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De barrio y lilas: Una novela de voces

"El fin del Homo sovieticus" por Svetlana Aleksiévich.

«Siempre me ha atraído ese espacio minúsculo, el espacio que ocupa un solo ser humano, uno solo€ Porque, en verdad, es ahí donde ocurre todo.» «La vida real está hecha de pequeños fragmentos, de barro y lilas.»

Por un lado está la Historia con mayúscula, la que se lee en los libros y en los documentos oficiales, la que se enseña en la escuela y la universidad, y por otro la historia con minúscula, la historia personal, privada, íntima, la que se puede leer en los testimonios, las confesiones, los diarios de sus protagonistas, y a veces en algunas novelas. Es decir, por un lado están los acontecimientos, y por el otro los hechos. El fin del «Homo sovieticus» pertenece a esta segunda clase, a la clase de historia escrita con minúscula, de historia silenciada, ignorada, una historia poco consoladora, una historia dolorosa, pero una historia real, la única historia real seguramente. «Todos se sentían víctimas, pero nadie se consideraba cómplice.» Y sin embargo, como casi siempre suele ser el caso, eran las dos cosas, y las eran en igual medida: víctimas y cómplices a la vez. Svetlana no pregunta a los hombres y mujeres a los que interroga por lo que piensan del socialismo, del capitalismo, o del Partido. Lo que a ella le interesa es lo que piensan del amor, lo que piensan de los celos, de la infancia, de la vejez, de la música, de los bailes, de los peinados€ es decir, lo que piensan de todo aquello que nos ocupa en la vida. «Esa es la única forma de mostrar, de adivinar algo€» En definitiva, a la autora le importan menos las opiniones que las emociones, las ideas que la experiencia. Cómo vivieron aquellos hombres y mujeres el intento de golpe de Estado de 1991, cómo vivieron el atentado terrorista de febrero de 2004, las manifestaciones, la llegada y la caída de Gorbachov, la invasión de Afganistán€ Son relatos de amor y de muerte, relatos en los que el amor y la muerte se confunden, relatos que hacen brotar las lágrimas, relatos turbadores, atormentados, de una belleza y una crudeza insólitas.

Svetlana Aleksiévich, pertenece a la generación de Gorbachov, la generación de los 60, la llamada «generación de las cocinas»; testigo por tanto del desplome de las ideas comunistas, se ha propuesto contarnos en este libro cómo vivieron los protagonistas de esa historia. Y lo hace trasmitiéndonos sus propias palabras, sus recuerdos, sus anhelos, sus esperanzas y desesperanzas, escribiendo la historia de «la civilización soviética», una civilización que se propuso cambiar al hombre, y lo consiguió, dando lugar al Homo sovieticus, una especie hasta entonces desconocida, más producto de la involución que de la evolución, y hoy afortunadamente en fase de extinción. Lo hace transcribiendo fielmente todo lo que escucha, todo lo que le cuentan: «Quiero ser una historiadora que actúe imparcialmente.» «Que sea el tiempo quien juzgue.» «Flaubert dijo de sí mismo que era ´un hombre-pluma´. Yo puedo decir de mí que soy ´una mujer-oreja´», dijo en su discurso de la recepción del Nobel.

Pero, ¿con quién habla Svetlana Aleksiévich? ¿A quién interroga? ¿A quién pide que le cuente su historia? Fundamentalmente a mujeres, de todas las edades y profesiones, que se confían a ella, que le cuentan su historia por primera o por enésima vez, a madres, a ancianas, a militares retirados, a jóvenes que se dedican a vender ollas y traficar con vodka, a jubilados, a personas que lo han perdido todo, a funcionarios, a miembros del desaparecido Partido comunista, y la mayoría de ellos se sienten engañados, decepcionados, traicionados. La historia la comparten siempre tres generaciones (padres, hijos y abuelos) que la viven y la sufren de formas diferentes, como es diferente su experiencia. «¿Sabe?, yo soy uno de aquellos idiotas que defendieron a Yeltsin.» «Teníamos el miedo metido en el cuerpo.» «No hubo héroes entre nosotros, vivíamos con el corazón en un puño.» «No teníamos nada, pero éramos felices.»

En agosto de 1991 un intento de golpe de Estado fuerza a Gorbachov a abandonar la dirección del Partido Comunista. Yeltsin toma el poder. Y de pronto parece que nadie había sido comunista en Rusia. Todo el mundo había sido engañado, todo el mundo estaba arrepentido, todo el mundo renegaba del comunismo. Una historia ésta que se repite. Pero «la generación de las cocinas» no estaba preparada para el tipo de libertad que se avecinaba y la dejó más indefensa que antes, y sin el recurso a la protesta. ¡Por fin la libertad! Y luego resultó que la libertad consistía en comprarse una casita unifamiliar con doce metros de jardín, un coche nuevo, e irse de vacaciones a Turquía. De pronto, «tener dinero se convirtió en sinónimo de libertad». Las tiendas se llenaron de embutidos de todas clases y pantalones vaqueros. De pronto Moscú se convirtió en una ciudad peligrosa repleta de ladrones, timadores y asesinos.

Una obra coral, ha dicho la crítica. Tal vez. Pero una obra en la que cada componente del coro es un solista que aporta su voz propia y su letra particular a la partitura. «Una novela de voces», prefiere decir por eso la autora. El fin del «Homo sovieticus» no es un libro más sobre la Perestroika, sobre el final del comunismo, la crisis del socialismo real, y el desengaño del capitalismo. Los historiadores ya lo han dicho todo al respecto, analizado todo, diseccionado todo. Sólo faltaba que hablaran los protagonistas de la historia, y eso es lo que ha hecho Svetlana Aleksiévich, dar la palabra a los protagonistas de la historia, dar la palabra a quienes la padecieron. «Los seres humanos quieren vivir sus vidas, sin necesidad de hacerlo movidos por una gran idea.» Por lo demás, las grandes ideas suelen ser las peores, las más funestas para el hombre, las que lo encadenan, las que lo someten, las que pretenden hacer a todos los hombres iguales sin reparar en que son diferentes, y que son las pequeñas ideas las que nos permiten vivir y convivir, las que nos ayudan también a sobrevivir cuando las grandes ideas empiezan a asfixiarnos. Un libro estremecedor, duro, soberbio, y necesario.

*Crítico literario

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