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Exposición

El ritual de pensar como un artista

El ritual de pensar como un artista

Venía pensando en una entrevista reciente de Will Gompertz sobre su último libro, Piensa como un artista, donde subrayaba que todos tenemos la misma capacidad para pensar pero que el hecho diferencial reside en las habilidades creativas y en la colaboración para generar discursos que cambien las cosas. La clave, decía, está en dejar a un lado las facultades técnicas de oficio y focalizar la creatividad que pone en marcha nuestra manera de pensar como un artista para imaginar cosas y materializarlas. Llegué y salí pensando en esto de la exposición de Eduardo Hurtado en Espai Tactel, Recolectar, la primera en la galería y de un proyecto en tres partes que seguirá en los próximos meses con Cazar, para Torre de Ariz (Basauri) y Vibrar en La Taller (Bilbao).

La práctica de Eduardo Hurtado (Valladolid, 1986; aunque vive y trabaja en Bilbao, donde se formó) es de entrada compleja, difícil, esgrimiendo esa particular lógica vasca -pero no exclusivamente vasca- de la forma, la construcción y el concepto que se evidencia en la materialización de las obras, de un discurso performativo que, como él señala, se orquesta sobre el gesto como presentación del sujeto en procesos de categorización, taxonomías y coleccionismo. Recolectar se compone de distintas piezas en un todo que busca transformar la galería en un espacio de taller donde suceden las ideas, planteando un montaje que sugiere los restos de un ritual chamánico, quizás para encontrarse a uno mismo, a través de maderas, hierros y escayolas que recuerdan tipis, fuegos, restos de hogueras, recipientes, brasas esparcidas -y la presencia del rojo fuego podría ser el eje conductor-, todo muy abstracto; o fotografías dispuestas a modo de registro temporal de proyectos anteriores en las que destaca la presencia de dos animales totémicos: el oso y la jirafa. El ejercicio para el espectador pasa de la dificultad a la intensidad, a la reconstrucción de un proceso que, según el artista, es como boicotear el mismo método de trabajo. Dos vídeos muestran sendos torsos saltando y retorciéndose, vibrando.

Recolectar, cazar, vibrar€ Pensé en Lévi-Strauss y la cocina, pensé en aquella entrada de Lord Byron en su diario de 1821 en la que relata todo un día en sólo diez verbos a modo de versos, en pretérito perfecto simple, y caí en la cuenta de que en el mismo centro de la exposición reside la pieza, casi una anécdota, que la articularía: un ejemplar de La mujer de pie de Chantal Maillard entreabierto con una «brasa» por la página donde se habla de la vibración de ?iva: «el gran danzante, vibra, y al hacerlo emite sonido o, más bien, una resonancia, la que antecede a la palabra, a toda la palabra», una vibración que es spanda, «pulsación, ritmo, latido o estremecimiento interior no producido por causa alguna».

El texto no se puede leer, lo que complica, pero así mejor para pensar como un artista y entender también con Peter Handke que «la invención, la ficción son la verdad».

*Crítico y profesor de BBAA

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