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El infierno según d´Agata

Uno de los fotolibros más conmocionantes del año es el dantesco relato que llevó a cabo en imágenes Antoine d´Agata de la prostituta y adicta al cristal Lilith, un despojo humano en un cuchitril de la capital de Camboya a través de cuyos retratos el autor busca contaminar la fotografía contemporánea y sus veleidades artísticas mediante este golpe de autodestrucción.

El infierno según d´Agata

Antoine d´Agata (Marsella, 1961), admirada estrella de la agencia Magnum; y artista, a la vez, osado y frágil, ciertamente más de lo habitual. Es también un yonqui de la fotografía, así como de otras sustancias tan adictivas -al menos- como la fotografía. Su proceso formativo marsellés incluyó el punk, el movimiento situacionista y la violencia urbana. Hablando de este periodo juvenil: «En aquel tiempo sólo me interesaba ir hasta el final, siempre que al final hubiera una revolución, una guerra, siempre en los márgenes, siempre en el ámbito de la noche, así que cuando apareció en mi vida la fotografía lo hizo a partir de esos mismos elementos. Sigo en ello: es una cuestión política€ un acto de afirmación de cierta violencia criminal, viciosa, narcótica y sexual contra la otra violencia, la económica, que degrada a millones de seres humanos sin que ni siquiera se den cuenta. Es la violencia de los que están indefensos contra la violencia del sistema que les niega como seres humanos».

En 1990 fue alumno del Centro Internacional de Fotografía de Nueva York, teniendo como profesores a Larry Clark y Nam Goldin. Dados estos contextos era connatural la aparición de Lilith, su amiga, su amante prostituta de Phnom Penh. «Lilith fue víctima de esa violencia económica, ya que su madre la vendió en un burdel cuando tenía 13 años. Lilith vive desde entonces con esa vergüenza dentro. Hoy pertenece a la noche. Es alguien que se perdió. Se la considera la reina de las putas de Pnohm Penh. También es la principal traficante de la ciudad. Es muy respetada y también muy temida. Mató a dos de sus novios. Es extremadamente violenta. El año pasado fui a visitarla otra vez a Pnohm Penh, pero antes tuve que contratar a un guardaespaldas armado. Es que el cristal es una droga que te destroza la mente y el alma, te desnaturaliza por completo. Para mí, Lilith ya no es humana, está en otra dimensión. Tiene 37 años, pero parece una anciana».

De inyectarse o fumar metanfetamina en una habitación de Phnom Penh durante cinco noches seguidas mientras practicaba sexo con esta prostituta camboyana, devenida en zombi, y perderse en la noche prohibida de las ciudades que visita sin parar, explica el contenido de Lilith, inquietante ensayo fotográfico publicado por la nueva colección 64P de la editorial La Fábrica.

D´Agata afirma: «A menudo mi trabajo ha sido mal entendido, reducido a una simple estética. Y eso es frustrante, porque lo que persigo es una dimensión política, teórica, y una ambición de destruir la fotografía tal y como la conocemos, pero la gente prefiere hablar del romanticismo de la noche, de la autodestrucción, de la droga€» (€) «Persigo la noción de contaminación, mi papel es contaminar la fotografía contemporánea, los medios artísticos€ lo que yo hago es un antídoto, o mejor, un anticuerpo del arte contemporáneo».

«El arte solo se justifica ya como acto de supervivencia, no se trata de crear belleza, no se trata de hacer cosas bonitas, se trata de contar cosas que nadie quiere ver, de hacer guiones de vida que puedan ser tan salvajes como un escrito de Bataille, de Artaud, de Céline, de Lautréamont. No se trata de mirar el mundo de una forma bella e inteligente sino de tomar posición y confirmarla a través de la cámara. (€) Siempre acabo encontrando belleza, incluso en las situaciones humanas más horribles y retorcidas. Creo que es porque hay personas que, en medio de la miseria más absoluta, saben crear una dignidad que es lo más bello que yo conozco».

Las imágenes de d´Agata tienen un cierto aire de los cuadros aterradores de Francis Bacon. Su fotográfica bajada a los abismos, su exhibicionismo demoníaco pueden resultar notoriamente equívocos: cabe entenderlos como una admirable catarsis liberadora o como un placentero espectáculo para perversos exquisitos.

Facilis descensus averni (fácil es descender al infierno) dice el poeta Virgilio en unos versos de La Eneida. Y añade que lo difícil es regresar de él. Por lo que sabemos y admite el propio d´Agata, volver de ese paraje lo tiene difícil. A cambio muestra la entereza moral de enviar desde allí imágenes de una angustiosa belleza.

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