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Menos fondo y más forma

Corre el año 1938 y en la pequeña ciudad de Drogóbich -actual Ucrania- aparece un misterioso doble de Thomas Mann. Mientras tanto, en un sótano de esa localidad, el escritor Bruno Schulz redacta una carta dirigida al auténtico Thomas Mann con la finalidad de que el escritor consagrado le ayude en su carrera... Su historia es el relato del libro escrito por Maxim Biller.

Menos fondo y más forma

«Un hombre pequeño, delgado y serio», un hombre atormentado, solitario, tal vez incluso maltratado, que vive en un sótano, dibuja, traduce y se empeña en escribir. Un hombre oscuro, un hombre que se pregunta si su ambición no será mayor que su talento, escribe una carta a un escritor famoso, respetado, admirado, seguro de su talento, premio Nobel, y le adjunta un manuscrito, que naturalmente éste no leerá. Un hombre aclamado y público, autor de una obra monumental conocida en el mundo entero y un hombre solitario y oscuro que sólo ha escrito unos pocos relatos que no conoce nadie, aunque es comparado con Kafka y de quien se ha dicho que «en ocasiones, llegó a abismos tan recónditos que nadie había alcanzado antes». Estos hombres son Bruno Schulz y Thomas Mann, cuya distancia era enorme en su tiempo y que ha ido acortándose con el paso de los años. Schulz es mi Dios, dijo en una ocasión Danilo Kis.

No es necesario haber leído al orgulloso y genial Thomas Mann, ni al tímido y apocado, e igualmente genial, Bruno Schulz, como tampoco es necesario conocer sus respectivas vidas y muertes para saborear plenamente esta breve y magnífica novela de Maxim Biller, pero sin duda ayuda para entender toda la complejidad del relato. Todo lo que cuenta Maxim Biller de Bruno Schulz es verídico, familia, estudios, amores, trabajo, enfermedad, penuria; también lo que cuenta de Thomas Mann, ambición, exilio, mala conciencia. Pero En la cabeza de Bruno Schulz no es una crónica, ni siquiera una pequeña biografía novelada. Es bastante más que eso y, en cualquier caso, es otra cosa completamente diferente. Una fábula, una fabulación, un juego literario, sobre la ambición, el miedo, la literatura, el arte, la locura, o mejor dicho, esa forma de claudicación que llamamos locura y sufrió al parecer el padre de Schulz al final de su vida. Si es verdad que la vida de un escritor está en sus obras de ficción, Maxim Biller, en este espléndido y singular relato, parece haberse propuesto demostrarlo. ¿Un experimento literario? Solamente en la medida en que toda obra que se precie lo es. Maxim Biller consigue reproducir la atmósfera amenazadora y opresiva no carente de humor de los relatos de Bruno Schulz. Su universo tortuoso y oscuro. Su mundo de tinieblas. Schulz no sólo leyó a Kafka, sino que, junto con su novia, tradujo El proceso al polaco, como nos recuerda el autor, entre otros muchos hechos verídicos, su amistad con Gombrowitz por ejemplo, o sus estudios de arquitectura.

Supongo que el mejor elogio que puede hacerse de este breve relato es decir lo que voy a decir: que perfectamente lo podría haber escrito Bruno Schulz. Al final de Los maniquís, relato incluido en la soberbia Las tiendas de color canela, el padre dice estas palabras: «Menos fondo y más forma. ¡Ah! De que modo aliviaría al mundo una disminución del fondo. Un poco más de modestia en los proyectos, más sencillez en las pretensiones y el mundo sería perfecto, señores Demiurgos.»

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