Y llegarás a perforarme en el blanco de mi sed es el título del último proyecto expositivo de la reconocida ilustradora valenciana Paula Bonet (Vila-real, 1980). Exposición que, en un meditado juego de inversiones, sirve de anticipado «prólogo» de su nuevo libro La sed que verá la luz el próximo mes de octubre. Prólogo profusamente artístico que compagina pinturas al óleo, grabados al aguafuerte y acuarelas de grafito dispuestos a lo alto y ancho de la primera sala de Pepita Lumiere, galería/tienda que integra espacio exhibitivo y venta de dibujos, ilustraciones y objetos que giran en torno al amplio y diverso mercado existente sobre la imagen que nace de la palabra escrita. Tras ilustrar textos ajenos, P. Bonet ha terminado por publicar libros en los que tanto lo escrito como lo pintado surgen de su puño y letra. Inspirada en autoras y textos que le atraen especialmente, esta trabajadora infatigable ha ido articulando un universo propio cuyo centro es la mujer -a buen seguro de profunda raíz autobiográfica- que acaba deviniendo un estereotipo general que se afirma en la repetición constante de una serie de patrones que incluyen negaciones recurrentes.
Sus personajes femeninos parten de la base prototípica de la femme fatale decimonónica que persiste en el convulso periodo de entreguerras etiquetado como Art-Decó y que se prolonga en los cincuenta con el calificativo de vamp. Sin embargo, Bonet le da la vuelta al patrón para transformarlo en seres vulnerables, angustiados, contradictorios y un punto víctimas. Así, el aliento de Klimt, Munch y tantos otros toman cuerpo de mujer yé-yé con unas amplias melenas (arquetipo de libertad) y unas pobladas pestañas cercanas a determinados estereotipos del cómic y la ilustración.
La repetición encierra el inmenso poder de la reproductibilidad técnica, pero ésta lleva aparejada un trasunto complicado como es la relación endemoniada entre original y copia. Y aquí de nuevo encontramos otra premeditada y concienzuda inversión que P. Bonet ejecuta con la frialdad implacable de quien tiene un plan perfectamente trazado. Frente a los miles de ejemplares del libro, todas y cada una de las obras que componen esta muestra (incluidos los textos realizados directamente sobre los muros) son ejemplares únicos. Incluso los aguafuertes son pruebas de artista (P/A) que no van a sufrir el proceso de edición, de tirada, inherente al grabado calcográfico. Eso sí, tanto en óleos como en grabados y dibujos, se repiten modelos ampliamente acuñados que forman parte del imaginario habitual de su autora.
Aunque uno no puede dejar de ser el que es, los artistas se ven conjurados a no repetirse, a renovarse, a incumplir una condición que puede suponer una terrible condena incluso cuando las cadenas estén hechas de oro y éxito. Consciente de ello, Bonet ha eliminado las consabidas manchas rosáceo-anaranjadas localizadas en las partes del rostro que exteriorizan nuestras emociones, mejillas, nariz y entrecejo. Ha oscurecido la atractiva y amable paleta cromática hasta llevarla a una gama tenebrosa dominada por el negro, y ha potenciado los gestos y manchas para ser brochazos arrastrados y barridos que velan y desenfocan los rostros (Bacon, Richter y Chema López no dejaron de aparecerse en este efectivo juego de referencias). En definitiva, se rompe sin terminar de romper con un lenguaje ya muy asentado en el que la innegable habilidad de esta ilustradora/artista aflora con lógicas contradicciones. Estos lienzos y grabados que funcionarían eficazmente en su reproducción masiva, evidencian en su contemplación directa cómo la materia pictórica sufre con la insistencia, con las dudas implícitas en todo hacer que se retoma tras años de abandono, pero con la voluntad de cambio y de renovación de lo ya sabido, dominado y ampliamente reconocido.
