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Nueva York en fotolibros

«Nueva York en fotolibros», es el título de una exposición itinerante y de su catálogo, editado por RM, coordinados por el profesor Horacio Fernández -en Bellas Artes de Cuenca-, director de Photoespaña y bien conocido en Valencia por sus diversos comisariados en el IVAM, quien rescata las diversas y numerosas publicaciones fotográficas dedicadas a la ciudad de los rascacielos.

Nueva York en fotolibros

En la construcción del mito de Nueva York han colaborado de modo muy eficiente películas ilustres como Un día en Nueva York, Taxi Driver, King Kong, West Side Story, Manhattan€; poetas como Allen Ginsberg, Federico García Lorca, Vladimir Maiakovsky, Walt Whitman€; las novelas de John Dos Passos, Scott Fitzgerald, Jerome Salinger, Truman Capote, Paul Auster€ Y también, y quizá sobre todo, fotografías.

Cómo vive la otra mitad de August Riis -obra en el que se documentó Martin Scorsese para su Gangs of New York- fue el primer fotolibro sobre esa ciudad, que no se incluye en el volumen que hoy comentamos; volumen que sí recoge 48 fotolibros, entre los cuales hay algunos de absoluta referencia, citados a menudo en las historias de la fotografía. Como Portrait of New York de Cecil Beaton, Changing New York de Berenice Abbott, Naked City de Weegee, The Sweet Flypaper of Life de Roy DeCarava, Life is Good & Good for You in New York de William Klein, A Way of Seeing de Helen Levitt, Many Are Called de Walker Evans, The Destruction of Lower Manhattan de Danny Lyon, Subway de Bruce Davidson, Of New York€de André Kertész, Harlem Document de Aaron Siskind, Correspondance new-yorkaise de Raymond Depardon, Photos In+Out City Limits New York C. de Robert Rauschenberg, In My Taxi de Ryan Weidemann, New York de Nobuyoshi Araki€

También hay piezas tan curiosas como New York de 1956 con texto de Francois Sagan -por aquellos años la «niña inobservante y bonita» de la crítica y público franceses-, que llama a los rascacielos «maravillosos dandies de piedra», y que observa que el corazón de la urbe late más rápido que el de sus habitantes, y que por eso no hay lugar en Nueva York para el flâneur (el paseante que callejea) en su concepción europea. Coreografían la prosa de Sagan algunos de los fotógrafos más descollantes de esa generación: Werner Bischof, Edouard Boubat, Henri Cartier-Bresson, Ernst Haas€

Otra rareza interesante es Poeta en Nueva York. En esta ocasión se parte de los poemas de García Lorca; los fotógrafos Oriol Maspons y Julio Ubiña buscaron la traducción visual de «los huracanes de negras palomas», por ejemplo, acudiendo a los mismos espacios que indican los textos lorquianos. Fue una obra editada en 1966 por la admirable colección Palabra e Imagen, que diseñó Óscar Tusquets.

Y en fin, otra curiosidad llamativa es Le New York d´Arrabal. Concebido bajo la influencia estético-moral de Mayo del 68, este libro de Fernando Arrabal es el resultado de sus paseos con una Yashica por las calles neoyorkinas, tomando fotografías con la misma actitud de quien va componiendo versos libres. El motivo inicial de la visita era preparar el reestreno de su obra Y pondrán esposas a las flores, en la nave central de una iglesia desacralizada. La atmósfera caótica que rezuma el libro formaliza esta convicción del escritor: la confusión es el más claro avatar de la modernidad.

Jeffrey Ladd, uno de los prologuistas, realiza una sugerente comparación entre fotolibro y museo: «el libro es algo que sostienes en las manos, generalmente en tu propio medio, lo manipulas a tu voluntad, estableces tus propios patrones de conducta sin influencia de presiones externas. La jerarquía implícita que se establece en los museos entre el arte y el espectador queda eliminada. Los libros nivelan el campo de juego, de modo que uno puede abrirse paso por el paisaje intelectual de las fotografías. En los mejores casos, el significado reside en algún lugar de las conexiones que se establecen entre las fotografías, como si de alguna manera el resultado de la ecuación fotográfica de sumar uno más uno fuera tres en lugar de dos».

El mismo autor distingue entre los libros que simplemente recogen los logros de un determinado artista -como los catálogos de exposición- y aquellos otros que son auténticos pronunciamientos artísticos y aspiran a alcanzar el mismo nivel que el gran ensayo social, la literatura o un texto poético.

Jadd advierte también que la fotografía se ha convertido en una actividad sospechosa después del 11 de septiembre del 2001; suspicacia que no afecta sólo al acto de tomar instantáneas de puentes o túneles. El simple hecho de merodear con una cámara en mano por las calles de Nueva York ha devenido un quehacer inquietante.

En una ocasión le preguntaron a Billy Wilder por qué razón en sus magníficas películas había tanto personajes de mala vida -asesinos, prostitutas, gente de pésima índole moral€-. Wilder argumentaba: «La virtud no es fotogénica». Esta observación del cineasta austriaco introduce quizá un matiz en la afirmación irrefutable del profesor Horacio Fernández: «Nueva York es fotogénica».

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