En pocos días han sucedido en nuestro país unos episodios que nos deben hacer reflexionar a todos nosotros. Por un lado, la decisión de IFEMA de retirar de la exposición de Arco una serie de fotografías sobre diversos políticos catalanes, que están en prisión, como es el caso de Oriol Junqueras o los jordis. Una decisión desde todos los puntos de vista arbitraria, que atenta claramente contra el derecho a la libertad de expresión. La consideración de "presos políticos" es discutible, pero retirar la obra de Santiago Sierra del certamen ha sido una equivocación con mayúsculas que, sin duda, traerá consecuencias. Primero porque seguramente de no haberla retirado, la colección hubiera pasado desapercibida para el gran público, por su escaso o nulo interés artístico y, sin embargo, ahora todo el mundo habla de ella. De hecho, varias galerías y museos se han ofrecido para exponerla. Ya tiene incluso un comprador que ha pagado por las fotografías cerca de 90.000 euros. Y segundo porque un certamen tan prestigioso como Arco, donde el arte, la libertad y la creación deben de los protagonistas indiscutibles, no se merece el menor atisbo de censura.

El libro "Fariña" sobre el narcotráfico gallego, escrito por el periodista Nacho Carretero secuestrado en este caso, por orden de un juez, sienta un precedente muy peligroso, por cuanto cuestiona uno de los pilares fundamentales de la democracia, como es el derecho a la libertad de expresión, consagrado en nuestra Carta Magna, que debemos proteger y defender.

En este sentido, se está produciendo en nuestro país una regresión en términos de libertades y de derechos fundamentales ciertamente preocupantes, que nos retrotraen a épocas pasadas, que se creían felizmente superadas, pero que vuelven a estar de plena actualidad con la aquiescencia del Gobierno.