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Lecturas para pensar: Las revistas del rizoma

Frente a los trillados senderos de la cultura de masas, nuevas publicaciones reivindican el lío, el debate, la interacción, el laberinto narrativo y audiovisual. Son revistas elitistas, excéntricas, visuales, cultas, interactivas, lujosas y lujuriosas.

Lecturas para pensar: Las revistas del rizoma

La complejidad se mueve ante nuestras narices. En 1972, los filósofos Jacques Deleuze y Félix Guattari crearon un concepto talismán para pensar: el rizoma, a saber, un modelo descriptivo en el que la organización de elementos no sigue líneas de subordinación jerárquica, sino que cualquier elemento puede interactuar con el otro. Los nuevos magazines cultos lo saben: el rizoma es el mensaje.

Agonizaba el otoño tropical valenciano hace pocos meses. Se presenta una revista nueva en la frontera del barrio hipster de Ruzafa. Hay un ambientazo en la sala Pepita Lumiere, calle Segorbe, territorio fronterizo y esquinado, todavía con los aires de la vieja ciudad junto a la Estación del Norte, la arquitectura industrial. En el nuevo espacio -a pocos metros de donde hubo un cine porno, plató maldito para hacer cruissing- se asiste al nacimiento de un producto poco convencional; más bien raro: Unstate, una revista de minimalista diseño y barroco contenido que, al parecer, ofrece nuevas visiones desde ángulos críticos e insospechados. Se proyecta un vídeo de performance, y el público joven y licenciado, aunque con poco trabajo, se afana en hojear sus páginas en espiral.

La recién nacida Unstate ha diseñado su portada como una provocación. Es un inquietante fotograma de la película Saló: están torturando a un chaval; el lector flipa un poco, y al virar el ejemplar, la contraportada le muestra un montaje, ¡la víctima se está haciendo un selfie! Claro que el subtitulo de la revista es Cruces y desvíos de la cultura audiovisual.

Fran Ayuso, nacido en Albuixech hace 48 años, licenciado en Comunicación audiovisual, es mentor del invento: «Intentamos un cruce de géneros. ¿Poner a Pasolini como referente cultural? Claro. Intelectuales difíciles de ceñir a una categoría. Van a contracorriente y sobrepasan épocas. El arte como forma de vida. Cuando explicaba la idea de la revista la veía más como una película que como publicación».

Carles Candela, Crevillent, 42 años, cineasta, otro de los químicos que han colaborado en la pócima. Autor de una película sobre el desaparecido situacionista y subversivo intelectual Antonio Maenza, titulada Cinematógrafo, magnetófono, buen chico y sádico, que cuenta, entre otras sorpresas, con la última aparición del poeta Leopoldo María Panero, en su loquero de Canarias, antes de morir. «Amo el proceso más que el final. La revista funciona con encadenados, fundidos encadenados, nombres y conceptos que circulan entre los artículos».

Un proyecto editorial vigorizador con artículos del propio Candela («Delf, Hackney, Fontainas»); Eduardo Guillot («Elogio de la imperfección: el manifiesto logidogma»); Mario de la Torre («La cámara espejo»); Pilar Lluch («De la meseta a la costa; de Teruel a Hollywood») y Fran Ayuso («Ian Curtis goes to America»), entre otros. Sembrados y bien escritos, con referencias artísticas que permiten al lector caminar por senderos de iniciación.

Y las referencias de estos escritores, cineastas, fotógrafos y artistas varios van desde Baudrillard, Deleuze y Benjamin, hasta las astillas de la subcultura punk. Son discípulos putativos de los padres del rizoma (en botánica el palabro significa: tallo horizontal y subterráneo. De ahí su enjundia). Y con estos mimbres, rizan el rizo. Una buena sanfaina transmoderna.

«No hay conclusiones; es un laberinto que te lleva de un sitio a otro. Queremos que el diseño favorezca el tipo de lectura». Dice Fran en un ático de Benimaclet, mientras se escucha el Higgs Boson Blues de Nick Cave and the Bad Sheeds. Todo el equipo de la revista no cabe en sí de gozo; la famosa Stack Magazine, una web que se dedica a vender revistas a nivel mundial, se ha fijado en la valenciana Unstate.

Un artefacto de resistencia

La pionera en esto de hacer revistas sorprendentes, muy visuales, hechas para pensar y pasar un buen rato a partes iguales es Bostezo, subtitulada Revista de arte y pensamiento. Editada en Godella hace una década, salida del magín de dos jóvenes emprendedores: un periodista y un sociólogo. Lleva publicados, en bucle (sale cuando puede), diez artísticos números.

En el último, con un dossier sobre Identidades híbridas, se lee una muy buena cita de Roland Barthes: «un texto está formado por escrituras múltiples, procedentes de varias culturas y que, unas contra otras, establecen un diálogo, una parodia, una contestación; pero existe un lugar en el que se recoge toda esa multiplicidad, y ese lugar no es el autor sino el lector (€) la unidad del texto no está en su origen sino en su destino».

Hete aquí la madre del cordero. Bostezo, enfoca temas raros, nada convencionales, y que exigen un esfuerzo de lectura en ocasiones, y en otras, dejarse llevar por las imágenes. ¿Para qué se hace una revista molona? Para entretenerse, sin más, y de paso aprender. Un reportaje sobre «Los derechos sexuales de las personas con diversidad funcional», da idea de la originalidad de las temáticas.

La publicación, impresa con la ayuda de la concejalía de Participación Ciudadana del Ayuntamiento de Godella, dedica monográficos a asuntos muy rizomáticos; de enjundia repensada. En 2014 dedicaron un dossier titulado Fracaso: manual de uso. En 2012 el tema central era Antropología de los genitales; en 2013, en pleno desmadre infracultural y fallero, escribían con descaro Valencia, Sicilia, Texas. Y el ejemplar salido el año pasado se dedica a Identidades híbridas. Con un sumario atípico: «Europa gitana, narrativas ecuatoguineanas», «Autenticidio, Transhumanismo»€ «Transversalidad literaria». Hay colaboradores de lujo, como el escritor y filósofo Santiago Alba, residente en Túnez, que riza el rizo mediterráneo. La cultura del rizoma.

Paco Inclán, 40 años, natural y vecino de Godella, periodista y viajero, editor de Bostezo: «La revista es un nudo social; su edición nos sirve para estar en otras realidades culturales. Es también un artefacto que se emplea para la resistencia cultural. Tenemos la sensación de navegar a contracorriente».

Inclán vendía el libro de culto Locus Solus, de Raymond Rousell, en un puesto de la feria alternativa, una primavera, hace años; ya apuntaba maneras. Poco después se hartó y viajó a México. A los dos años regresó fascinado por la feracidad editorial en la megalópolis azteca. Sobre todo en revistas ilustradas y de nuevas tendencias. Se aplicó a la tarea en su pueblo y parió la revista. Desde entonces, él y su socio David Barberá, no han parado de patearse el mundo para difundir y disfrutar de las ventajas de su iniciativa.

«Compaginar la actividad editorial con la cultural», aclara Inclán, «Bostezo no es solo una publicación; son presentaciones, talleres, mesas redondas, viajes. De hecho el último número lleva las crónicas y colaboraciones de una temporada pasada en Malabo, donde los valencianos organizamos un taller literario sobre el imaginario guineano en colaboración con el Centro Cultural de España».

El panorama de revistas valencianas que animan el cotarro cultural se amplía sin cesar, en contraste con las cuatricomías dedicadas al famoseo que infestan los quioscos.

Canibaal, dedica su número cuatro a «Identidad y provocación». Su equipo lo forma el profesor de química y escritor Ximo Rochera (Castelló, 1968) y Jesús García, Aldo Costa y Pablo Miravent, entre otros conjurados. Jodorowsky y Jorge Albi son referentes en sendas entrevistas. Otra emergente es Lletraferit, hasta el punto que impulsa la editorial Drassana que promociona autores nuevos. El escritor Toni Sabater es su responsable. «Som una colla de professionals de l´escritura i tenim la ferma determinació d´aportar noves sinergies al mon editorial» se lee en su blog. Se publican otras como Concreta, sobre creación y teoría de la imagen, e incluso Mètode, revista de la Universitat de València dirigida por el escritor Martí Domínguez.

¿Dónde quedan los tiempos en que uno podía comprar Ajoblanco o Star en el quiosco de la esquina? Las revistas del rizoma, herederas de aquellas editoriales salvajes, habitan otros espacios. Si uno quiere comprarlas, se ha de dar un garbeo por las librerías del MuVIM o el IVAM, en librerías chic, quioscos enterados y en locales muy cool de los barrios hedonistas. Sus precios oscilan entre 15 y 6 euros y el gratis total. Se acabó sentirse acomplejado cada vez que uno hojea de refilón el New Yorker. Aquí, en l´Horta también hay enjundia.

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