Llegó el momento de colgar la escopeta, al menos, la de caza. En breve tocará desempolvar la de tiro.

Este pasado miércoles dimos por concluida la temporada de caza. La verdad es que ha pasado muy rápido.

Ahora es momento de dejar que las perdices se emparejen para que saquen buenas polladas en verano y nos hagan disfrutar una nueva temporada más.

Nosotros decidimos dar la última cacería en el coto La Patirroja en El Bonillo. Hemos repetido varias veces en este acotado porque nos gusta la perdiz y la gestión que allí se hace por parte de Kiko, el dueño de la finca. A diferencia de otros cotos de caza intensiva, la perdiz lleva tiempo soltada en el campo y se adapta muy bien al terreno, dando mucho juego a cazadores y perros.

Esta vez convencí a mi amigo Julián que llevaba tiempo sin pegar un tiro a las patirrojas para que nos acompañara. Disfrutamos de un buen día, no sólo por la bravura de las perdices sino porque las jornadas en buena compañía son más placenteras y divertidas.

Llegamos puntuales al Restaurante Los Rosales en Almansa. Mi amigo Sala ya tiene controlado cuando encienden la plancha y pasadas las 8,30 llegaba puntual como siempre. Tras los correspondientes bocadillos de ternera y longaniza, salimos rumbo a El Bonillo.

Allí nos esperaba como de costumbre César. Los pases ya estaban preparados cuando llegamos. Faltaba que Julián completara el suyo.

Pasadas las 10 nos echamos al monte. César nos iba indicando cómo coger la mano para dar con las patirrojas, que no nos lo ponían nada fácil, guardando las distancias.

Julián que no llevaba perro iba por el medio, Sala a su izquierda y yo por arriba, cerrando la mano, César que conoce bien la querencia de las perdices.

Pepe Sala le puso esta vez el collar a Laika para que no se alejara y la perra le cazo a la mano. La vez pasada se le olvidó ponérselo y le molestó más que otra cosa, sacándole las perdices fuera de tiro y estropeándole varios lances.

Al poco de salir, erré la primera perdiz de la mañana, que se volvió hacia atrás y cuando me dí cuenta llegué tarde. Creo que el tiro lo hice bajo y trasero.

Poco a poco fui entrando en tiro y perdiz que salía se venía al zurrón. Duba me sacó varias emboscadas en las zarzas, que si no las aprieta el perro, aunque pases por delante de ellas ni se inmutan. Se quedan aplastadas.

Pero lo que empezó bien, abatí seis perdices consecutivas tiro a tiro, acabó mal porque cuando ya me creía poco más que John Wayne erré tres perdices, una tras otra. A una de ellas solo le pude disparar un tiro porque me percaté de que Julián estaba dentro de un barranco. Y fue gracias a que llevaba una ropa, gorra incluida fosforescente, que debería empezar a ser obligatoria cada vez que salgamos al campo, como ya ocurre en algunos países y de esta forma nos evitaríamos muchos accidentes de caza. De momento, estas prendas sólo son obligatorias para los ojeadores, al igual que las gafas. También en las batidas de jabalí ,que es donde más accidentes de caza se producen. Es importante ir bien protegido para evitar males mayores. Julián es consciente de ello y, además, de la ropa fosforescente llevaba también las gafas, que en un momento determinado te pueden salvar de un perdigón perdido, de los muchos, que cuando disparamos no somos conscientes de dónde pueden terminar.

De hecho, durante una cacería donde participaba, uno de sus compañeros de cuadrilla tuvo que ser atendido de urgencia y, afortunadamente, no perdió el ojo, cuando un perdigón de no se sabe quién, se le incrustó en el ojo. Y el que suscribe estas líneas, no lo perdió de milagro, precisamente, cuando un compañero del grupo disparó imprudentemente a una liebre, sin percatarse de que yo estaba al lado y un perdigón rebotado de unas piedras se incrustó cerca del párpado. Por suerte, aquello acabó en un susto y hoy puedo contarlo.

Sobre las 13,30 dábamos por terminada la jornada, con unas buenas perchas. Sala, 6 perdices; Julián, cinco y 1 conejo y el que suscribe, media docena de perdices.

De camino a Almansa, llamamos por teléfono para que nos reservaran una mesa en el Restaurante Valencia. Allí pudimos degustar un excelente plato de alubias, que traen expresamente de Asturias, también el entrecot y el solomillo, regado con un buen Ribera del Duero (La Planta 2012).

Un buen broche para una temporada que acaba y otra que empieza: el tiro al plato.