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Mª García Ibáñez, ecos visuales

Mª García Ibáñez, ecos visuales

Quizás la impresión más vívida que retengo en mi memoria de una arquitectura está relacionada con los huecos cuadrangulares de una cúpula, coronada por un agujero circular: el Panteón de Agripa en Roma. Su recuerdo no ha dejado de resonar visiblemente desde que visité la muestra

«Geometría de un hueco», tal es el título de la individual que María García Ibáñez (Madrid, 1978) presenta en la galería Paz y Comedias, tras cruzar el Atlántico desde México, país en el que reside desde hace una década.

La belleza asociada a la geometría de la naturaleza y de las matemáticas, ha sido un referente primordial en nuestra cultura occidental, máxime desde el Renacimiento. Lo que ya no es tan habitual hoy en día es la reivindicación poética en la que persiste con singular sensibilidad esta artista, y menos todavía que fije su atención en el poder expresivo y significante del hueco, del vacío. No menos personal es la libertad de registros y recursos plásticos que es capaz de concitar, siempre con el dibujo como eje vertebrador, para aproximarse a esa concepción un tanto oriental del vacío como posibilidad generadora de infinitas manifestaciones. Así, ladrillos industriales esmaltados manualmente, dibujo a grafito, acuarela, fotomontaje, tejido, impresión digital, corte láser... consiguen subvertir determinados lugares comunes y generar unas construcciones que se extienden desde la bidimensionalidad contundente de un magnífico tríptico sobre papel, hasta las estructuras ingrávidas de sutiles redes de cartulina que nos remiten tanto a la geología milenaria de formaciones minerales, como a determinados esquemas infográficos de construcciones 3D. Fecunda simbiosis de naturaleza y tecnología que nos adentra en la complejidad no exenta de contradicciones que definen nuestra íntima y última naturaleza humana. Con una factura manual en las antípodas de estos alardes técnicos, cabe destacar una obra negra tejida manualmente (la tradición artesanal mantiene una impresionante vigencia en México) que enlaza sutilmente con los diferentes desarrollos de base hexagonal, con el dibujo implícito en la repetición modular de un determinado registro, e incluso con algunas obras minimalistas de los 70 realizadas con fieltro (Richard Serra).

Que forma y fondo son absolutamente indisociables en todo lenguaje poético, queda patente en esta excelente muestra donde el montaje no hace sino subrayar la delicadeza que destilan todas y cada una de las piezas. Todo gira visualmente en torno al hexágono como figura geométrica que sin embargo nunca se plasma en su regularidad precisa y estable, sino que siempre se matiza, se humaniza, se materializa mediante la pulsión cambiante aunque rítmica de lo sentido, de lo vivido, del eco que resuena en el fondo oscuro y termina por tomar forma visual, del hueco que se geométriza y construye redes sutiles, sólidas estructuras poéticas.

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