Los campos de cereal, principalmente de trigo han sido ya cosechados con el comienzo del verano, también el resto de cereales de invierno como la avena y la cebada está ya en los graneros y la paja, que sirve de refugio y de criadero a la vez a las codornices, que por esta época del año nos visitan, procedentes del norte de África, ha sido recogida con una premura inusitada. Basta con pasearse por los trigales para comprobarlo.

Antaño, los agricultores no eran tan impacientes como ahora y la dejaban sin recoger unas cuantas semanas más en el campo, con el consiguiente provecho cinegético para quienes nos gusta la caza de la reina de los trigales. Quizá por eso había también más caza.

Si destrozamos o no mantenemos el hábitat natural, acabaremos con la caza. Es una responsabilidad que nos atañe a los dueños de las fincas, a los agricultores y, por supuesto, a los cazadores.

Fontanars dels Alforins no es una zona donde, precisamente, abunde la codorniz, pero estas prácticas agrícolas, abusivas en muchos casos, como es el laboreo extremo o el uso sin control de productos fitosanitarios y herbicidas está acabando con lo poco que nos queda.

Se cosecha de día y de noche. Sin descanso porque hay que economizar y rentabilizar las explotaciones. Las cuchillas de las máquinas van a ras del suelo para evitar que se pierda el grano y arrasan con nidos, polladas y con todo lo que pillen por delante. He visto fotografías, incluso, con conejos que han quedado atrapados en sus fauces metálicas.