Levante-EMV

Levante-EMV

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Camille Saint-Saëns Dalila de

Dalila es en la ópera de Saint-Saëns un personaje mucho más complejo e interesante que su co-protagonista Sansón

En el mundo de la ópera siempre se ha dicho que en escena las sopranos mueren por buenas y las mezzos por malas. Y puede que sea cierto porque la textura más sombría de la voz de las mezzosopranos, y su registro más grave, están cargados de tal dramatismo que es aprovechado por algunos compositores para darles el papel protagonista de las óperas con los más truculentos libretos y las músicas más agitadas.

En el ámbito operístico anglosajón, de manera muy gráfica, se dice que los roles de las mezzos son witches, bitches and britches, es decir, brujas, perras y pantalones, aludiendo esta última expresión a los papeles masculinos interpretados por una mujer (trouser role).

Y algo de verdad hay en todo ello porque sus interpretaciones tienen siempre un punto de terrenal, carnal o clandestino. La voz de soprano, con su registro más elevado, suele utilizarse para materializar en escena lo femenino, el ideal de pureza, la mujer-ángel. Mientras que la voz de las mezzosopranos, con su tesitura más cercana a la del hombre, tendemos a asociarla con los defectos y flaquezas de la naturaleza humana, con la ambición, la maldad o el impulso erótico.

Por eso, la subida a la escena operística de las mezzos en el papel titular o protagonista desencadena casi siempre las más arriesgadas aventuras o los más precipitados y violentos dramas. Pensemos en personajes como Fidelio/Leonora de Beethoven, Carmen de Bizet o Dalila en Samson et Dalila de Camille Saint-Saëns que se representa estos días en Les Arts-Reina Sofía.

Dalila es, sin duda en esta ópera, un personaje mucho más complejo e interesante que su co-protagonista Sansón. Es ella la que impulsa y centra la acción, por su carácter dudoso y escurridizo, con un misterio que no tiene la simplicidad de Sansón y que, a la postre, resulta mucho más poderoso. Dalila nos atrae y fascina por su poder de seducción a la vez terrenal y sobrenatural y por su maldad generada por el odio que se presenta bajo las apariencias formales del amor.

De hecho, es a ella a la que Saint-Saëns permite un mayor lucimiento con las sublimes Printemps qui commence o Mon coeur s´ouvre a ta voix que revelan su legendaria capacidad de seducción al estilo de la más depurada femme fatale.

Al mismo tiempo, los dúos de Dalila con el sumo sacerdote (barítono) y con Sansón (tenor) del acto segundo presentan una gran similitud con el tercer acto de Aida que tendremos ocasión de escuchar en Les Arts próximamente y nos presentan la voz de la mezzo en contraste con las otras cuerdas principales de la obra en una suerte de duelo vocal.

Por otro lado, el personaje de Dalila que nos ofrece esta ópera se aleja de la narración bíblica para presentarnos un personaje múltiple, más complicado si cabe y difícil de calificar, que combina características de otras mujeres relacionadas con Sansón extraídas del relato del libro de los Jueces de la Biblia.

La obra comienza a componerse por Saint-Saëns como un oratorio hasta que el libretista Ferdinand Lemaire convence al compositor de la fuerza dramática del argumento para acabarla como una ópera. Una ópera que conserva la estética espectacular y la especial sensibilidad de la ópera francesa combinado, sin embargo, influencias de Rossini (Mosè in Egitto), Haendel, Bach (Pasión según San Juan), el coral luterano, el canto gregoriano, Wagner o Verdi como decíamos.

Camille Saint-Saëns no es un compositor que asociemos inmediatamente con el género operístico como puede ocurrir con Rossini, Verdi o Wagner. Sin embargo, Samson et Dalila está firmemente asentada en el repertorio actual por su belleza y singularidad. Además, a pesar de su limitada acción escénica, Samson et Dalila, como las grandes obras clásicas, plantea los temas fundamentales, las cuestiones históricas, los conflictos que provocan la tensión dramática que la hacen tan atractiva: entre el bien y el mal, el hombre y la mujer, el amor divino y el amor humano, el amor profundo y el deleite erótico, el amor y el odio, la fuerza y la inteligencia, los amos y los esclavos, el poder y la obediencia, la fuerza y el sometimiento, el monoteismo y el politeismo, el conflicto entre razas.

No obstante, la elección de un tema bíblico y la modernidad de la música produjo la incomprensión del mundo musical parisino y tuvo que estrenarse en Weimar en 1877, bajo los auspicios de uno de los músicos más importantes del momento, Franz Liszt, obteniendo un gran éxito. Llegará al Palais Garnier de Paris en 1892 y pocos años después, el 15 de noviembre de 1899, se estrenará en Valencia sobre el escenario del Teatro Principal, justo diez años antes, por cierto, de que subiera a las tablas del Royal Opera House Covent Garden de Londres.

Compartir el artículo

stats