La falta de lluvias en los últimos meses no sólo está poniendo en serio peligro la cosecha de cereal y de otros cultivos leñosos de cientos de agricultores, muchos de los cuales, ya la dan por perdida si no llueve en las próximas semanas, sino que, además, el verano puede ser un auténtico polvorín para los montes.

Los montes están sucios. Ya no pastura el ganado, que hacia una labor muy eficaz en la limpieza de los bosques. Se limpian las cunetas de las carreteras y poco más. Los cortafuegos hace tiempo que no sirven para lo que se hicieron y si, además, de todo esto, las Comunidades Autónomas que tienen transferidas las competencias han recortado sustancialmente las partidas destinadas a la prevención y extinción de los incendios forestales ni tampoco hay indicios de que la vayan a dotar con más presupuesto, el cóctel es muy peligroso

Las brigadas forestales cuentan con muy pocos medios, tanto de personal como logístico y a menudo con personal poco cualificado para hacer frente a un incendio de grandes dimensiones, que requiere gente preparada y con experiencia porque se juegan la vida en ello. No es necesario recordar las víctimas mortales que por desgracia se han cobrado muchos de estos incendios. 67 víctimas mortales desde el año 2000. El suceso más trágico ocurrió en un pueblo de Guadalajara donde murieron 11 personas.

El cambio climático del que tanto se habla, pero poco se hace para mejorar nuestro entorno y hacer más respirable el ecosistema tiene mucha culpa de lo que está ocurriendo. En China la gente sale a la calle con mascarilla y aquí dentro de poco si no nos concienciamos también lo haremos. Algunas ciudades como Madrid, ya están prohibiendo la circulación de coches durante determinados días de la semana, si la contaminación sigue disparándose y todo apunta a que los niveles de CO2 no van a disminuir por mucho que fabriquen coches cada vez menos contaminantes. De nada sirven los acuerdos que se toman a nivel internacional, cuando los principales países que más contaminan como son China y EEUU no lo suscriben y siguen ensuciando el planeta.

Luego lamentamos no haber invertido más en prevención, pero esto suele ocurrir cuando ya no tiene remedio. A las cuantiosas pérdidas económicas que se producen cuanto tiene lugar un incendio, hay que sumar las pérdidas medioambientales, más importantes si cabe porque un monte lleva años regenerarse.

Poco ayuda la nueve Ley de Montes que aprobó el PP y que permite recalificar la superficie quemada. Algo que en la normativa anterior de 2003 estaba prohibido hasta transcurridos 30 años. Esto tiene mucha trascendencia porque más del 70% de los incendios que se originan en nuestro país es intencionado y obedece a espurios intereses económicos muchas veces relacionados con la recalificación de terrenos. Lo que para muchos de nosotros es muerte y desolación para otros es un negocio muy rentable. Mientras no acabemos con estas malas prácticas, el porcentaje de incendios provocados frente a los que tienen que ver con casusas naturales no dejará de crecer. Y también cuando introduzcamos en el Código Penal penas que castiguen a los pirómanos.

Si hace pocas semanas veíamos como gran parte del norte de España era pasto de las llamas, sobre todo, Cantabria que se llevó la peor parte, lo que se vaticina es un verano de incendios debido a la extrema sequía y a la falta de lluvias durante el otoño y el invierno, que han hecho que todavía tengamos que soportar temperaturas veraniegas impropias para esta época del año.

Al turismo de sol y playa y a los chiringuitos de la costa, le pueden ir muy bien las cosas, pero esto a la larga no es bueno para nadie. En invierno toca frío y en verano calor. Y entre estación y estación, que llueva.