Final feliz para los 3 periodistas españoles secuestrados en Siria por Al Qaeda, tras un cautiverio que ha durado diez largos meses. No ha trascendido si finalmente se ha pagado un rescate para su puesta en libertad porque estas cuestiones se llevan muy en secreto y con mucha discreción para evitar que se produzcan nuevos secuestros por parte de los grupos terroristas.

La labor de los corresponsales de guerra es encomiable, a la vez que muy peligrosa. Se juegan la vida, para que el resto del mundo se entere de lo que ocurre en zonas en conflicto. Gracias a esta labor, sabemos, por ejemplo, lo que está pasando en Siria o Irak, que de otra manera sería imposible conocer. Solo nos enteraríamos de los partes de guerra de uno y otro bando, hablando de los aviones derribados del enemigo, de las bajas y de sus conquistas territoriales.

En 2015, 110 periodistas fueron asesinados durante el ejercicio de su profesión, según Reporteros Sin Fronteras.

En esta trágica estadística no aparecen los nombres de los periodistas que se encuentran encarcelados, que por desgracia son muchos también, aunque las estadísticas no lo reflejen, si bien unas cifras aproximadas hablan de alrededor de 300 profesionales de la información, los que se encuentran presos en las cárceles.

La libertad de prensa está seriamente amenazada en muchas partes del mundo. China, Irán, Venezuela, Cuba, Eritrea, Corea del Norte, Vietnam y también Turquía, país de la UE, que se ha convertido en la mayor cárcel del mundo para los periodistas, según reconoce Amnistía Internacional en uno de sus informes anuales.

Una información y una prensa libre son las bases sobre las que se asienta cualquier país democrático y el papel de los periodistas es fundamental para desarrollar esa labor.