En el Nuevo Insular, el Valencia salió malparado en una derrota engañosa marcada más por su aparatosidad, y por su desastroso saldo de ausencias para el próximo duelo contra el Eibar, que por los defectos reales mostrados por los jugadores de Voro, que siguen en evolución pese al 3-1 final. Dos zapatazos lejanos, la expulsión rigurosa de Munir y la lesión antes del descanso de Enzo Pérez viraron drásticamente el rumbo de un encuentro en el que los blanquinegros mantuvieron el tipo durante la primera mitad, a pesar de los méritos de los locales, siempre solventes en su estadio. Después de encontrar un once de garantías, Voro González no podrá contar el sábado ni con Parejo, ni Nani, ni Munir (por sanción) y, quizá, ni Enzo. El tropiezo relaja el discurso en torno al equipo, metido en problemas y con la necesidad, como dijo Voro, de «no perder la perspectiva».

Enterradas en el marcador final quedan las sensaciones de los visitantes. Probablemente Santi Mina y Gayà fueron los mayores damnificados del breve pero intenso paso de Cesare Prandelli. Semanas antes de que el técnico italiano avanzase su propia fecha de caducidad con el discurso del «fuori», los dos jugadores se sintieron señalados. Fuera de las alineaciones, tanto el delantero vigués como el lateral de Pedreguer quedaron tocados anímicamente cuando Prandelli justificaba la alineación de los más veteranos por la «falta de humildad» „dura acusación„ de los más jóvenes. «Humildad es correr por un compañero», completaba el preparador de Orzinuovi, cuando se le pedían más detalles. Con Prandelli con el teórico control total del departamento técnico, el futuro de Mina y de Gayà se abría a debate.

Justo un mes después de la espantada navideña del entrenador, Gayà y Mina ya lucen como futbolistas rehabilitados y enganchados a la causa. El primer gol fue una nítida demostración. Apertura de Enzo y Gayà rompe la defensa adelantada local con un control orientado en carrera para servir al punto de penalti donde Mina, muy despierto, remacha a gol, su tercer tanto consecutivo en tres jornadas. En 20 minutos Gayà ya había desbaratado una ocasión rival y había servido un centro templado al segundo palo donde Munir, (motivadísimo pero pasado de frenada), llegó a cabecear.

La alta y fluida posesión de Las Palmas delataba que el Valencia sigue siendo un equipo en construcción. Carlos Soler, aseado con el balón, sufría sin él, ante los pasos de baile de Roque Mesa y Jonathan Viera. Enzo Pérez, aplicado en defensa, dejaba de nuevo su tarjeta de visita con otra tarjeta amarilla antes del descanso, en un lance en el que además se lesionó. Pese a sus limitaciones, y el castigo del obús de Viera, el Valencia demostraba una evolución. La historia de la primera mitad mostró a un equipo bien plantado y agresivo en la presión. La expulsión de Munir, la esterilidad de la entrada de Mario Suárez y la eficacia local decantaron un encuentro que acabó con los blanquinegros buscando el segundo. Con todo por resolver, este equipo tiene convicción y vuelve a competir.