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Literatura

Cultura entre periodistas

Cultura entre periodistas

Mi padre se pasó media vida preguntando en las librerías de viejo por el libro que decía leer a diario su admirado Winston Churchill: la Decadencia y caída del Imperio Romano de Gibbon. Nunca encontró nada, ni en el inglés original que podía leer ni en traducción alguna al castellano. Hoy en día contamos con al menos tres versiones de ese interminable y fructuoso relato, la última de la mano de la editorial Atalanta, la de Jacobo Siruela, un Alba que ha redimido a toda la nobleza española gracias al conocimiento humanístico.

Han pasado 25 años desde que naciera este suplemento de la mano de un seductor de la cultura, Joan Álvarez, y han sucedido muchas cosas en su transcurso. Entre otras que los libros están ya al alcance de cualquiera, un fenómeno de opulencia productiva que afecta a todas las lenguas de esta atormentada Península y que se ha producido al mismo tiempo que internet cumple el sueño de Jorge Luis Borges, heredado del mito alejandrino, el archivo de todos los saberes si es que tal totalidad es posible.

Esa ya larga vida de la cultura dentro del periódico, que es efímero pero se resguarda en hemerotecas, la celebramos en el 1001 y no en el más redondo número 1000. Los matemáticos le atribuyen cualidades transfinitas al 1001, pero los lectores, los amantes del cuento, lo evocan literario, y hasta cinematográfico. Tiene más de apertura que de cierre. Y sin punto, para que no sea cardinal sino nominal, sujeto de nuestra pequeña historia periodística.

Por eso hemos preguntado a algunos de nuestros colaboradores sobre el futuro -a Martí Domínguez-, incluso sobre los caminos metafísicos que está obligada a afrontar la civilización humana -a un sabio santo y nonagenario que habita, lúcido, entre nosotros, Agustín Andreu.

Hemos hecho balance, sí, recomendado libros, también, algunos esenciales, otros año a año, y unos pocos muy significativos: el reseñado por Alfred Mondria sobre la colaboración de la inteligencia con las SS para que no perdamos de vista que la cultura, en ocasiones indeseables, se pone al servicio de la muerte y no de la vida. Y el dietario de Ribeyro que le ha servido de confort anímico a Antonio Cabrera, cuyo cuerpo inerte no le impide volar y emocionarnos a todos los que le conocemos por su ejemplo humano.

Hemos cumplido 25 años, así que todavía nos quedan quince hasta llegar a la edad en la que ya resulta una estupidez leer novelas según Josep Pla. Por si nos fallan las contemporáneas, tan abundantes «en lladres i serenos» -ens diu Joan Garí-, tenemos otra Alba, editorial que con un insólito valor ha recuperado en bellísimas ediciones los grandes novelones del siglo xix: los rusos con Dostoievski al frente, los franceses, los ingleses o norteamericanos y las luminosas memorias de Henry Adams con el que comprendemos ese mundo tan ajeno de América... porque la novela es el gran arte del xix hasta que irrumpió el tiempo detenido de Marcel Proust, el escritor que revolucionó la narrativa con su psicologismo. Se consumió en la tarea pero dejó abierta de par en par la literatura.

Hoy, también, contamos con una diversidad de versiones proustianas, con traducciones que a veces nos resultan extrañas por la costumbre de las más clásicas y a veces traicioneras porque en la traducción, también, como nos recuerda Manuel Arranz, se ha dado un salto sorprendente en estos últimos años.

Mil y un números después Posdata lo celebra saludando a sus colaboradores, a escritores de la talla de Fernando Delgado, Carlos Marzal o Vicente Gallego en la orilla castellana, a los Enric Sòria, Eduard Mira o Josep Piera entre los de la valenciana, una literatura fecunda ahora mismo tanto en lo poético como en lo ensayístico. Las dos lenguas conviven en estas páginas de un modo natural, sin cuotas ni consignas, desde una ciudad a veces difícil y conflictiva pero que, a pesar de todo, deslumbra a diario por la sensibilidad que florece en la música, las artes plásticas y también en la cultura de las letras. Nuevas orquestas, grupos camerísticos y auditorios, nuevos espacios expositivos y mecenas de las artes, centros culturales y editoriales ejemplares como Pre-Textos, Media Vaca, Bromera o 3i4 agitan el asalto al conocimiento de los valencianos. Y en estas páginas queremos reflexionarlo para los lectores.

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