­Muchas tiendas del centro de Valencia decidieron ayer abrir sus puertas para dar servicio a los 10.000 que cruceristas que los buques «Queen Mary 2», «Costa Pacífica» y «Adventure of the Seas» descargaron en el puerto durante la mañana. Así, por el centro histórico era casi imposible andar o escuchar algo de idioma local. Muchos de los comercios que hicieron el esfuerzo de abrir sus puertas bajaron la persiana al cacer el día con la caja a rebosar, mientras que otros se resignaron y seguirán intentándolo.

En un lado de la balanza se encuentran, evidentemente, las tiendas de recuerdos. Los recorridos que los guías marcaban a los turistas incluían una hora de tiempo libre, más o menos, lo que permitía a los viajeros adentrarse en las tiendas de recuerdos para comprar imanes, postales o camisetas. A este tipo de negocios, que decidieron a mitad de semana abrir, tal como informó este diario, les fue «muy bien», como indican desde la tienda de «souvenirs» La Reina, en pleno centro. «Hemos estado toda la mañana a reventar, y ahora „por la tarde„ sigue habiendo gente», indicaban.

Ya lo avisaba Salvador Ferrandis, presidente de la Asociación de Comerciantes del Centro Histórico: el perfil de crucerista ha cambiado. Ya no es gente con gran capacidad adquisitiva. Quizá por ello las tiendas de lujo que decidieron subir la persiana, todas ubicadas en el entorno del Palacio del Marqués de Dos Aguas y de la calle de la Paz, se resignaron. «Al final es todo imagen de la ciudad», comentaron desde la tienda Loewe: «No hemos abierto para hacer caja, porque probablemente saldremos cuenta con paga».

Los turistas, claro, encantados. Muchos visitaban de nuevo Valencia y reconocían que en otras ocasiones «las persianas echadas daban muy mala impresión», comentaba una mujer de Estados Unidos a este diario. Cierto es que ayer el centro de Valencia presentaba, al menos, un aspecto vivo y animado que contrasta y mucho con cualquier otro domingo del año. «Es todo muy bonito, no tengo palabras», comentaba otra emocionada ciudadana, en este caso, británica.

Pero como nunca llueve a gusto de todos, también hay descontentos. La alcaldesa de Valencia, Rita Barberá, pidió a los comerciantes que se «volcaran» para atender a los cruceristas. Durante la mañana de ayer, a la llegada de los barcos a los muelles de atraque, eso hicieron decenas de taxis que esperaban a los turistas. Sin embargo, éstos, asesorados, como dicen muchos conductores, por las navieras, optan por los recorridos preparados. Algunos taxistas se apresuraban a señalar que un viaje de tres horas y media por Valencia puede costar 60 euros, lo mismo que una excursión organizada... y a dividir entre tantos pasajeros como se suban al taxi. Al final, aseguran, sale más barato. Tampoco hay ya grandes carreras a l´Albufera, el Palmar, Alicante o Benidorm. De hecho, muchos dicen que ir a los muelles de atraque es casi «perder el día». «Lo hacemos „comentan„ porque cuando hay un evento de estos tienes que venir por si acaso». Los traslados del barco a la ciudad están concertados con cientos de autobuses que esperan en los muelles nada más atracar el buque, por lo que los pasajeros de los cruceros, por regla general, ni siquiera se plantean otro medio de transporte.

Respecto a los hosteleros, de nuevo división de opiniones. Mientras los del centro, como la horchatería Santa Catalina, que durante toda la mañana de ayer estuvo abarrotada de cruceristas, se felicitaban de haber tenido un día «muy bueno» desde el punto de vista económico, otros, los situados en los alrededores del puerto, se sentían poco menos que engañados. Para ellos, los autobuses, que llevan a los turistas directamente del puerto a la Ciutat de les Arts i les Ciències y de ahí al centro, son como enseñarles un caramelo y quitárselo de la boca, tal como explican. Ven pasar los potenciales clientes rápidamente, sin siquiera detenerse a consumir algo en los establecimientos cercanos al mar, que vivieron su esplendor en la Copa del América.