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Con la vista en el horizonte

Con la vista en el horizonte

Ocurre en ocasiones que dejamos la mirada sostenida sobre el horizonte. Suele coincidir con momentos de reflexión, cuando nos vemos abocados a tomar decisiones que pueden afectar el resto de nuestras vidas, para bien o para mal; necesitamos espacio, aire, y parece que contemplar la línea del horizonte y lo que está más allá de ella nos fuera a proporcionar la respuesta. También puede ser todo lo contrario: dejamos la vista vagando por una necesidad imperiosa de evadirse de todo y de todos, de no pensar en nada y dejar la mente en blanco, un deseo de fundirse en esa enorme superficie que se extiende entre nosotros y esa línea horizontal. La mirada hacia el horizonte suele ser melancólica.

Con un estilo sosegado y silencioso las obras de Vicent Carda (Borriana, 1962) consiguen conducir al espectador hacia algún lugar más allá de la línea del horizonte y dejar transitar nuestra mente entre extensiones de vacíos, luz y colores. Cada pieza es un paisaje, un ambiente determinado. Lo increíble en la obra de Carda es lograr que sea el propio estado de ánimo del espectador el que busque con la mirada «su» propio horizonte, aquel con el que se sienta más identificado, ya sea el que le lleve a poder perderse, ya sea el que mejor ayude a tomar la decisión correcta, e incluso también el espectador que simplemente busque sin realmente ser consciente de ello el horizonte que le transmita mayor bienestar. Aunque convencidos de que no está realizada con ese motivo y cada horizonte responde a un estado anímico del artista, esta pintura parece dirigida al espectador, a crear sensaciones a base de unir al sujeto con el objeto.

En cada tabla o papel, soportes sobre los que el artista ha estado trabajando, se crean por una parte vacíos, amplias superficies que suelen ocupar más de la mitad inferior de la obra proporcionando una intensa luz a las piezas. La obra de Vicent Carda es diurna, mediterránea, cálida. Sobre esa luz van apareciendo los diferentes horizontes, líneas de colores con mucha textura, como si cada una de ellas respondiera a reflexiones, ideas, momentos, memoria. En ocasiones, alguna nube irrumpe la línea del horizonte.

El silenci de l´horitzó reúne obras que podríamos calificar de minimalistas, escuetas, donde las líneas se funden con los fondos y apenas se distinguen. Otras en cambio resaltan por su optimismo y frescura, resultado de la combinación de verdes, rojos, azules y amarillos intensos. Hay fondos blancos proporcionados por el propio papel, y otros que se cubren totalmente de color, a veces tenue, a veces febril. En este sentido la paleta es enormemente variada, yendo desde los magníficos grises -aunque para muchos no sea este un color, les aseguro que en estas obras el resultado es perfecto: magníficos tonos grises producidos cuando la tinta es diluida por el agua-, pasando por marrones y naranjas intensos, hasta llegar a tonalidades más pasteles, dulces y serenas. La serenidad es, junto con el gesto lento de la pincelada, una más de las características de esta pintura hecha para contemplar y dejarse llevar.

Paisajes vacíos donde líneas de diferentes tonalidades envuelven al espectador retándole para que busque su propio horizonte. Un universo de color y líneas que vale la pena vivirlo.

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