La historia es sencilla y llena de humanidad. El delantero Rodrigo Moreno acudió en representación del VCF a despedirse del expresidente fallecido Jaume Ortí, a quien ni siquiera había conocido. Allí le contaron quién había sido el bueno de Jaume y, nada más salir del velatorio, decidió comprar una peluca naranja para, llegado el hipotético caso de marcar al Barça, poder ofrecer el gol de homenaje al dirigente fenecido. La fortuna le sonrió.

Sucedió como había planeado. Marcó su octavo gol del campeonato, fue a celebrarlo con la grada y un recogepelotas le tenía reservada la peluca naranja para recordar esa imagen icónica de Ortí festejando, sin ningún sentido del ridículo, algunos de los triunfos de un Valencia de leyenda. Rodrigo se puso sin rubor la peluca naranja y elevó los dedos índices y la mirada al cielo. «Va por ti, Jaume». Recién renovado hasta 2022, el delantero hispano brasileño, de 26 años, tocaba para siempre la fibra del valencianismo. Jugador muy cuestionado en sus primeras dos temporadas en Mestalla, Marcelino le ha sacado todo el potencial futbolístico y él ha mostrado nobleza dentro y fuera del campo.

Inquisidores contra el árbitro

Lejos de contar este sentido tributo, algunos medios de comunicación, tanto de Madrid como de Barcelona, prefirieron reclamar ayer la tarjeta amarilla para Rodrigo por cubrirse la cabeza con la peluca según una interpretación «ambigua», decían, del reglamento.

Estos medios de comunicación demostraron primero una falta de respeto a la memoria de Jaume Ortí y, en segundo lugar, una insensibilidad con el jugador y con el club de Mestalla, que acababan de perder, el viernes pasado, a uno de sus seres más queridos.

El milagro de Marcelino, al conseguir que el Valencia siga invicto después de 13 jornadas (nueve victorias y 4 empates), va más allá de lo futbolístico. El factor humano tiene mucho que ver. Es un grupo hecho de otra pasta. Resulta extraordinario que dos futbolistas del equipo hayan jugado con huesos parcialmente rotos (el menisco de Zaza y el pie de Guedes), además de que un tercero, Vezo, aguantará ante el Madrid en el Bernabéu más de una hora con el quinto metatarsiano también fracturado.

Los mismos agentes que alentaron ayer la amonestación a Rodrigo son los que no perdonan el error del árbitro, Iglesias Villanueva, al no ver el gol de Messi, cuyo tiro traspasó la línea tras el error del meta Neto. En contra de la opinión y del menosprecio generalizado hacia la tarea arbitral, no es tan fácil verlo con claridad por parte del árbitro ni del juez de línea. «No lo tengo claro», se defendía Iglesias Villanueva ante la protesta de un pelotón de jugadores azulgrana.

Lección de Valverde

El árbitro tiene derecho a equivocarse como se equivocan los jugadores y los entrenadores. Otra cosa será cuando la tecnología aplicada a la línea de gol les libere de esa responsabilidad. Mientras tanto, solo Ernesto Valverde, técnico del Barça, salió rescatarlos al recordar cómo, solo unas jornadas atrás, el beneficiado fue el conjunto azulgrana: le dieron un gol ante el Málaga tras haber salido el balón claramente por la línea de fondo antes de centrar.

Valverde retrató a todas las estrellas del Barça. Duele cuando te quitan un gol tan evidente como el de Messi, pero el club azulgrana es el menos indicado para quejarse al ser el más beneficiado durante años por las decisiones arbitrales (el gol de Messi del año pasado en Mestalla, sin ir más lejos, vino tras un fuera de juego posicional de Luis Suárez, que tapaba la visión del portero valencianista, Diego Alves). También porque el Barcelona ha sido el equipo más espectacular y dominador de la última década.

Eso sí, con reglamento en la mano, tal y como claman los inquisidores contra Rodrigo, Luis Suárez no acabaría ningún partido. Sus insultos y faltas de respeto, a viva voz, a los colegiados son pasados por alto por la mayoría de ellos.

Rodrigo y Valverde sí son un ejemplo para todos.