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Todos leen a Lucia Berlin

Nacida en Alaska en 1936, la escritora Lucia Berlin escribió relatos cortos y cuentos cuyos temas estaban directamente extraídos de su atribulada experiencia vital. Se la considera un personaje maldito, con una historia sentimental atormentada, alcoholismo, problemas económicos que solventó limpiando casas ajenas y problemas de salud. Su obra ha sido comparada con la de Hemingway y Raymond Carver e, incluso, con la del genial cuentista ruso Antón Chejov.

Todos leen a Lucia Berlin

La revelación de la temporada literaria hasta el momento debe ser, sin duda, Lucia Berlin, desconocida hasta hace poco en nuestro país se ha convertido en pocos meses en toda una referencia de culto. Lo mismo ocurrió en Estados Unidos, nada más aparecer entre las novedades en agosto de 2015 se situó rápidamente en la lista de los libros más vendidos. Publicado en marzo el Manual para mujeres de la limpieza va ya por la quinta edición. Ha sido y es libro de cabecera de numerosos escritores y periodistas, a juzgar por todo lo que ha sido citado en los artículos de este verano, todos leen los relatos de esta mujer. Su atribulada vida, llena de experiencias y cambios, tres maridos, cuatro hijos, el alcoholismo, su enfermedad, sus diferentes trabajos, y la fuerza de su prosa es el señuelo que ha convertido a Lucia Berlin en todo un acontecimiento literario.

Y en efecto, nada más adentrarse en las historias de la autora, el lector contiene el aliento, se ve transportado a sensaciones y momentos que parece que fueran una instantánea fotográfica. Todos los cuentos de Lucia Berlin son un «instante decisivo» como rezaba el lema de los fotógrafos de la Agencia Magnum. La sensación de estar viendo literalmente un cuadro, un fotograma es la gran virtud de estos relatos. Muy original el título elegido y la contraportada con las pinceladas de la difícil vida de la escritora, muy comercial y sugerente, todo un acierto editorial y sin embargo quedarse sólo con ello sería un error terrible si enmascara la hondura y profundidad de sus historias. Hay quien ha señalado su similitud a Chejov autor al que admiraba, pero nada tienen que ver la estructura de sus historias con las del autor de Tío Vania. Sin embargo, casi todo lo que ella cuenta parece que se hubiera inspirado en Tristeza el magnífico relato del escritor ruso, al que la autora cita en Punto de vista. Chejov cuenta como un conductor de carruaje apesadumbrado por la muerte de su hijo, tiene que guardarse todo el dolor para sí mismo ante la imposibilidad de hablar con sus clientes. Un dolor que no puede compartir con nadie, un dolor que no hace más que evidenciar su soledad. Y así son las historias que nos cuenta Lucia Berlin, una cinceladora de palabras, que encuentra en su vida un auténtico filón de materia literaria.

Las historias de Lucia Berlin nos hablan de mujeres de la limpieza, sí, y de enfermeras, profesoras, telefonistas, amas de casa, alcohólicas, mujeres enamoradas, solitarias (siempre es ella en toda sus facetas), pero también de emigrantes, de monjas, de amores, de mujeres que van en autobús, de mujeres que abortan, de lavanderías, de madres, de trabajadoras, de Chile, de México, de Los Ángeles, nos describe mundos y submundos, nos muestra su realidad, sus derrotas, sus luchas, sus sensaciones€ Al final de cada relato, el lector no puede adentrarse en el siguiente porque es tal la intensidad que experimenta, que desea permanecer en ese estado de reflexión que requiere digerir la esencia de todo lo que encierra la historia que la autora nos ha contado.

La estructura de los relatos de Manual para mujeres de la limpieza no es la clásica de principio, desarrollo y fin cerrado, sus finales son casi siempre abiertos y en muchos de ellos, más que una historia, nos describe anécdotas, personas, momentos y sensaciones sin un protagonista definido, muchos de ellos nos muestran la propia voz interior de la autora y el discurrir de sus pensamientos y experiencias. Los relatos de Lucia Berlin se inscriben en lo que se ha dado en denominar autoficción, pero que va más allá de la mirada autocomplaciente de sí misma, que vive y observa con precisión su mundo y todo lo que le rodea, descrito de forma sencilla y certera. Por eso sus relatos nos atrapan desde la primera línea. Precisamente, en el relato que titula Punto de vista, y ese sí que es todo un manual para aspirantes a escritor/a, nos da toda una lección de cómo convertir la propia experiencia en materia de escritura. Y muestra de ello y de su técnica es la breve narración de Mi jockey con la que consiguió un premio de narrativa breve.

Son de una gran belleza los relatos en los que refiere la enfermedad de su hermana y su muerte. En ellos destila serenidad, sentimiento y amor por la hermana, con la que finalmente consigue una complicidad que nunca pudieron desarrollar de niñas. En ellos habla de la vida y de la muerte con una dulzura tremenda a pesar del dolor y el sufrimiento que entrañan. No hay ninguna guía para la muerte: Nadie para decirte qué hacer, qué es lo que te espera, dice en Panteón de Dolores, el relato que habla de sus días en México junto a su hermana convaleciente de cáncer, y dice sobre el DF: Ciudad de México hoy en día€ Fatalista, suicida, corrupta. Una ciénaga pestilente. Ah, pero tiene su encanto. Hay destellos de tal belleza, ternura y color que te dejan sin aliento. La escritura de Lucia Berlin está poblada de momentos de dolor y de gran belleza, de sensaciones que describe magníficamente, hasta los títulos nos dan indicio de la profundidad de sus experiencias. En Espera un momento, relato en el que habla del significado de la pérdida de los seres queridos, describe impecablemente la sensación de ese momento en el que todo se detiene y como después la vida transcurre con sus infinitas sensaciones. Así nos habla de la sentida presencia de su hermana años después de haber muerto: La última vez llegaste unos días después de la ventisca. El hielo y la nieve todavía cubrían el suelo, pero casualmente hubo un día de calor. Las ardillas y las urracas parloteaban y los gorriones y los pinzones cantaban en los árboles desnudos: Abrí todas las puertas y las cortinas. Tomé el té en la mesa de la cocina, sintiendo la caricia del sol en la espalda. Las avispas salieron del nido del porche€ El sol caía sobre la tetera y el tarro de la harina€ Una iluminación perezosa, como una tarde mexicana en tu habitación. Pude ver el sol en tu cara.

La traducción de Eugenia Vázquez Nacarino realizada con esmero, consigue transmitir fidedignamente la atmósfera narrativa de la autora. Es imprescindible la lectura del prólogo de la escritora Lydia Davis para comprender la dimensión literaria de los cuentos recogidos en Manual para mujeres de la limpieza. No hay mucho más que decir de esta excelente escritora de la que se anuncia que publicarán parte de su correspondencia. Sus relatos son impagables, la muestra palpable de que la escritura, como decía María Zambrano, no es más que la necesidad que la vida tiene de expresarse. Lucia Berlin expresa a las mil maravillas desde lo más profundo de su ser lo que es, lo que siente, lo que ve, las historias tatuadas de su vida, nos emociona y nos muestra que sus relatos son el espejo de una mujer inteligente, dura y sensible, débil y fuerte a un tiempo, profundamente humana, que supo convertir sus vivencias en un magnífico asunto literario. Murió en 2004 en Los Ángeles con un libro entre las manos el mismo día que cumplía 68 años, en un garaje adecuado como vivienda, cercano a la casa de uno de sus hijos. Vivió la vida con intensidad, esfuerzo y sufrimiento, y apuró y saboreó los buenos momentos hasta la última gota. Salió siempre adelante y vivió sin amargura; sus textos son buena prueba de ello.

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