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Regreso a la madre tierra

Regreso a la madre tierra

En uno de los capítulos del muy recomendable libro La sexta extinción de la periodista americana Elisabeth Kolbert se narra el proceso de adaptación frente al calentamiento climático de una serie de árboles tropicales a base de desplazarse ladera arriba. El curioso resultado del experimento es que los árboles avanzan una media anual de 2,5 metros. Evidentemente este tipo de migración no es algo nuevo, ha ido ocurriendo durante las edades de hielo. Lo que sí es nuevo es la velocidad de esos desplazamientos, teniendo en cuenta que el calentamiento se está produciendo, al menos, diez veces más deprisa que al final de la última glaciación.

La concentración atmosférica de dióxido de carbono es hoy más alta que en cualquier otro momento de los últimos millones de años, hemos visto nuestras costas ir menguando, ríos secarse, glaciares impresionantes derretirse, montes y bosques arder, cosechas malograrse€ Y mientras animales y plantas van adaptándose, o muriendo, frente a todos estos cambios en su entorno, uno no puede dejar de preguntarse si el ser humano acabará readaptando su fisiología o, por el contrario, pereciendo ya que no conseguimos ponernos de acuerdo para, no ya detener tanta emisión -cosa absolutamente utópica-, sino tan siquiera reducirla significativamente.

En su tercera acepción, el diccionario indica que la ecología supone la defensa y protección de la naturaleza y del medio ambiente. Una de tantas soluciones frente al cambio climático sería una cierta vuelta a las formas tradicionales de vida, valorar la artesanía, lo hecho a mano, el reencuentro con la naturaleza, labrar y trabajar la tierra. Esta es, precisamente, una de las propuestas de la artista valenciana María José Planells (Picanya, 1976). Observadora de un determinado hacer más sostenible y respetuoso con el entorno, atenta a las historias que se relatan en los pueblos, cuando se araba la tierra y se dependía de sus cosechas, cuando los hombres partían y las mujeres quedaban al cargo de los campos, de l´horta, Planells ha ido componiendo una serie de grabados a modo de paisajes agrícolas, como si el espectador se encontrara planeando sobre amplias extensiones de parcelas aradas y bien delimitadas. Sin embargo, alejándose de la panorámica cromática que suponen los diferentes terrenos y cosechas, Planells utiliza la monocromía y luminosidad del blanco, lo que confiere a sus grabados una mirada sosegada. A la vez, aproximándose a aquellas antiguas costumbres locales, trabaja con un elemento tan delicado y tradicional como es el lino. El resultado es una veintena de grabados troquelados de una composición exquisita. No nos sorprende que fuera elegida en 2014 primer premio de arte gráfico por la Real Academia de San Fernando.

Además de esta reivindicación ecológica, la relación con la tierra y la restitución de lo tradicional, los dibujos que forman estos grabados permiten una segunda lectura: moléculas en constante movimiento, células que se van extendiendo y desarrollando, como ese pequeño ser que crece en el vientre de una mujer, cromosomas que contienen el ADN de todos y de cada uno de nosotros, el origen, en definitiva, de la vida, y la conexión entre la tierra, la vida, y de nuevo la tierra -pulvis es et in pulverum reverteris.

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