Me llamó Mauro de nuevo para salir con el hurón. En esta época del año es cuando más interesa echar el hurón, porque en poco tiempo los plantones de viña empiezan a verdear y si los roen, terminan por secarlos y toda la inversión que se ha hecho en la finca no sirve de nada porque habría que replantar de nuevo, con el consiguiente gasto.

Estamos a principios de primavera, así que hay muchos gazapos en las madrigueras. El problema de que haya tanto gazapo es que el hurón, si los agarra dentro, no sale hasta darles muerte y a veces la espera puede ser interminable. Por eso hay que armarse de paciencia y saber esperar. Esto no es como la caza en mano o un ojeo. Cada modalidad de caza tiene sus particularidades.

Dembèlè ,que así se llama la hurona, lo hace cada vez mejor, aunque no sé muy bien por qué Mauro le ha puesto ese nombre porque es blanca y hembra, nada que ver con el delantero del Barcelona. Al principio le costaba entrar, de hecho Mauro estuvo a punto de devolverla, o mejor dicho de traspasarla por seguir con el argot futbolístico, pero ahora agujero que ve, agujero que entra y el conejo es víctima, casi seguro.

Conviene ir cambiando de zona porque cuando echas el hurón en una madriguera, haya conejo o no, el rabudo lo sabe y tardará en entrar porque el olor que deja el hurón dentro de la galería es muy fuerte. Así que lo ideal , siempre que se pueda, es encontrar nuevas madrigueras que no hayan sido huroneadas o que lleven un tiempo sin haber echado el hurón.

Encontramos alguna de estas madrigueras en los ribazos, que la tierra está más suelta y el conejo tarda menos tiempo en salir.

Mauro hizo un buen tiro a conejo parado a más de 40 metros. Montó su Holland que llevábamos en la parte trasera del quad, metió un cartucho Purdey de sexta y lo hizo un trapo. La penetración que tiene un cartucho del 6 se nota, sobre todo, a distancias largas. El resultado seguramente no hubiera sido el mismo, de haberle tirado con 28 gramos. De hecho, yo mismo lo intenté en otra ocasión a conejo parado y lo erré. Le tiré a una distancia parecida, pero con cartucho del 9 y 32 gramos. Cuando llegamos a recogerlo estaba en la misma boca de la madriguera. El instinto de supervivencia les hace volver a su guarida, al menor atisbo que tengan de vida.

Al final de la tarde, nos colgamos 9 conejos entre los dos, con doblete incluido de quien suscribe estas líneas.