

En realidad todo empezó con una novela titulada La gola del llop (1983); probablemente, la primera novela negra valenciana. La firmaron, un veterano y un principiante, Josep Lluís Seguí y Ferran Torrent (Sedaví, 1951), sólo el segundo llevó a las últimas consecuencias su talento. Más de una decena de novelas escritas a caballo de dos siglos y la aparición del inspector Butxana, como el hijo putativo y meridional de Marlowe, y su alter ego, Torrent, patriarca indígena del género doméstico. Jaume Fuster (La mort de Guillem, 1966) podría ser el abuelo del norte.

A fin de cuentas, siempre se dijo, a partir de la euforia democrática de los ochenta, que éramos la California mediterránea. Era lógico que Marlowe tuviera un homónimo en Valencia, y el escritor de Sedaví fue su hacedor. Luego vino Rafael Chirbes y puso orden, pero esa es otra historia. Su obra maestra Crematorio, alienta el espíritu de la literatura social valenciana. Y el thriller es un género muy ad hoc.

«Lo que ha hecho Ferran Torrent es muy importante. Antes de él, aquí sólo se hacía novela histórica, él dinamizó el género. Nosotros leíamos en el colegio No emprenyeu al comisari, y eso marca». Quien así habla es el escritor y periodista Xavier Aliaga, que acaba de publicar en Crims.Cat Dos metres quadrats de sang jove. Un relato de asesinatos de periodistas que sirve de base para describir el ambiente social dominante. La mugre política y económica valenciana que es levadura del crimen.

Primavera de 2015. Barrio de Russafa. El escritor Javier Valenzuela (1954), valenciano de adopción, presenta su novela Tangerina en el auditórium de la Sala Russafa, frente a un público adicto al hard boiled, mitómano, obsesivo, fetichista€ que se apelotona en el oscuro salón de actos. Es un thriller, a medias policiaco e histórico, ambientado en el Tánger de Jane Bowles y Mohamed Chukri; y en el actual de la conspiración yihadista. Es la tercera edición del festival VLC Negra. Un exitazo de convocatoria que lleva camino de superar a los históricos festivales de Gijón y Barcelona. En la edición de este nuevo año pretenden traer al mismísimo Don Winslow (El poder del perro y El cártel).

Jordi Llobregat (Valencia, 1971) es uno de sus impulsores y director. Tiene también su novela. Ha escrito El secreto de Vesalio (Destino). Su argumento: Exposición Universal de Barcelona de 1888. Aparecen varios cuerpos horriblemente mutilados€; y ha gustado mucho. «Lo negro es consustancial a nuestra sociedad. Y además tiene unas características mediterráneas», dice en las discretas oficinas que tiene el festival en un piso de la calle Uruguay. Le acompañan otros dos grafómanos y mitómanos del hard boiled, Santiago Álvarez y Bernardo Carrión. Un trío de escritores para impulsar un festival del género que les gusta.

«En realidad no escribo policiaca; yo lo llamaría negra sicológica. Me gusta Hunter Thompson, Patricia Highsmith, escribir del mal que hay en nosotros», dice Santi Álvarez (1973), autor de La ciudad de la memoria, y añade: «Hay que buscar otros caminos, nuevas combinaciones. Mi detective es un tipo al que no le gusta el presente sino el pasado y por eso vive en el mundo del cine».

Llobregat confía en «el mestizaje de géneros. No escribo con la cabeza puesta en el género. Es más sencillo: busco entretenimiento. Todos bebemos de algunas fuentes y de ahí extraigo historias. Empezar una historia y poder regresar a casa. ¿Qué es el género? Esa es la respuesta que todos nos hacemos. Se dice que el estilo es para etiquetar».

Bernardo Carrión (1969) es el único del triunvirato de VLC Noire que no ha editado aún. Pero tiene su novela, se titula Sin piedad, y va de corrupción. Tema estrella en nuestra capital como demuestra la última novela de Emili Piera L´any del devorador, publicada en primavera por El Petit Editor. El prolífico y bilingüe escritor de Sueca, construye su propia Sin City, con la muerte de un político y la inevitable presencia de un periodista y un policía. Es el canon. Pero cada autor pone su estilo.

«Las novelas de Larsson han sido las responsables del auge de la novela. Ha funcionado tan bien que muchos autores han variado su forma de escribir. Sucede que a veces te mimetizas», dice Bernardo. «La cuarta de Larssen es un engaño» repunta Jordi.

Para los tres impulsores de VLC Negra, «Valencia debe convertirse en uno de los mercados culturales del país. Que la industria cultural mire hacia Valencia y diga ´quiero estar ahí». Nuestros aguerridos escritores y escritoras de thrillers están apostando por ello. El material del que se hacen las pesadillas no les va a faltar en esta ciudad de prodigios.

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