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El rey de la última fiesta

El rey de la última fiesta

Dandi, diabólico, decadente, irresistible, perverso, magnético, detestable ¡la belleza del diablo! Estos y otros atributos son algunas de las calificaciones que se asocian al nombre de Jacques de Bascher (1954-1989), figura imperial de las noches parisinas, amante y pigmalión de diseñadores como Yves Saint-Laurent y Karl Lagerfeld. Una biografía Jacques de Bascher, dandy de l´ombre (Editions Séguier) de la periodista Marie Ottavi se añade a los testimonios que en estos últimos años han comenzado a desvelar las luces y las sombras de este hombre, ángel y diablo a juzgar por algunos de sus contemporáneos, que protagonizó ese último momento de esplendor, de celebración sin límites, la deseada trinidad de sexo, placer y lujo, que se proyectó a modo de gran fiesta interminable en la década de los años 70.

«Acercarse a una figura de estas características resultaba un poco vertiginoso» señala Marie Ottavi sobre la dificultad de abordar un personaje que fuera de él mismo, no ha dejado ni producido nada. Solo unas fotografías y un retrato de David Hockney como testimonio gráfico. «Bascher canalizó todas sus energías en la fiesta. Formaba parte de ese grupo reducido de personas que dictaban y creaban las modas. Vivía para la representación». Jacques de Bascher, con su aire de príncipe viscontiniano se erige en la figura central, el maestro de ceremonias, invitado imprescindible de esos años donde creatividad, extravagancia y hedonismo resultan territorios inseparables. Impermeables. Protagonista de noches salvajes, algunas de sus fiestas como la que ofrece en el club Le Main Bleue con sexo en directo y 1.500 personas atrezadas de estética gay leather señalan el Everest de la década. Lejos quedaban las fiestas galantes de los Barones Rothschild celebrando en su castillo de Ferrières su baile de máscaras en honor del autor de A la búsqueda del tiempo perdido. Descrito como un «personaje proustiano» por algunos de los testimonios que lo trataron, Bascher reúne esa mezcla, por un lado de dandy decadente, imagen seductora, el uso de un lenguaje preciosista y erudito, y ese otro lado, mas canalla y peligroso, siempre a la búsqueda de la parte más oscura y excitante. El joven exquisito que desayunaba por las mañanas en el Café Flore y el guerrero noctámbulo de los bares de prácticas sadomasoquistas.

En 1973 conoce al diseñador Karl Lagerfeld. Bascher tiene 22 años y Lagerfeld, que le dobla en edad, todavía no se ha convertido en el Kaiser de la moda, el diseñador rock star que solo unos años despues se coronará al frente de la casa Chanel. «El francés más chic que he conocido en mi vida» cuenta el diseñador en la biografía a propósito del poder de seducción de Bascher. Por primera vez Karl Lagerfeld habla abiertamente del que fue su compañero y gran y único amor de su vida. «Era el diablo con la cabeza de Greta Garbo». Durante 18 años construyen una relación sentimental sui generis. «Lo amaba con locura pero no manteníamos ninguna relación sexual». Bascher busca y consume sin freno todo eso que Lagerfeld rechaza: alcohol, drogas, sexo€Por las noches se le puede ver en Le Sept, el club gay de moda frecuentado por personajes tan diversos como el filósofo Michel Foucault o el diseñador Yves Saint Laurent. En una de esas noches sus miradas se cruzan. El creador de moda no puede sustraerse al hechizo perverso de esa figura que renace como el ave fénix cada noche bajo un disfraz diferente€

A principios de los años setenta Yves Saint Laurent lleva una vida vertiginosa y a la deriva. Su relación sentimental con Pierre Bergé, el empresario que ha construido la marca, se ha ido extinguiendo poco a poco. Alcohol y cocaína forman parte de su menú diario. El encuentro con Bascher le produce un gran shock. El creador se deja someter por el dandi y sus juegos sadomasoquistas. Para Bascher el sexo es una forma de ejercer el poder. Una relación cada vez más destructiva que pone en alerta al compañero y socio del diseñador Pierre Bergé que le amenaza con la ruptura si sigue con esa «amistad peligrosa», con ese «seductor afeminado de opereta» como señala con ironía a Bascher. Esta relación enfermiza y destructiva entre Saint Laurent y Bascher había sido avanzada por la periodista norteamericana Alicia Drake en su libro Beatiful People aparecido en el año 2008 suscitando un gran escándalo. Por primera vez salía a la luz la cara más oscura de ese mundo glamuroso y efervescente llamado moda. Esa gran feria de vanidades que se daba cita en el nuevo local de moda de las noches parisinas de finales de los años 70, Le Palace, un espacio que merece hasta las atenciones de un hombre como el escritor Roland Barthes fascinado por ese lugar donde reside «el antiguo poder de la verdadera arquitectura, que consiste al mismo tiempo en embellecer los cuerpos que se mueven y bailan en su interior y en animar los espacios y los edificios».

En un mundo donde la belleza equivale a poder, Bascher hace uso de sus armas y poder de seducción. Como señala Ottavi en su biografía, descubre muy tempranamente este poder y lo utiliza, ya sea sobre un profesor del colegio o sobre un superior cuando realiza el servicio militar. Es esta personalidad, osada y atractiva, como la de un personaje de una novela de Oscar Wilde, la que revela y al mismo tiempo desmitifica Ottavi. «Jacques de Bascher era el modelo de la figura de dandi, rozando esas formas o representación casi hasta la caricatura». «Expresaba esa indiferencia típica del dandi para quien el dinero, el trabajo, el dia a día cotidiano no formaba parte de sus preocupaciones».

Aquella fiesta sin límites que había significado la década de los 70, se transforma con la llegada de los 80 en una representación cada vez más paródica y hueca. La transgresión es sustituida por el lujo y el glamur de la alfombra roja. En 1984 Bascher descubre que es seropositivo. Sus apariciones a partir de este momento serán cada vez más esporádicas. El 3 de septiembre de 1989 muere. Había dejado escrito su deseo de ser incinerado junto a Michka, su oso de peluche. Con su desaparición se cerraba una época. Como señala uno de los testimonios del libro: «Nos nos guiaban juicios morales. Solo nos guiábamos por juicios estéticos».

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