Acabo de ver en Facebook, las imágenes de un agricultor de Castellón. tirando a tierra las mandarinas de su árbol debido a los bajos precios en el mercado. Esta imagen, por desgracia, es muy común en el campo español. Y no sólo afecta a los cítricos. También a otros productos hortofrutícolas.

A los ruinosos precios que percibe el agricultor por sus cosechas, se une la entrada masiva de productos de otras zonas del norte de África y de otros países, sin ningún tipo de control fitosanitario. La voz de alarma se ha desatado, tras una nueva plaga de origen asiático que afecta a los cítricos del Levante español.

El negocio es para los intermediarios y para las grandes superficies, que marcan los precios y sin arriesgarse nada en todo este proceso de la cadena alimentaria, ven aumentar exponencialmente sus márgenes de beneficio, mientras el agricultor mal vive con su trabajo y no cubre muchas veces los costes de producción.

En Francia vemos como los agricultores galos asaltan camiones españoles y les obligan a tirar la mercancía antes de cruzar la frontera, impidiendo la libre circulación de mercancías, que se supone que es una de las más importantes garantías que ofrece la UE, pero que igualmente se vulnera.

Una asociación agraria publicaba los rostros de los políticos que han permitido con su voto afirmativo en Bruselas, que se eliminen los aranceles con Sudáfrica y que este país tenga un trato preferente en sus exportaciones. Las reglas del juego no son iguales para todos.