He sentido vergüenza, indignación y asco, las tres cosas a la vez y alguna más que no citaré, al escuchar al dirigente de Sortu y ex de Batasuna, Arnaldo Otegui dirigirse en el Parlamento Europeo durante un debate sobre la situación del proceso de paz en el País Vasco, pedir la liberación de los presos etarras, sin escucharle ni una sola palabra de condena y repulsa por los cerca de mil muertos que la banda terrorista ETA ha dejado en su luctuosa y siniestra historia de España.

Otegui pedia la vuelta de los "refugiados" al País Vasco. Entiendo que se refería a los cientos de personas, que tuvieron que abandonar Euskadi porque estabna siendo extorsinoados y amenezados de muerte por la banda terrorista.

El dirigente de la izquierda abertzale, que ha salido recientemente de la cárcel, tras una condena de 10 años, de los que solo ha cumplido algo más de la mitad, por tratar de reconstituir la ilegalizada Batasuna, solicitó un minuto de silencio por las víctimas de los bombardeos de Guernica, ocurrido hace 79 años durante la Guerra Civil española y fue incapaz de sumarse al minuto de silencio que Maite Papazaurtundúa y Teresa Jiménez- Becerril, en nombre y representación de las víctimas del terrorismo etarra, pidieron para solidarizarse con las víctimas ante la presencia de Otegui en el Parlamento Europeo. Al acto de repulsa tampoco se sumaron ni Podemos ni el partido de Alberto Garzón. Habría que preguntarle a este último, el por qué de su ausencia en un acto cívico, humano y solidario, como era el homenaje a las víctimas del terrorismo. El por qué se ausentó Iglesias, ya lo sabemos.

Otegui, quiere emular al dirigente del IRA, Gerry Adams, artífice de la paza en Irlanda del Norte, aunque dos conflictos: el vasco y el irlandés, que nada tienen que ver el uno con el otro, y convertirse en el gran garante de la paz en Euskadi, pero me temo que es un obstáculo mientras la izquierda abertzale no pida perdón a las víctimas y reconozca el inmenso daño causado a miles de familias a las que ha destrozado la vida y todavía se siguen preguntando para qué tanto dolor.