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El peso del pasado

«En pleno verano» reúne doce relatos que comparten una atmósfera melancólica; en todos ellos algún cambio, por imperceptible que sea, señala el final de una etapa. El tiempo fluye sigiloso en el viaje que acaba, la amistad que languidece, la lejana infancia o el amor que ya pervive en el recuerdo. Historias cotidianas sobre la complejidad de las relaciones humanas.

El peso del pasado

«En cierto modo, todo está relacionado con todo», dice en un momento dado un personaje de uno de estos cuentos. En cierto modo todos estos cuentos también están relacionados. Unos con otros y todos entre sí. Son cuentos en los que aparentemente nunca pasa nada, porque todo ya ha pasado antes, cuentos en los que sabemos desde el principio que no va a pasar nada, que es lo peor que puede pasar siempre, cuentos sobre la decepción, el desengaño, cuentos sobre aquello que no deseamos saber, que no deseamos oír, y cuentos sobre la difícil amistad entre los hombres y entre las mujeres, porque, después de todo, quizá tuviera razón Proust y la amistad no exista. Quizá lo que une a las personas no sea la amistad sino el aburrimiento, o la soledad, o el interés, o el egoísmo, o la vanidad, es posible, es muy posible que sea algo de eso. Y la mala conciencia, que solemos confundir con la conciencia a secas. De todo esto hablan también estos cuentos.

Zsuzsa Bánk (Fráncfort del Meno, 1965), pertenece a la misma generación que Peter Stamm, con quien, a nuestro juicio, tiene bastantes afinidades. O a lo mejor se trata sólo de que ambos respiran la misma atmósfera de esta desarraigada época nuestra. Autora de la novela El nadador (Acantilado, 2004), ésta es su segunda obra publicada en nuestro país. En pleno verano reúne doce inquietantes y magistrales relatos, pequeños «instantes en los que no sucede nada pero que nunca se olvidan», gestos equívocos o inequívocos, emociones súbitas que nos traen el recuerdo de otro tiempo, un tiempo en el que también nosotros fuimos otro, un tiempo que va cayendo poco a poco en el olvido, un tiempo pasado y que no volverá más. «Me he preguntado de noche, y luego también de día, qué ha sido de aquellas horas€».

Hay una forma peculiar de odio que se parece al amor, y también viceversa. O tal vez, lo que nos esté diciendo Zsuzsa Bánk en estos cuentos, es que no existe el amor sin odio y viceversa. Que los sentimientos nunca son del todo puros. Que se confunden. Que nos confunden. Que no debemos esperar nunca nada. Que de la soledad no se libra nadie. Tal vez por esto resultan tan inquietantes estos relatos. Dos mujeres que en el pasado vivieron juntas, que durante un tiempo estuvieron muy unidas, vuelven a encontrarse un día. Apenas tienen ya nada que decirse, pero siguen fingiendo que se quieren. Y tal vez se quieren. En otro relato leemos: «Quizá algún día te levantarás por la mañana, primero mirarás al techo, luego te asomarás a la ventana y mirarás abajo hacia la calle, hacia la gente que conduce sus coches, y quizá entonces querrás dejarme.» «Nunca», contesta la amiga. Y eso es exactamente lo que pasa. O la separación es entre un hombre y una mujer, pero no es la separación lo que se nos cuenta, la separación siempre ha tenido lugar mucho antes de que se produzca la separación. «Yo ya sabía que nos comportaríamos así cuando volviéramos a vernos.» Y tampoco importan ya los motivos, lo que importa, y de lo que habla el cuento, es de su ineluctabilidad. La narradora siempre es una mujer, y el resto de los personajes, generalmente sólo dos, son mujeres también. Los hombres y los niños, con la excepción de dos soberbios cuentos, Entre perros y Larry, tienen un papel meramente subsidiario: acompañan o desacompañan. O sencillamente no existen.

Hermosos cuentos que nos hacen pensar en nuestra vida, en lo poco que podemos hacer para cambiarla, en los gestos cotidianos que añoramos, en el peso del pasado, en la lluvia, en el verano, en el olor de las cosas que no huelen€

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