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El pequeño príncipe ha vuelto

A los setenta años de su primera edición en Europa el cuento de Saint-Exupery sigue suscitando debates a la búsqueda de las nuevas generaciones con su adaptación a la pantalla.

El pequeño príncipe ha vuelto

«Pido perdón a los niños por haber dedicado este libro a una persona grande». Entre las dedicatorias más celebradas de la historia de la literatura, sin duda estas primeras palabras que encabezan el libro El Principito de Antoine de Saint-Exupery figuran entre las más leídas. Dedicado a su amigo el escritor judío León Werth y en unos momentos difíciles, con una Francia ocupada por el ejército Nazi, el autor homenajeaba en la figura de Werth la Francia que resistía bajo la ocupación del Tercer Reich. Werth consiguió sobrevivir oculto en el interior de Francia, no así Saint-Exupery que muere en 1944 sobre el Mediterráneo cuando se dirigía hacia los Alpes en un vuelo de reconocimiento.

Desde su edición en 1943 -en ingles y francés- por parte de la editorial americana Reynal & Hitchcock, Saint-Exupery en esos momentos se encuentra exiliado a los Estados Unidos, El Principito ha vendido 145 millones de ejemplares traducido a mÁs de 250 lenguas, erigiéndose en uno de los grandes best-sellers de la literatura universal junto con La Biblia.

Ahora, coincidiendo con los setenta años de su primera edición en Europa por parte de Gallimard -1946- la historia del niño que pedía a un aviador perdido en el desierto del Sáhara que le dibujara un cordero vuelve a una primera línea de atención informativa y literaria. Una enciclopedia ilustrada (El Principito. Enciclopedia ilustrada, Lunwerg) y un película de animación, El Principito (Mark Osborne, 2016) se suman al aniversario del cuento infantil que más debates y adhesiones han suscitado por parte de críticos e investigadores desde su publicación.

Con motivo de su primera edición americana, el periódico The New York Times publicaba en abril de 1943 un anuncio publicitario sobre la obra remarcando el «desacuerdo» de los críticos a la hora de ponerse de acuerdo sobre el destinatario del libro. Al entusiasmo general que ha despertado la obra se añade una cierta perplejidad sobre el carácter de libro infantil de este. «¿De verdad se trata de de un cuento para niños como da a entender Saint-Exupery en su dedicatoria?». Es la pregunta que se hacen algunos críticos frente a un texto en forma de cuento filosófico que se escapa propiamente del relato infantil.

Como señaló en su momento la crítica Beatrice Sherman, del The New York Times Book Review, nos encontramos frente a «una parábola para adultos bajo la apariencia de una banal historia para niños». Para Pamela Travers, la autora de Mary Poppins -una obra publicada por la misma editorial americana de El Principito-, «El Principito reúne las tres cualidades fundamentales que tienen que poseer los libros para niños: Es verdadero en el sentido más profundo, no da explicaciones y tiene una moraleja, por más que esta moraleja tan especial concierna más a los adultos que a los niños».

Es esta aparente simplicidad del libro bajo que la que se aloja una lectura más compleja, la que suscita el interés entre sus admiradores. En este grupo se encuentran el director Orson Welles, interesado en un proyecto cinematográfico que comienza a trabajar después de la realización de Ciudadano Kane. Welles imagina una adaptación donde se mezclen actores reales y animación adelantándose a otros futuros proyectos similares. Los derechos de la obra para su traslación cinematográfica habían sido vendidos por la viuda del escritor, Consuelo Gómez de Carrillo, a Walt Disney. Welles se pone en contacto con el productor recibiendo una negativa por contestación. «No hay sitio para dos genios en este proyecto» le responde Disney a su petición. La adaptación por parte de la productora quedará finalmente congelada. El creador de Mickey Mouse no se atreve a remodelar las ilustraciones de Saint-Exupery vendiendo finalmente los derechos a la Paramount.

Todavía tendrán que pasar más de treinta años para que El Principito vea su primera adaptación por Hollywood por parte de la Paramount. En formato de musical, la versión se encarga a un director veterano como Stanley Donen que naufraga en el intento de visualizar el rico imaginario creado treinta años atrás por Saint-Exupery. Sólo El baile de la serpiente protagonizado por Bob Fosse, el coreógrafo y director de Cabaret, queda como una de las secuencias más vivas y enérgicas de la fallida película. Fosse preludiaba el futuro y celebrado paso de baile Moonwalk inmortalizado por Michael Jackson, el pequeño-gran príncipe de la música pop.

La inviabilidad de trasladar a la pantalla una obra como El Principito parece extenderse entre productoras y creadores, aunque hay algunos intentos televisivos que pasan con más pena que gloria. Entre los posibles adaptadores consultados se encuentra el director de animación Hayao Miyazaki (El viaje de Chihiro) que rechaza su participación en el proyecto. «El libro de Saint-Exupery es un diamante puro. Si yo lo tocara, acabaría desnaturalizándolo», responde el cineasta japonés. Como señala el director y productor Luc Besson, otro de los nombres encuestados para una posible adaptación, «a diferencia de otros textos, los lectores de El Principito cada uno se ha creado su propio punto de vista, y resulta imposible no acabar decepcionándolos».

Todos estos obstáculos no parecen insalvables para dos jóvenes productores, Dimitri Rassam y Atom Soumache, que ya cuentan con experiencia en el mundo de la producción animada del cine francés, para poner en marcha un proyecto de adaptación. En su trabajo previo de investigación consiguen el manuscrito que en su momento había realizado Orson Welles para su adaptación al cine, un texto fiel al original pero que encuentran demasiado lineal por lo que respecta al guión. Habrán de esperar al año 2009 y su encuentro con el director Mark Osborne, el responsable de la exitosa saga Kung Fu Panda, para que el proyecto comience a dar sus primeros pasos.

Como otros creadores anteriores Osborne rechaza en un primer momento la viabilidad del proyecto. «Primero pensé que era imposible hacer justicia a una novela amada universalmente. Sin embargo, luego advertí que era una gran oportunidad para acercar esta historia a una nueva generación de espectadores y lectores. Despues de estudiar la obra, comprendí que la clave estaría en narrar una historia más amplia que la incluida en el libro. Una historia que fuera una caja protectora para El Principito y su aventura» explica el realizador a propósito de la adaptación.

Presentada en el pasado Festival de Cannes, la adaptación de El Principito exhibía una sofisticada mezcla de animación, imágenes en 3D y animación en volumen o stop-motion, un género mixto con el que Osborne ha querido reflejar «la frontera y el choque entre el mundo real y el de la imaginación, entre la mirada infantil y la de los adultos». En el equipo de profesionales, una serie de creadores que ya habían dado muestra de su talento en películas como Buscando a Nemo, Shrek, Ice Age o Ratatouille.

No todos los críticos han recibido con igual entusiasmo la adaptación cinematográfica, acusándola de haber traicionado el espíritu original de Saint-Exupery para acercarla a las producciones de éxito de Hollywood. El carácter de la obra -como ADN particular- de cuento filosófico que cada lector se corta y fabrica a su medida, sigue siendo, setenta años después, la raíz de su éxito y de su universalidad. Y por lo que se ve, también, de su hándicap.

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