Cuando se produjo la intervención y el rescate de Bankia, que nos costó a los españoles 26.000 millones de euros, aunque el gobierno nos juró y nos perjuró que no nos iba a costar un euro de nuestros bolsillos, al margen de las responsabilidades del equipo gestor, tanto el Banco de España como la CMNV no actuaron diligentemente como lo que son: organismos de supervisión y control.

Lo que vino después todos ustedes lo conocen y no seré reiterativo en darles más explicaciones.

Años después de aquel rescate, que dejó a miles de preferentistas en la ruina porque perdieron todos sus ahorros, se repite la misma historia, pero ahora con el Banco Popular, gestionado durante años por Luis Valls-Taberner , miembro numerario del Opus Dei, y considerado como uno de los bancos más rentables del mundo y que 91 años después de su creación ha sido vendido por un euro al Banco Santander, y cuyos accionistas perderán todos sus ahorros.

Pese a la falta de liquidez, argumento que se ha esgrimido para justificar su rescate, ¿Qué retribución tenía el consejero delegado y el consejo de administración del banco? ¿Se contrataron planes de pensiones millonarios por parte de la cúpula directiva, como ha ocurrido en otras entidades financieras que han sido rescatadas?

Un banco no desparece de la noche a la mañana por mucho que sus clientes vayan a sacar todos sus ahorros. Un banco cierra o quiebra por su mala gestión y opacidad. Y eso es lo que le ha pasado al Banco Popular.

Sin embargo, el Popular como el resto de bancos españoles (Santander, BBVA, Bankia, Sabadell y CaixaBank) había pasado con buena nota los llamados test de estrés, ordenados por la Autoridad Bancaria Europea (EBA, en inglés).

Cuando oigo a nuestros políticos decir que tenemos un sistema financiero sólido y saneado, me echo a temblar.