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En «La ciudad de la alegría», el periodista y escritor Dominique Lapierre describe los «rickshaws», un medio de transporte de Calcuta que consistía en un hombre que tiraba de una especie de carro durante largas horas. Algo así, pero sin la semiesclavitud y ayudado por una bicicleta que sería la que tiraría de la cabina, quería montar Roberto Martínez en Valencia. Nada importante, «dos o tres bicitaxis para recorrer los carriles bici o el antiguo cauce del río Turia». Pero este hombre de 36 años, que acaba de conseguir trabajo en el puerto —«llevo tres días», cuenta— pero al que ya se le ha acabado el paro, se dio de bruces con la burocracia municipal: «Me dijeron que no era necesario».

Concretamente, en una carta firmada por la jefa de la sección administrativa de Circulación y Transportes del Ayuntamiento de Valencia, el consistorio le informa de que se trata «de un servicio privado destinado al público mediante la utilización especial del dominio público (vía pública); servicio privado que que al no existir obligación de su prestación y no considerarlo, actualmente, necesario, al existir suficientes sistemas de transportes que satisfacen las necesidades de los ciudadanos, esta Administración, en estos momentos, no concede autorización, alguna, para realizar dicha clase de transportes». Y punto. Al ayuntamiento le basta con los autobuses, los taxis y las bicicletas. Pero la historia que relata este vecino de Paiporta tiene más aristas y es, cuanto menos, curiosa.

Cuenta que cuando fue al ayuntamiento con la idea, además de un baile de ventanilla en ventanilla «que parecía de película», como asegura, el funcionario que le atendió le dijo que ni se molestara, que no iban a dárselo. Pese a ello, le indicó cómo hacer el papeleo. Y allá que se fue Martínez. El tema estaba encarrilado, al menos en sus planes: «Las había mirado en Alicante y me ofrecieron incluso ir a probarlas, pero al final no fui porque no me dieron el permiso». Martínez repite varias veces durante la entrevista que el servicio «ya funciona» en ciudades como Barcelona o Málaga, y no comprende por qué el Ayuntamiento de Valencia se lo negó. Se lo imagina, eso sí: «Temo que se queden con la idea y dentro de un tiempo la saquen a subasta pública o a concurso y se lo lleve una gran empresa». El servicio que ideó este paiportino era a pequeña escala, únicamente dos o tres «bicitaxis» que recorrieran Valencia para los turistas. «Con toda la gente que está llegando por los cruceros y demás, me pareció una buena idea». Martínez se siente frustrado: «No les habría costado nada y podríamos haber visto si el tema funciona o no».

Y ahora, ¿qué? Ahora trabaja en el puerto, pero no deja de ser algo temporal. Martínez ha tenido varias ideas, pero no se ha metido en ningún proyecto «porque el momento no es el más propicio». «He pensado en montar una tienda de ropa aquí en Paiporta, un bar... pero está todo muy complicado», comenta. Su ilusión, un servicio de bicitaxis para turistas en Valencia, tendrá, por ahora, que esperar.