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Coherencia

Me ha ocurrido a veces que mostrando piezas mías en algún lugar, y encontrándome malhadadamente allí, llegue la persona, entre curiosa e impertinente, que te interroga sobre por qué algunas piezas no tienen nada que ver con otras. Pues porque no (o porque sí) ya sería una buena respuesta, pero como cuando contestas algo así la gente no suele entender que quieres denotar algo más que la breve frase (cualquiera), entonces le dices que no se ve la relación porque no están los pasos intermedios.

Los pasos intermedios pueden ser otras pinturas o dibujos u obras del formato que se trate que tengan presencia física aunque no se hallen allí, o bien que la tengan en forma de dibujitos y/o anotaciones en algún cuaderno o que simplemente sean formas, frases o ideas indeterminadas que andan por ahí pululando por la mente, aunque creo que más bien habría que decir que están depositadas en algún estante o archivo de esta. Si ese archivo tiene forma de conexión neuronal o lo que sea, a mí que me registren. Es el caso que estas ideas archivadas de algún modo son los gérmenes de las obras (realizadas o no) que proceden de unas de las que hablábamos más arriba y preceden a las otras y que llamo obras intermedias.

Hay gente a la que le gustan esas cosas porque, como a Garbancito, les gusta cuando encuentran una miguita que haya otra un poco más allá, si no se pierden. Pero si Garbancito se pierde y lo pilla el ogro ese no es mi problema, por eso a veces cuando tengo una serie de proyectos donde puede que unos conduzcan a otros y desarrollarlos me puede llevar meses, si ya sé adónde me van a conducir, ¿para qué quiero recorrer todo el trayecto si puedo plantarme directamente en el futuro? El futuro de entonces, claro. Por eso hay gente a la que los pajaritos se les han merendado las miguitas y claman por la coherencia.

De ahí creo que se puede entender que la de la coherencia sea una cuestión más interna que externa, de hecho la coherencia externa se puede falsificar, la interna no, y a la coherencia en movimiento se le llama evolución. Conozco a un tío que pongamos que está una temporada pintando peras (digo peras en honor a Bruno Munari, de quien era fan cuando tenía 17 años y que ya hace muchos más que me parece un payaso), está el tío con las peras digo, y de pronto decide que ya está bien de peras y que ha llegado la temporada de las baterías de cocina, un tema tan bueno como cualquier otro, lo dijo santa Teresa (creo). Entonces el tío lo que hace es, antes de comenzar con el menaje, pintar unos cuantos cuadros en que aparezcan ambas cosas. El motivo es que así se vea (claramente) que hay una evolución.

Coherencia y evolución son muy útiles para espectadores quisquillosos, para Garbancito y para explicar el arte. Es solo que yo creo que el arte se puede entender, pero no se puede explicar. Esto en cuanto a la pedagogía sobre el arte, en cuanto a la pedagogía desde el arte me parece simplemente aberrante, además de falsa y vamos a parar a lo mismo: aquel que vaya con mucho cuidado para que sus cuadros (o lo que sea) se parezcan unos a otros y los de ahora recuerden a los de hace diez años y por tanto esté intentando crear una marca, no hace más que basura. Claro que existen las «marcas» en el arte, pero desde la autenticidad, no desde repetir la pera. Si bien lo miras, va a tener razón Bruno Munari con el rollo de la pera.

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