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Ecos de la India

La reconocida escritora y activista india Arundhati Roy analiza en su último libro los problemas de desigualdad económica que se están produciendo en su país como consecuencia de la emergencia de las nuevas clases medias.

Ecos de la India

Decía el viajado Kapuscinski que la India al igual que China son países inaprensibles para la mentalidad occidental. El mismísimo Octavio Paz que, en los años sesenta, fue embajador de México en la India en su magnífico ensayo Vislumbres de la India, de algún modo ratifica la impresión del periodista polaco: «La India es un museo etnográfico e histórico. Pero es un museo vivo en el que coincide la modernidad más moderna con arcaísmos que han sobrevivido milenios. Por esto es una realidad que es más fácil enumerar y describir que definir». La complejidad de un país con mil doscientos millones de personas es verdaderamente abrumadora para nuestra mente. Sin embargo, la gran brecha que hay entre los trescientos millones que pertenecen a las nuevas clases medias surgidas después de las «reformas» del Fondo Monetario Internacional (FMI) -el libre mercado- y los ochocientos millones de personas que se han empobrecido y han sido desposeídas para hacer sitio a la clase media, que sobreviven con menos de 30 céntimos de euro al día, nos acerca cada vez más, en esta descompensada aldea global, a esa población de desposeídos, exclusivamente en un sentido, en el que todos somos pasto de los fantasmas del capitalismo.

Lo expone muy claramente Arundhati Roy en el ensayo publicado recientemente Espectros del capitalismo. La autora, que tras su exitoso Dios de las pequeñas cosas, abandonó la novela para dedicarse al ensayo y al activismo político en su país, se ha convertido en cierta forma en una «vaca sagrada», una «intocable» de la oposición en India y gracias a ello puede seguir practicando su activismo y escribiendo textos reveladores acerca de las fauces del «capitalismo insaciable», desvelando detalles sorprendentes y ocultos inexplicablemente en la gran marea informativa. Arundhati Roy pone en evidencia al imperio de los mercados que iguala a las sociedades, siempre analizando la problemática específica de su país. En este breve, pero intenso y documentado ensayo la autora cuestiona desde la filantropía corporativa y la labor de ONGs financiadas por fundaciones internacionales y corporaciones locales, hasta el papel de los medios de comunicación, el activismo de las organizaciones pro-derechos humanos y las reivindicaciones de asociaciones pro-feministas. Todos pasan por su mirada escrutadora y no salen bien parados. Construyendo apabullantes silogismos, nos conduce a través de la irracionalidad de un sistema decidido a perpetuar sus beneficios sea como sea y acosta de lo que haga falta.

¿Necesitamos armas para disputar guerras? ¿O necesitamos guerras para crear un mercado para las armas? Después de todo, la economía de Europa, Estados Unidos e Israel depende en gran medida de su industria armamentística. Es lo único cuya producción no se ha trasladado a China. La sagacidad que Arundathi Roy despliega en su ensayo, en su afán por desenmascarar la voracidad del capitalismo desde la perspectiva de la India moderna y los problemas a los que se enfrenta es un potente argumento que junto a otras voces de diferentes singladuras nos proponen una reflexión profunda acerca del mundo de hoy. En ese sentido, la obra de la escritora y activista canadiense Naomi Klein se asemeja a las propuestas de Roy. Klein desarrolló ya en su primer libro No logo, el funcionamiento de las empresas y las marcas, el libro ha sido todo un referente para el movimiento antiglobalización. En La doctrina del shock, analizaba las guerras y los desastres naturales que han sido usados por el poder como pretexto para imponer medidas de «libre mercado» y en el más reciente, Esto lo cambia todo. El capitalismo contra el clima narra el destino del planeta a causa de un capitalismo salvaje que se ha apoderado de la economía global desarrollando aún más las desigualdades. De alguna manera, incide en reflexiones parecidas Capitalismo Canalla de César Rendueles, un viaje a través de la economía política moderna, con el apoyo de fragmentos literarios que ilustran sus ideas.

Así que no sólo es la India, es prácticamente el mundo entero gobernado por un capitalismo que nos despoja de los bienes más esenciales. El discurso de Arundhati Roy lo muestra con contundencia: no estamos luchando para juguetear con la reforma de un sistema que debe ser sustituido por otro, dice. El capitalismo no sabe cómo salir de la crisis «los dos viejos trucos que lo sacaron de las crisis pasadas, la guerra y el consumo, sencillamente no funcionan». Desde la India, uno de los países de economía emergente, la autora nos muestra la gran mentira, la pantomima idealista del crecimiento y bienestar de una nueva clase media. No es verdad nos dice, bajo ese progreso aparente están las tumbas y el malestar de millones de seres desposeídos. No, no es una broma la voz de la escritora nos muestra con gran clarividencia que el país del yoga y la meditación, al que llegan innumerables viajeros en busca de una filosofía que les proporcione la paz consigo mismo e incontables turistas ávidos de destinos exóticos, padece un descontento profundo. Su mirada no es la complaciente y bobalicona contemplación de los que ven en la India un prometedor desarrollo, sino la de una persona comprometida con la realidad más dura de su país.

Arundhati Roy termina su rotundo ensayo con una aguda metáfora. Refiere en Espectros del capitalismo que la casa de 27 plantas, llamada Antilla, que construye el millonario Mukesh Ambani con más de nueve ascensores, jardines colgantes, tres helipuertos y más de 800 sirvientes es el símbolo que nos permite ver como el capitalismo hace que unos cuantos prosperen a costa de una gran mayoría. Los Ambani al denominar Antilla a su torre ¿quizá esperan cortar los vínculos con la pobreza y la suciedad de su patria y fundar una nueva civilización? se pregunta. Y ante ese emblema de desproporcionada riqueza, la escritora lo contempla y dice: «A medida que la noche caía sobre Bombay, en las amenazadoras puertas de Antilla fueron apareciendo guardias, vestidos con crujientes camisas de lino y portando walkie-talkies. Las luces relucían sin parar, tal vez para espantar a los fantasmas. Los vecinos se quejan de que las brillantes luces de Antilla han robado la noche. Quizá sea el momento de que rescatemos la noche».

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