Levante-EMV

Levante-EMV

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

No apetece escribir

La gente que no ha escrito nunca con vocación literaria -es decir, guiada por la voluntad de provocar emociones mediante palabras que aspiran a estar bien dispuestas y escogidas-, cree que un escritor es un individuo con facilidad para escribir. Sin embargo, sucede algo muy distinto. Un escritor es alguien, siempre, que encuentra más dificultades para escribir que el resto de los ciudadanos, por sus escrúpulos con respecto al uso del lenguaje, por sus incertidumbres sobre la eficacia de sus preferencias argumentales, por la tonalidad sentimental a la que recurre. A un escritor le resulta muy complicado ponerse de acuerdo consigo mismo en cada frase que escribe.

Recuerdo un estupendo artículo de Gabriel García Márquez que ilustra, mediante una suerte de fábula doméstica, esta maldición que convierte a los escritores en los individuos a quienes más difícil les resulta escribir, y a la vez en quienes más aman esas dificultades que plantea la escritura.

Contaba García Márquez que, en cierta ocasión, encontrándose de vacaciones en la casa que el mexicano Carlos Fuentes tenía en el Distrito Federal, la cocinera de Fuentes les pidió por favor a los dos ilustres escritores, durante el desayuno, que le redactaran una carta para solucionar un problema de la Seguridad Social. A la hora de la cena, borrachos por completo y enfadados el uno con el otro, aún no habían conseguido ponerse de acuerdo en la puntuación de la primera frase de la carta. Entonces, la cocinera los mandó a paseo, les retiró el impreso oficial en donde debían haber escrito, y les hizo saber que todo aquello confirmaba sus sospechas acerca de que los escritores eran unos completos inútiles. Avergonzados, los dos novelistas siguieron bebiendo hasta la madrugada, mientras se echaban recíprocamente la culpa por no haber sido capaces de escribir una sola línea.

Escribir cuesta mucho; redactar, un poco menos. Los escritores, a menudo, son incapaces de redactar, porque, aunque estén haciendo la lista de la compra, pretenden tener voluntad de estilo, musicalidad, inteligencia, lazos con la tradición.

A menudo no apetece escribir, y el escritor profesional debe hacerlo. Aunque se repita, aunque llueva mucho, aunque esté enfermo, aunque sospeche que no lo lee casi nadie, aunque el mundo parezca haber perdido la cabeza. El mundo cercano, el que empieza en la puerta de la calle.

Mis amigos escritores catalanes que escriben en catalán se han vuelto casi todos independentistas. Yo creo que sus aspiraciones son insolidarias, innecesarias e injustas, entre otras muchas cosas. Ellos creen lo contrario. No nos vamos a poner de acuerdo. No vamos a romper nuestra amistad, aunque ellos, imagino, se asombran de cómo pienso yo, y yo de cómo piensan ellos. Supongo que me consideran un poco menos inteligente de lo que me creían, y yo los juzgo también un poco menos de lo que consideraba. Las palabras que manejamos no significan lo mismo para todos: libertad, democracia, legalidad, justicia, policía, derechos civiles. En estos casos, las leyes y los tribunales son los que median en las democracias entre pareceres opuestos. Pero tampoco, me temo, nos vamos a poner de acuerdo con respecto a la frase anterior.

Cuando no apetece escribir, escribir es la única fórmula mediante la que algunos pretendemos no perder del todo la cabeza.

Compartir el artículo

stats